Sigue guardando un elocuente silencio el vicepresidente del Gobierno de Canarias, José Manuel Soria, en relación con la reciente sentencia que le condena a pagar las costas judiciales por su temeridad y mala fe a la hora de denunciar por injurias y calumnias al ciudadano Francisco Cabrera. Que sepamos, a estas horas sólo ha abierto la boca para faltar a uno de esos compromisos solemnes que él suelta: no subiremos los impuestos. Y los subió este lunes para el tabaco. En fin. Pero volviendo al caso que le debería avergonzar, hemos rescatado de las hemerotecas un sencillo recorte del ABC, de fecha 10 de junio de 2006, en el que se pueden leer unas jugosas manifestaciones de Soria anunciando la querella que luego interpuso a Francisco Cabrera. Al término de la comisión de investigación en la que el consejero de Megaturbinas de Arinaga lo puso bonito, el vicepresidente declaró textualmente lo que sigue: “Si se coge el acta de la sesión o la grabación se puede comprobar que lo que se me imputó son delitos, y ante esto sólo caben dos opciones: o los cometí y me voy, o no los cometí y, por lo tanto quien los ha imputado ha cometido delito de calumnias”. Pues ninguna de las dos cosas, oiga, porque ni hubo delito de calumnias ni Soria se ha ido.