Así las cosas, imaginen trabajos de prestigiosas consultorías e ingenierías produciendo curvas de desaparición del perfil de las dunas desde la época de Adán y Eva, y sitúense en el momento en que Carlos III mandaba construir la Puerta de Alcalá. Pues entonces en Maspalomas no había dunas, sólo agua salada. Y se abre el viejo debate: ¿reponemos el dedo de Dios en Agaete?, ¿reponemos el viejo estado, el que disfrutaron los guanches y echamos las Dunas al mar? Pero todos tenemos un poco de derecho a equivocarnos. Todavía hoy no se sabe quién tiene toda la razón, si los de la evolución o los partidarios del paraiso terrenal. El viernes, más todavía.