El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Las revelaciones del “señor Román”
Progresa adecuadamente el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, en las formas parlamentarias, no tanto en la oratoria ni en el uso correcto del lenguaje. Eso lleva más tiempo. Hay que reconocerle que este martes, en el arranque del debate del estado de la Nacionalidad, el hombre ha sacado por lo menos un aprobado. Un discurso aseado, bien construido por alguno de sus más duchos asesores, más o menos correctamente leído, le permitió darse un paseo en apariencia triunfal por sus primeros nueve meses presidenciales sin renunciar ni una pizca a la demagogia ni a algunos guiños populistas que más tarde le copió (seguramente sin quererlo porque ya lo traía escrito de casa) el portavoz del Partido Popular, Asier Antona. Que hasta se echaron en cara la frescura que se permitieron ambos al mencionar con nombres y apellidos a ciudadanos anónimos o no tan anónimos para humanizar sus respectivos relatos. Algún asesor de esos tan duchos debiera recomendarle al presidente que, en aplicación de los usos parlamentarios y del español común, deje de dirigirse a los miembros de su Gobierno como “compañero Aaron” o a los demás como “señor Asier” o “señora Noemí”. O don Asier y doña Noemí o señor Antona y señora Santana. Básico. Y hacerle repasar el refranero popular para que evite repetir en lo sucesivo eso de que “las peleas imposibles de conseguir (sic) conducen a la melancolía”, cuando lo admitido por el común es lo de “el esfuerzo inútil conduce a la melancolía”. Porque ninguna pelea es imposible si hay dos con ganas de pelear, lo que el refranero también resuelve sabiamente con aquel “cuando uno no quiere, dos no pelean”. Y hubo pelea en este primer debate de la Nacionalidad de la era clavijista, más pelea de la que los analistas parlamentarios previeron de antemano. Peleó Asier Antona, peleó a su modo Noemí Santana y peleó con colmillo y melena aleonada Román Rodríguez, que se consagra como líder de la oposición ante la enojosa posición que ha de defender el PP: hacer de oposición y de aspirante a la moqueta gubernamental, con el añadido de la pesada losa de cuatro años de Gobierno de Mariano Rajoy (y de José Manuel Soria) imposible de aligerar, quizás hasta que termine esta legislatura autonómica.
Un presidente todavía verde
Pues sí. Madura poco a poco el señor alcalde-presidente de la Comunidad Autónoma de Canarias, aunque con importantes lagunas en su discurso una vez ha de fajarse en el cuerpo a cuerpo de la réplica y la dúplica sin la muletilla del texto escrito. Aprovechó la superioridad que le otorga el reglamento parlamentario para extenderse allí donde fue necesario y para zanjar los enfrentamientos con la última palabra. Amén. Pero flaqueó en los asuntos que siguen estando cogidos con alfileres –ley del suelo, reparto del fantasmagórico IGTE, rendición al poder empresarial- y se mostró sorprendentemente muy sólido en sus reproches al Gobierno central en asuntos vitales como la financiación autonómica o la incertidumbre nacional de la que culpó abiertamente al Partido Popular, para asombro de propios y extraños. Defendió muy bien la supuesta unidad del Gobierno que su partido (Coalición Canaria) comparte con el PSOE y demostró que es un tipo optimista, o más bien voluntarista, casi bisoño. Cualidades que en política se tornan debilidades si consideramos inevitable aceptar que en ese mundo tan complejo no bastan los simples buenos deseos ni las declaraciones de intenciones, como si los que estuvieron antes (siempre de su mismo partido) fueran unos zoquetes. Sus aplausos más celebrados los cosechó al inicio de su discurso, cuando hizo referencia al drama de los refugiados en Lesbos, y al final, cuando los suyos quisieron graciosamente otorgarle el triunfo en el mano a mano que cerró la jornada, el que sostuvo con Román Rodríguez. Toda la solidez que mostró frente a Asier Antona (PP) y frente a Noemí Santana (Podemos) se desvaneció ante la contundencia de Román Rodríguez (Nueva Canarias), pese a los giros campechanos que el ex presidente (1999-2003) quiso introducir en su alegato para suavizarlo aunque fuera levemente. Está verde todavía para jugar la liga que hace años juega quien pretende arrebatarle el cetro del nacionalismo canario a CC.
