Ángel Luis Tadeo sabe dónde se mete. Ha llegado a esa edad y a esa madurez empresarial en la que pocas personas pueden hacer realmente lo que les da la gana. No necesitará la Cámara de Comercio que se apresta a presidir para cambiar de coche, comprarse un barco o montar un hotelito en Agadir, en el caso de que alguna de esas tres cosas (o las tres) se encuentren en su catálogo de sueños. Prefiere ser él, a cualquier solución que suponga injerto, prótesis o el mismo perro con otro collar. O ambas cosas a la vez. Algunos de sus amigos le han sugerido que se ha precipitado, que primero tenía que estar dentro para organizar la revolución. Otros piensan que había que contar con la retirada pacífica de Suárez Gil, con el que Tadeo almorzó este martes para arrancarle un compromiso de consenso, un pacto de todos tan amigos al día siguiente. Suárez Gil dice sentirse perseguido y acorralado por los mismos que le pusieron. Mucho tendrá que alegrarse de que se le permita utilizar la Cámara como plataforma para sus intereses en el Sáhara. Por cierto, dicho sea con cariño para los que nos achacan falta de finura en nuestros aciertos: la candidatura de Tadeo la adelantamos hace mucho tiempo en esta misma sección. Que también nos gustan las medallas. A ver.