Debe ser como eso de ponerse pulseritas. La gente del PP cuando coge una manía, oiga, la lleva a sus máximas consecuencias. Hubo una vez un consejero gubernamental canario, de nombre Luis Soria, que cometió todos los excesos para pasar a la historia como el político más maniático jmás padecido por la nacionalidad. Y era especialmente maniático con el baño que tenía junto a su despacho oficial, bidé incluido. Lo mimaba como si fuera una reliquia heredada de la antigua Mesopotamia, no permitía que ninguna de sus secretarias lo utilizara, ni si quiera para una necesidad de tipo menor, aunque fuera en su ausencia. A Luis Soria y a tantos otros peperos obsesionados con las bacinillas le ha salido una genial imitadora en Teresa Cruz, que ha pedido baño propio en su despacho de la radio autonómica. Estén tranquilos, le han dicho que no, que si está loca.