Ángeles Alemán recrea los jardines de Sventenius, de la Suecia de Linneo a la plantación del Jardín Canario

La autora, Ángeles Alemán.

Canarias Ahora

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Cuenta Ángeles Alemán que su libro sobre Sventenius fue creciendo en distintas visitas al Jardín Canario Viera y Clavijo, situado en una ladera del barranco Guiniguada. Es el primer jardín del mundo dedicado a la flora autóctona de Canarias y La Macaronesia, a cuyo estudio dedicó Erik Ragnar Svenson (1910-1973), Sventenius, sus mejores años. La publicación del Additamentum ad floram canariensem (1960) es un hito científico que designó a Sventenius como el sucesor de Viera y Clavijo, Humboldt y Berthelot en el conocimiento de la flora canaria.

“Durante años, muchos, el nombre de Sventenius tuvo para mí resonancias medievales”, explica Ángeles Alemán en una nota de agradecimientos en El último amor de Sventenius (Mercurio, 2004), relato con el que la historiadora del arte y profesora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria debuta en el género de ficción. Un aura medieval, en efecto, envuelve ese nombre, como de monje, ermitaño, alquimista o caballero andante. ¿A quién se le ocurre, escribir en latín un compendio científico en pleno siglo XX? La recreación de Sventenius en esta ficción se basa en la memoria y la intuición de la autora, dejándose guiar por las referencias de su propio jardín personal, situado en su infancia y su juventud en Tafira.

Sventenius debió ser un tema de conversación en una familia ilustrada como la de la escritora. Las familias felices de los libros de Ángeles Alemán se parecen, no solo entre sí, sino a ella misma. En todas se transmite a los hijos el conocimiento y la sensibilidad por los libros, el arte, la música y la ciencia. Sventenius es un símbolo (como Maud-Westerdahl, la protagonista de su anterior libro, un bosquejo biográfico de la pintora surrealista) de los jardines personales de Ángeles Alemán, los veranos de su infancia y su adolescencia en Tafira, muy cerca del Jardín Canario, entre nísperos de los huertos de la zona, y junto a su amigo, el pintor Juan Hernández, en las veladas de billar, conversación y risas del Monte 70, que antes de ser un pub de moda en los años 80 del pasado siglo, fue el hotel Lentiscal donde se alojó Sventenius cuando llegó a Gran Canaria en 1953 para realizar el encargo que le hizo Matías Vega Guerra de diseñar y plantar el Jardín Canario.

El origen de este libro está en una de esas conversaciones familiares: “Había visitado a mi tía Mercedes Gómez Díaz en compañía de Patricia Juan Fricke, nieta de Lotti Kercher. El comentario relativo a la pena causada por la muerte de Sventenius y la desolación que había dejado en el corazón de Lotti encendió la chispa que necesitaba. Entendí que era una historia que debía contar”, cuenta la autora.

Lotti Kercher es el otro personaje central de esta historia. “Tenía que ser desvelada y reivindicada”, afirma Ángeles Alemán, “no solo por haber sido amiga y después pareja de Sventenius, sino por sí misma, como profesional de la hostelería y mujer avanzada a su época”. Regentaba el hotel Lentiscal, junto a Otto Kercher, que había sido jefe de Cocina del hotel Palace, en Madrid. Allí trató con frecuencia con García Lorca, Buñuel, Dalí, Josefina y Claudio de La Torre, y otros jóvenes escritores y artistas de la generación del 27.

Las historias de Otto y de Lotti se cuentan en esta novela de vidas cruzadas, con tramas que se encuentran y se separan. Así, sabemos que llegaron juntos a Gran Canaria en 1950 y obtuvieron del gobernador civil la concesión para regentar el hotel Lentiscal, que antes había sido la pensión Esperanza. Simularon estar casados para proteger del integrismo religioso de la dictadura a Otto, que era homosexual. “Respecto a Otto Kercher”, observa Ángeles Alemán en la nota final del libro, “tengo que confesar que descubrir su vida ha sido un reto. Su estancia en el hotel Palace de Madrid como gerente de la Brasserie, fue confirmada”.

La novela recrea los pasos de Sventenius, siguiendo su huella a través de los jardines que creó, ayudó a rescatar o en los que colaboró. Fue el jardinero que diseñó y mantuvo el Jardín Botánico de Marimurtra, en Blanes. Pasó diez años investigando en el Jardín de Aclimatación de La Orotava, de 1943 a 1953, donde hizo escuela. Uno de sus colaboradores en Tenerife, el investigador Antonio González González, Premio Canarias y Premio Príncipe de Asturias, le dedica una semblanza, Sventenius, la botánica y yo (Centro de la Cultura Popular Canaria, 2001). Menos conocida es su labor pedagógica al frente de una colonia sueco-catalana de niños y niñas durante la Guerra Civil, en Girona.

La gran empresa de su vida fue plantar el Jardín Canario. En el libro de Ángeles Alemán, es “el último amor de Sventenius” al que alude el título, aunque este sea deliberadamente abierto para sugerir que pudo ser un amor compartido con el que sintió por Lotti Kercher. Admiró el primitivismo genético de la flora de Canarias, su conservación tal y como era en las edades prehistóricas en las que se formó la vida en este archipiélago.

Recorrió los barrancos y las montañas de Canarias en busca de ejemplares para su jardín, tal y como había hecho Viera y Clavijo, cuya Historia natural leyó con reverencia. Fue suya la idea de poner al Jardín Canario el nombre del arcediano ilustrado. Mientras plantaba el Jardín, se instaló como un ermitaño en una cueva del barranco, donde trabajaba, y donde, a menudo, se quedaba a dormir, a pesar de que tenía una habitación para él en el hotel Lentiscal de Lotti y Otto Kercher. Falleció el 23 de junio de 1973, víctima de un atropello en la carretera junto al jardín Botánico. Su tumba está dentro del jardín que creó, transfigurándose al final en su propia obra. El último amor de Sventenius se presenta este viernes 21 de junio a las siete de la tarde en la Biblioteca Insular de Las Palmas de Gran Canaria.

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