Anoten en sus diarios la fecha de este jueves, 3 de febrero de 2005, porque si se cumplen los presagios y la casuística, ese día empezó la caída en picado de la carrera política de José Manuel Soria. Que más de 5.000 personas se echaran a la calle un jueves por la noche en Las Palmas de Gran Canaria para solidarizarse con sus bomberos ante la insensibilidad del presidente del Cabildo, es tan inusual, tan inesperado y tan grave que hay que empezar a extraer consecuencias políticas desde ya mismo. No olviden de qué institución estamos hablando, el Cabildo, santo y seña de la isla, institución que siempre ha gozado de gran predicamento entre los grancanarios, por más que en los últimos años sus gestores la hayan puesto en evidencia en más de una ocasión. Pero Soria ha batido todas las expectativas de desprestigio del Cabildo, de lejanía de los problemas de los grancanarios, a los que ha conseguido cabrear especialmente por desatender de mala manera un conflicto que tiene amenazada la seguridad de todos, empezando por los mismísimos bomberos.