Nos podemos imaginar a la consejera de Turismo dictando esas declaraciones sobre las siete islas y el peñón del norte y pensando a su vez en cómo iban a reaccionar sus interlocutores si en medio del galimatías que es en sí misma su expresión verbal, mete el término “La Graciosa”. Puestos a justificar lo del peñón, hasta parece lógico que la consejera huyera del nombre por el riesgo a que el asombro de sus interlocutores ante lo que escuchaban se tornara vacilón generalizado. Porque hemos de descartar que a la señora Martín se le ocurriera tal genialidad para hacerse la moderna, que ésa es otra.