Adiós a VO, el último videoclub de Las Palmas de Gran Canaria, que pone a la venta todas sus películas
Tras 18 años, el Videoclub VO de Las Palmas de Gran Canaria echa el cierre. Sus dueños, los hermanos Gonzalo y Candela García, han decidido acabar el 31 de diciembre de este año con la aventura que inició su padre en 1999 y que, aunque tuvo años álgidos, finalmente los cambios en los hábitos de consumo de cine y series de los aficionados hacen que seguir con el negocio sea inviable. VO es el último videoclub de la capital grancanaria que mantiene el concepto original de alquiler de películas.
Debido a este cierre pondrán a la venta toda la videoteca que tienen en sus estantería, que supera las 12.000 películas. Los precios irán desde los 1,5 euros los largometrajes generales, los dos euros los ejemplares de Blu-Ray, y entre los cuatro y los seis euros aquellas películas que están descatalogadas. Entre estas joyas están los primeros trabajos de Christopher Nolan, como Following; El Duelo en la Alta Sierra, Grupo Salvaje o Mayor Dundee, de Sam Peckinpah; Adaptation, de Spike Jonze; Down By Law, de Jim Jarmusch; Celebration, de Thomas Vinterberg; La Fortuna de Vivir, de Jean Becker; Salto al Vacío, de Daniel Calparsoro, o el Show de Truman, de Peter Weir, además de muchas obras maestras de David Lynch y Joseph Mankiewicz. A ello se le suma cine iraní, coreano, europeo, mexicano, alemán y cubano, difícil de encontrar en otros rincones de la ciudad.
“Aunque el Monopol tenga mucho cine independiente, hay muchas películas que tenemos nosotros que no se emiten tampoco en las plataformas digitales. Esas películas, a no ser que te compres el DVD, no tienes posibilidad de verlas”, apunta Gonzalo.
Los hermanos García tienen previsto para el 29 de diciembre celebrar una fiesta de despedida en el Café del Arte, negocio que ahora regentan ambos y que está próximo al videoclub. “La idea es hacer una fiesta para despedirnos de los socios, que son personas que vienen prácticamente todas las semanas a vernos, además de para vender las películas que no hayamos vendido hasta ese momento”.
Como rememora el dueño, su padre abrió el videoclub por primera vez en la Plaza de la Feria “en la época en la que el Canal Plus era un producto caro” y hasta el año 2002 tuvo mucho éxito, momento en el que comenzó a hacerse popular la piratería. Desde hace tres años el negocio se mudó a la calle León y Castillo, donde pasó a ser un club de cine, “algo más personalizado, con recomendaciones personales y un trato cercano”, indica Gonzalo, que lamenta que las plataformas digitales les hayan quitado mercado, por lo que prefieren centrar sus esfuerzos en el bar.
El videoclub tuvo incluso una época en la que se celebraron talleres de guión, críticas cinematográficas, talleres para niños e incluso llegaron a fusionar el cine con la gastronomía mediante degustaciones. “Tenemos más de 15.000 socios, aunque la clientela asidua es de 150 personas, pero en las épocas buenas teníamos habitualmente 5.000 personas”, apunta.
Gonzalo comenta que debido al cierre echará en falta el contacto con sus clientes. “Estar aquí por la tarde hablando con los socios sobre el cine y compartir lo que te gusta y lo que no te gusta, sobre todo eso, es lo más agradable que le puede pasar en la vida a quien le gusta cine, recomendar sobre él y dejar que la gente te recomiende también, además del placer de poder gasta entre 1.000 y 2.000 euros cada mes en DVD”, sostiene, pero añade que en el bar seguirá proyectando largometrajes y vendiendo las obras que no le dé salida de aquí a final de año.