Mientras Soria guarda un monástico silencio a la espera de ver cómo se reordena el patio, los testigos que el presidente del PP propuso para tan pintoresca querella empiezan a recular y a tambalearse en la inestabilidad de sus propias convicciones. Sabemos de algunos de ellos que están muy arrepentidos de haberse prestado a ese sucio juego de empuercar a policías y periodistas en una denuncia sin fundamento, falaz y de mala fe, que solamente ha servido para que el ciudadano se reafirme en la mentira de la conspiranoica y tome la matrícula de lo que ha hecho cada cual. El director y un subdirector de Canarias7 tratan de recomponer puentes con personalidades a las que estuvieron dispuestos a poner en la picota, y un político majorero, socialista por más señas, repasa su motor, sus relaciones con el periódico de referencia y los expedientes que tiene estallándoles en las manos para ver cómo escapar de esta nueva quema. Los querellados se pelean a ver quién es el primero que interpone acciones judiciales una vez el archivo de la causa se torne definitivo.