Pero dejando las bravuconadas del hijo del marqués a un lado, de quien se dice que es el hombre preferido de su padre para ciertos trabajitos (a la vista de este martes queda, preguntando en la Casa de los Coroneles dónde iban a almorzar Soria y su gobierno), los nervios en el PP empiezan a alterarse con semejante sofocón de verano que le ha dado por inaugurar a Arroyo. El marqués, en Asturias dirigiendo cual Pelayo la reconquista popular desde sus terminales mediáticas locales, no ha dicho esta boca es mía, pero sí fieles al jefe del partido en la isla como el secretario local en La Oliva, José Gómez, del que hemos escuchado lo que podría ser el primer envío serio en el marco coyuntural del Congreso de octubre: el arroyista no se cortó un pelo y le dijo a Soria de todo menos bonito, que está nervioso por el Congreso, que no consulta a las bases, y que no serían expulsados del PP el marqués y sus ediles, sino el partido entero. O al menos la mitad, que es como está de partido el PP.