La última ocurrencia de letrado y su condenado cliente ha sido alegar ante los juzgados unos padecimientos muy pintorescos, que tampoco por esa condición le deseamos nosotros (hay que ver qué misericordiosos nos hemos levantado). La ocurrencia se llama “disfagia”, una patología consistente en la imposibilidad de tragar, bien en forma de cosa sólida o bien en forma de cosa líquida, sea el líquido en cualquiera de sus densidades, colores, sabores o texturas. Dice el parte médico que Suárez Gil ha mejorado muchísimo, que ya puede tragar líquidos, pero que al hombre todavía se le atraganta la comida. El mismo parte, en poder de los jueces y de las partes personadas en el proceso, dice que el que fuera presidente de la Cámara de Comercio de Las Palmas sufre estrés agregado, padecimiento que entendemos a la perfección y que cualquiera sufriría si se tiene en cuenta que sobre él pesa una orden de ingreso en prisión que trata de esquivar precisamente poniéndose de los nervios y flaco como un tollo. El parte médico, firmado por un doctor de apellido Valencia el pasado 4 de julio, aconseja que el paciente se esté en su casa quieto, parado, sin apenas moverse, “por lo menos los próximos quince días”, lo que, miren ustedes qué casualidad, le impidió constituirse todo él en el Juzgado de Instrucción número 5, donde estaba citado por quebrantamiento de condena el pasado día 13. La acusación ya ha pedido una revisión médica por parte del forense judicial, no vaya a ser que las tragaderas del Zorro Plateado estén en perfecto estado de revista y que lo que esté fallando en todo esto sea una mal entendida exaltación de la amistad. O de la hermandad, según el rito correspondiente.