Tiene razón Cristina Tavío, vicepresidenta del Parlamento de Canarias, cuando afirma que con el nuevo catálogo de especies protegidas “las cosas se ponen en su sitio”. Ya estaba bien de que unos peludos de Las Palmas, como dice don Pepito, unos indocumentados pagados por el sanedrín canarión, unos desalmados apuntados al “no a todo”... pusieran en jaque al tradicional, puro, genuino, educado y aseadito orden natural, que emana de lo más señero y distinguido del tinerfeñismo y que tiene impreso a fuego en su ideario proteger al pueblo llano y sencillo, ignorante y sanote de esos que quieren frenar el desarrollo económico de Nivaria. Muerto el perro se acabó la rabia, le faltó rematar a Cristina Tavío. O quítame allá esas sebas, que me arañan toda cuando me revuelca una ola, o sea. Coalición Canaria y el PP escenificaron este miércoles en el Parlamento uno de los más grotescos episodios de la política insular, una entrega servil y medieval a los Ignacios, los Plasencia o los Pepitos, a los que había que mandarles deprisa y corriendo ese mensaje de doña Cristina: hemos salvado sus negocietes, ya pueden financiar a nuestros partidos políticos el año que viene.