Olvídense de la reforma electoral
La monotonía del discurso de Clavijo pareció romperse al llegar a la página 15, cuando pronunció la palabra “autocrítica”. Los editores de los periódicos impresos mandaron parar las rotativas; en los digitales, los periodistas dejaron de teclear y de colgar vídeos de gatitos; los cámaras de televisión acercaron los zoom, y en las radios se abrió por una décima de segundo un agujero negro de silencio. Nueve meses y ya teníamos una autocrítica. Parecía una pesadilla. Pero no, no era autocrítica, era un reproche en toda regla acompañado de un velado anuncio de consecuencias muy graves. El reproche iba dirigido al presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales (Nueva Canarias), por quebrarle el lindo propósito de erigirse en míster Marshall gracias al reparto de los fondos del IGTE. Habló de insolidaridad, de insularismo, de 34 años perdidos en pro de la igualdad de todos los canarios, y tal y cual. Y abrazó las palabras de su portavoz parlamentario, dos palabras que resonaron desagradablemente en el hemiciclo de Teobaldo Power: “Romper Canarias”, un remedo absurdo y trasnochado del “romper España” que las fuerzas centralistas escupen cada día sobre Cataluña. Pronunciadas por un hombre del ATI tradicional y profundo habrían sonado a choteo si no fuera porque el propósito era doble: de un lado, hacerle un guiño directo al líder de la Agrupación Socialista Gomera (ASG), Casimiro Curbelo, cuyos tres diputados son indispensables para un hipotético pacto de Coalición Canaria con el PP; o para una refundación de CC en La Gomera. Y de otro lado, un aviso a navegantes: olvídense de la reforma electoral en esta legislatura porque estaríamos “rompiendo Canarias” porque “Canarias es mucho más que Gran Canaria y Tenerife”. Brutal. Tardaron muy pocas horas los integrantes de la plataforma por la reforma electoral en hacer sonar sus alarmas y transmitir un mensaje: “Instamos al presidente del Gobierno y a todo el Parlamento de Canarias a construir más democracia para toda la ciudadanía canaria y dejar de lado argumentos amedrentadores o amenazantes de fractura”.
Las revelaciones de Román
Eso fue por la mañana. Por la tarde, Román Rodríguez se merendó a Fernando Clavijo desde el principio hasta el final. La hora era la más propicia, y quizás cogió algo cansado al presidente, porque ni siquiera el par de destellos que tuvo para contrarrestar la avalancha de palos y de zanahorias que le fue mostrando hábilmente el líder de NC le ayudaron a alcanzar un sanador empate. Rodríguez lo zarandeó con todos los asuntos de empaque a los que se enfrenta la Nacionalidad (así se llama oficialmente la cosa), con especial saña en el anteproyecto de Ley del Suelo, en la financiación, en las negociaciones del REF, en el caos en la Radiotelevisión Canaria (que por cierto, estrenará en breve nuevo alto cargo), en vivienda, en servicios sociales y en sanidad, entre otros. Pero donde hizo especial daño el líder de NC fue en sus revelaciones. “Usted sabe que soy un artista en los pasillos”, le dijo a Clavijo, porque en los pasillos habló con miembros de CC que fueron críticos con el discurso almibarado que por la mañana había pronunciado el presidente. Un golpe bajo que le servía para alimentar otra de sus afirmaciones, aquella que contenía un aviso al desmantelamiento del partido que en Tenerife preside Clavijo en beneficio del que lidera Rodríguez. Y eso duele. Y duele mucho. Como debió dolerle al presidente que pusiera nombre a los dos alcaldes de Gran Canaria (la alcaldesa de Mogán y el alcalde de la Vega de San Mateo) que se han entusiasmado tanto con los fondos del IGTE que hasta prometen hacerse nacionalistas de CC si le hacen una depuradora a la moganera y un aparcamiento al sanmatevano. “Porque lo que usted está haciendo con esos fondos es politiquear”, le espetó dos veces. Todo ello adornado con una nueva revelación: Clavijo presionó a Montoro para que en el acuerdo de la comisión mixta que en noviembre pasado decidió condonar el IGTE se añadiera la muletilla “plan de inversiones y empleo” al destino inicial de esos fondos: “servicios públicos fundamentales”, es decir, educación, sanidad y ayudas sociales. No es Román Rodríguez persona de traer y llevar chismes inconsistentes: si él sostiene solemnemente que alguien del Ministerio de Hacienda le ha dicho que eso fue así es que fue así. Y no cuesta mucho trabajo creérselo a la vista del uso que de esos fondos está haciendo Clavijo desde que descubrió la rentabilidad política que podía sacar a esas perritas.
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