Malos tiempos para los floreros en La Caja de Canarias. La pretensión de Juan Francisco García de que su ahijado para presidente honorario de la entidad, Juan Manuel Suárez del Toro, actuara como figura decorativa ha tropezado de bruces con el deseo del interesado de tener atribuciones ejecutivas concretas. El asunto ya circula por todos los rincones de la entidad y probablemente será abordado en próximos consejos de administración, un órgano donde ahora se discuten las cosas y se toman decisiones distintas al asentimiento general con la ola incluida. Lejos parece quedar el papelón de Antonio Marrero, que prefirió ceder todas sus competencias al director general de la entidad, Juan Manuel García Falcón, y quedarse de marioneta siguiendo instrucciones concretas de El Sebadal, que es así de pesadito. Veremos qué dice ahora Román Rodríguez, que también apadrinó la operación de García haciendo lolailo con Pepa Luzardo.