CAMBIO CLIMÁTICO
Abundante y amenazada a la vez: el veloz declive de la planta más característica del Teide sorprende a los científicos
La retama es la especie vegetal más emblemática del Teide. Cuando florece, pinta de blanco el paisaje volcánico de la cumbre de Tenerife, por encima de los dos mil metros de altitud. A principios de 1954, cuando se creó el Parque Nacional, el primero de Canarias, este arbusto de ramas largas y robustas estaba en serio peligro de desaparición, castigado por su utilización como cama y forraje para el ganado o como combustible. La erradicación de esos usos propició su crecimiento y aún hoy sigue siendo una planta abundante en la alta montaña de la isla picuda y, en menor medida, en la Caldera de Taburiente, en la cima de La Palma.
Esa abundancia le ha situado hasta ahora en la categoría de “preocupación menor” en la denominada lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), un organismo que aglutina a 1.400 organizaciones y 15.000 expertos y que se erige en “autoridad mundial en cuanto al estado del mundo natural y las medidas necesarias para salvaguardarlo”. Sin embargo, esa calificación debería ser revisada, a juicio de expertos canarios, debido al deterioro de esta subpoblación en las últimas tres décadas.
En un reciente artículo publicado en Journal of Nature Conservation, un grupo de investigadores de las Islas ha propuesto por primera vez que la retama del Teide se enmarque en la categoría de especie vulnerable. Lo han hecho tras detectar, a partir del estudio de fotografías aéreas históricas de 50 parcelas del Parque Nacional, que la superficie de retama se ha reducido en un 28,7% entre 1987 y 2019 y que, de seguir esa tendencia, puede sufrir una pérdida de tal magnitud que podría colapsar. “A más tardar en 2080 y como muy pronto en 2030”, la cobertura media por hectárea podría ser de unos 400 metros cuadrados, “tres veces menos que en la actualidad y seis veces menos de lo que había en 1987”, advierte el artículo.
La UICN divide las especies en nueve categorías: no evaluado, datos insuficientes, preocupación menor, casi amenazado, vulnerable, en peligro, en peligro crítico, extinto en estado silvestre y extinto. Sin embargo, menos del 6% de las especies vegetales del mundo han sido evaluadas con estos criterios, según pone de manifiesto la reciente publicación.
“Rara vez en el mundo se ha dado un caso en el que una especie abundante, de las que llamamos clave, que caracterizan a una comunidad, entre en un declive tan rápido. Ya se empiezan a descubrir otros, en la Antártida o en algunos manglares de Asia”, remarca José Luis Martín-Esquivel, biólogo conservador del Parque Nacional del Teide y uno de los autores del artículo. Las datos de la reciente publicación llegan hasta 2019, pero los investigadores ya han realizado análisis con drones en el parque este año y han comprobado que la regresión de la retama está “aún más acelerada”, que las pérdidas en solo tres años han sido “bestiales”.
Se conocía el declive de esta especie, pero no su alcance ni su velocidad. En contra de las expectativas que tenían los investigadores antes de acometer el estudio, “la disminución de la cobertura parece acelerarse con el tiempo”. “Nos llevamos una sorpresa cuando vimos que tiene un decrecimiento en los últimos 32 años de casi el 30%. Por primera vez en Canarias estamos diciendo que una planta que vemos tan abundante, una especie clave en el ecosistema, puede estar amenazada si no se hace nada”, afirma otro de los autores del artículo, Jonay Cubas, doctor en Biodiversidad y Conservación por la Universidad de La Laguna.
El investigador explica que el cambio climático está acelerando un retroceso que, sin embargo, no se puede atribuir en exclusiva a este factor. Incide la presión de herbívoros introducidos en el Parque Nacional del Teide, en especial el conejo europeo. El estudio destaca que el aumento de la temperatura mínima durante las últimas décadas ha provocado un incremento de la densidad poblacional de este animal y, a su vez, “un grave problema de regeneración” para la también llamada retama del Pico (Spartocytisus supranubius).
La investigación cruza los datos de superficie obtenidos a través de las fotografías aéreas con las medias de temperatura y precipitaciones registradas. Y la correlación es clara. Otro estudio publicado en 2021 sobre los efectos del cambio climático en la vegetación de alta montaña de Tenerife ya cifraba el ritmo de calentamiento en un rango de entre 0,7 y 1,4 grados por década, con una aceleración evidente a partir de los años setenta del siglo pasado, cuando se produjo “una deriva septentrional de los vientos que desde el océano inciden a gran altura sobre Europa y África”. El mismo estudio remarcaba que las lluvias en la isla habían descendido un 9% con respecto a las contabilizadas a mediados del siglo pasado, una disminución que se percibía especialmente entre los meses de noviembre y enero.
