Cada vez hay más noches tropicales en Canarias, casi el doble que a mitad del siglo pasado

Atardecer en Las Canteras (ALEJANDRO RAMOS)

Toni Ferrera

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Finaliza una de las semanas más calurosas en la historia de Canarias desde que hay datos. Las temperaturas prácticamente no han bajado de los 25 grados en la mayoría de los puntos del Archipiélago durante los cinco días que ha durado esta ola de calor, y las máximas han estado más cerca que nunca de superar el récord registrado en España, en la localidad cordobesa de Montoro (47,2º C). Las jornadas han estado marcadas por días asfixiantes, con incluso pequeños episodios de calima, y noches de insomnio, en las que se hacía muy difícil conciliar el sueño. Esta realidad, la de las madrugadas entre sudores y ventanas abiertas por el bochorno (o cerradas por el aire caliente procedente del Sahara), es cada vez más rutinaria en las Islas.

Las noches tropicales, esto es, aquellas en las que la temperatura mínima es superior o igual a 20 grados, casi se han duplicado en Canarias desde mitades del siglo pasado, cuando la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) comenzó a reportar cifras. En la década de los 50 la media contabilizada señala que cada año se producían entre 68 y 69 capítulos de este estilo. Ese valor ha ido subiendo poco a poco hasta alcanzar en la última década, la que va desde 2011 a 2020, un promedio de 131,9 noches tropicales cada año.

Antes se superaban los 20 grados como mínimo por la noche en uno de cada cinco días, más o menos; ahora lo hacen en uno de cada tres. Y no es que se hayan multiplicado en verano. En realidad, lo que está viviendo Canarias este mes de agosto se parece mucho a lo vivido hace 70 años. Desde hace tiempo es normal que en casi todas las fechas de agosto se superen los 20º C de temperatura mínima. El problema está en que ese intervalo de tiempo se ha ensanchado, por lo que en estos tiempos se notifican muchas más noches tropicales en marzo, abril, mayo, septiembre y octubre, sobre todo este último.

Es un caso representativo el de octubre. Hace 70 años lo lógico es que hubiera en torno a siete días con mínimas de 20 grados en el Archipiélago durante ese mes. Sin embargo, ese dato se ha triplicado. Ahora hay poco más de 22. Las noches de octubre son más calurosas, algo que indudablemente tiene sus consecuencias. Muchas de ellas negativas.

Como apunta Dominic Royé, climatólogo y Doctor en Geografía Física por la Universidad de Santiago de Compostela (USC), que esto se repita cada vez más tiene un impacto nocivo en nuestra salud, “uno de los más críticos relacionados con el cambio climático”. El cuerpo humano necesita un tiempo para descansar y rebajar la frecuencia cardíaca, con mayor motivo si ha pasado por un día de calor. Por eso es tan importante el sueño y el reposo nocturno en una temperatura ambiente de confort, que, según el Doctor en Geografía por la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, se sitúa entre 16-18º C.

Cuando no se dan estas condiciones, el calor puede llevar a alteraciones y privaciones del sueño debido a la puesta en marcha de los procesos de termorregulación. “Las temperaturas superiores a las del confort pueden influir en el aumento del desvelo y en la disminución de las fases REM y SWS. La fase inicial del sueño es la más sensible y la que acumula las mayores alteraciones por estrés térmico”, explica Royé. Si lo unimos a una alta humedad, la evaporación del sudor se limita y dejamos de perder calor, lo que puede derivar en finales fatales como la insuficiencia orgánica.

Un estudio reciente publicado en la revista Epidemiology por Royé y otros colegas científicos encontró evidencias contundentes de que la mortalidad diaria está asociada con el exceso de temperaturas nocturnas superiores a los 20 grados y en menor medida con su duración. Se analizaron 11 ciudades de Europa del Sur y en algunos casos específicos los expertos encontraron un aumento de la mortalidad por causas naturales, respiratorias y cardiovasculares del 7% (Roma) y 12% (Madrid) a causa del extremo calor registrado en las madrugadas.

Otro trabajo, esta vez liderado por Jorge Olcina y publicado en la revista Climate Research, analizó el aumento de las noches tropicales en la costa mediterránea, que en ciudades como Valencia se han cuadruplicado en las últimas tres décadas. Aparte de dejar claro que existe un claro factor antropogénico detrás y un calentamiento del agua del mar, el estudio subrayó un aspecto que interpela a la principal industria de Canarias: también hay secuelas para el turismo, como la necesidad de inyectar más dinero en los sistemas de aire acondicionado de los hoteles.

El calor nocturno no es más o menos peligroso que el diurno, aún no hay estudios suficientes para dirimir qué afecta más. Pero es evidente que existen diferencias, ya que en las noches escasean las posibilidades de acudir a un lugar más fresco (playa, centro comercial, montaña, etc.) y las condiciones socioeconómicas también influyen. Las comunidades pobres lo sufren en mayor medida, al igual que las personas con avanzada edad, niños y ciudadanos con patologías previas.

En el caso particular del Archipiélago también influye su aclimatación a este tipo de clima. Aunque el número absoluto de noches tropicales se ha incrementado, las Islas están más acostumbradas a la vida con temperaturas mínimas superiores a los 20 grados que el resto de España. Aun así, Royé avisa: “Cuando alcanzamos extremos no habituales para esta población también es vulnerable”.

¿Se están calentando más las noches que los días?

Sí. Las noches son cada vez más calurosas y se están calentando más rápido que los días. En 1951 la temperatura mínima en las Islas era de 16,32º C de media; en estos momentos ese registro asciende a 18,69, más de dos grados de diferencia. Por su parte, las máximas han crecido menos. Volviendo a partir desde 1951, hemos pasado de notificar máximas de 23,28º C de media a 24,86, poco más de un grado y medio.

Es una tendencia global. “Se sabe que las temperaturas mínimas se incrementan más rápido que las máximas, lo que se conoce como calentamiento asimétrico”, detalla Royé. Se puede explicar a partir de un circuito de retroalimentación: a mayor temperatura, mayor humedad y generación de nubes, así que el calor se queda cerca del suelo, como una manta, dificultando el enfriamiento. “Asimismo, el aumento de las temperaturas del mar contribuye a que se mantengan los altos registros en el termómetro durante la noche”.

Por el momento no hay estudios concretos que cuantifiquen el impacto de las noches tropicales en la mortalidad en Canarias. No obstante, sí es posible reseñar dos conclusiones: el aumento de estos episodios sofocantes es debido a la crisis climática, eso es innegable, y un trabajo reciente señaló que al menos uno de cada cinco fallecimientos en Canarias por las altas temperaturas tiene su origen en el calentamiento global.

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