Este último artículo confirma el aumento de las temperaturas y el descenso de las precipitaciones (a partir de los datos de la Agencia Estatal de Meteorología) y relaciona esas variaciones con los cambios de vegetación. Más calor y sequía y menos retama. Hay otro dato clave. El retroceso es mayor en las zonas de menor altitud y en el sur del parque. Los ejemplares situados en esta vertiente, más seca y calurosa, representan el 80% de la distribución actual de este endemismo en el Teide y son los más amenazados. Su colapso se podría producir, según los investigadores, en la próxima década. El retroceso en la zona norte, más fría y húmeda, es más lento. La mortandad es menor y aún puede aguantar “unas décadas más”.
“La retama es una planta clave del paisaje del Teide. Es una planta fijadora de nitrógeno, clave para el ecosistema de alta montaña y cumple su función, enriquece los suelos”, explica Jonay Cubas. “Si no se hace nada, irá desapareciendo hasta que no la veamos, irá agonizando. Hay que controlar las especies invasoras, principalmente los conejos, llevar a una densidad de población compatible con la conservación, porque el problema es serio”. Dentro del parque ya hay superficies valladas para impedir el acceso de estos animales. Y la diferencia en cuanto al número de ejemplares de retama dentro y fuera de estos recintos “es abismal”, afirma.
“Entendemos que, según los criterios de la UICN sobre especies amenazadas, la retama es ya una especie vulnerable y así lo proponemos. Habrá que hacer los trámites pertinentes para evaluarlo convenientemente y llevarlo a la UICN”, expone el doctor en Biodiversidad y Conservación. Además de plantear la categorización como especie vulnerable, los investigadores instan a revisarla en los próximos años para comprobar si, “como todo indica”, el nivel de alerta deba ser elevado para calificar a la retama como especie “en peligro”.
Vallados y cedros
En el Parque Nacional del Teide ya se están acometiendo actuaciones para tratar de salvar la retama y adaptar la vegetación al aumento de las temperaturas. Hace una década, los conservadores comenzaron, en fase experimental, a vallar pequeñas áreas y liberarlas de herbívoros para propiciar la regeneración de la especie. Desde hace cuatro años, y a la vista de los resultados positivos obtenidos, empezaron a construir vallados grandes, de hasta 30 hectáreas. El objetivo es que al menos el 6% de la superficie del retamar esté en zonas protegidas de herbívoros para que la población pueda avanzar, explica Martín-Esquivel.
“No vamos a poder combatir el cambio climático, pero sí la herbivoría que no deja que las plántulas salgan. Lo que tenemos es retama envejecida, porque no hay renovación. Estamos haciendo grandes vallados para dejar que la retama se reproduzca sola, que produzca plantas que no se las coman los herbívoros. Además, hacemos plantación”, cuenta el biólogo. En el Parque Nacional del Teide el retamar ocupa una superficie de entre 11.000 y 12.000 hectáreas.
Los conservadores prevén intensificar esta estrategia de construcción de vallados, siempre en zonas que no interfieran en lugares de tránsito (carreteras, caminos o senderos) y centrada en la vertiente norte del parque, donde el proceso de deterioro es más lento.
A largo plazo, se plantea un nuevo escenario. “Cuando la retama desaparezca en las zonas más bajas, sobre todo en el sur, el ecosistema va a cambiar. La típica imagen del Teide con la retama puede decaer en toda la parte sur del parque posiblemente dentro de muy pocos años. Estamos barajando la idea de plantar cedros. Es un cambio sustancial”. Martín-Esquivel explica que hay varias investigaciones en curso, algunas de ellas con estudios de “paleopolen, de polen del pasado”, que sugieren que el cedro era un árbol muy abundante en las Cañadas del Teide. Se han encontrado ejemplares milenarios y aparecen en restos de enterramientos. “Fue una especie abundante y esquilmada hasta su desaparición”. Solo quedaron ejemplares en “aquellos riscos donde el hombre no podía llegar”, explica el biólogo.
Otro dato que apoya esta idea es que “enfrente de Canarias, en el Atlas, existe un cinturón de cedros antes de pasar a la alta montaña”. “A lo mejor, lo que pasa es que el retamar está fuera de su hábitat en la zona de la base de las Cañadas del Teide, es propio de zonas más altas, de lo alto del Pico, y se expandió al desaparecer los cedros”. Martín-Esquivel augura que dentro de treinta o cuarenta años la estampa del parque variará y el paisaje se configurará con “grandes bosquetes de cedros intercambiados con la retama”. “Se trata de combatir los riesgos e intentar adaptarnos a la nueva realidad climática con árboles milenarios”, concluye.
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