“Galdós fue capaz de describir la España del siglo XIX en los Episodios Nacionales porque era canario”

Yolanda Arencibia durante la presentación de 'Galdós, una biografía' en el casa-museo del autor grancanario

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

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Decía el escritor Max Aub que si se perdiera todo el material histórico del siglo XIX y solo perduraran los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós no importaría, porque ahí estaba todo. Las 46 novelas divididas en cinco series del autor grancanario, que narran a través de personajes ficticios el periodo que abarca desde la guerra de la independencia española de Francia a la restauración borbónica, suponen una obra monumental que el autor fue capaz de llevar a cabo desde la capital española precisamente por no haber nacido y crecido allí.

Esta afirmación es solo una de las reflexiones que comparte Yolanda Arencibia, catedrática emérita de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y autora de Galdós, una biografía, publicada en junio de este año. “Llegó al fondo de Madrid y fue capaz de describir los Episodios Nacionales como los escribió porque era canario”, afirma. Principalmente, esto se debe a dos premisas que parten de la base de que comprendió la importancia de la historia porque “en casi toda España estaba muy clara la respuesta a las preguntas quienes somos y de donde venimos; mientras en Canarias eso siempre fue una interrogación”.

Ese vació lo comenzó a llenar en el siglo XVIII José Viera y Clavijo con sus Noticias de la historia general de las Islas de canaria, una de las primeras publicaciones en las que daba espacio al pasado aborigen escasamente conocido para tratar de entender qué pudo quedar de eso en el presente. Y uno de los maestros de Galdós en Las Palmas de Gran Canaria, Agustín Millares Torres, escribió Historia de Gran Canaria’(1860) y la insigne Historia general de las Islas Canarias (1881-1893). Con la publicación de la novela Trafalgar en 1873, Galdós empieza a escribir “una historia nacional, pero desde la preocupación de decir de dónde venimos, para poder ver cómo puede ser la historia una lección para el futuro”, explica Arencibia. 

Este 2020, la pandemia generada por la COVID-19 paralizó gran parte de los actos previstos para conmemorar el centenario de la muerte de Galdós, principalmente en Madrid y en Las Palmas de Gran Canaria. En la capital isleña pudo celebrarse el pasado 14 de julio, en la casa-museo donde nació el escritor, la presentación de la obra de Arencibia. La autora, también profesora de Literatura española en la ULPGC y una de las mayores expertas en el autor grancanario al que ha dedicado gran parte de su vida, explica que durante los últimos cuatro años estuvo enfocada en cuerpo y alma a escribir “una biografía más” de “don Benito”, de una forma “fija”, casi “sin tener otra cosa en la cabeza”.

Confiesa que para elaborar la obra ha intentado meterse dentro del pensamiento de Galdós y, en este sentido, destaca que ha tenido muchos elementos de juicio basados, sobre todo, en su canariedad, al vivir en un entorno similar al de los primeros años del escritor, antes de partir hacia Madrid con 19 años. La investigadora ha estudiado a fondo la época en la que vivió, que conoce particularmente al ser similar al contexto de su abuelo, incluso al de sus padres. Además, ha podido mantener un contacto estrecho con su familia, como a su sobrina-bisnieta Caridad Rodríguez Pérez Galdós, algo que ha sido “muy ilustrativo” y que le ha permitido entender mejor la figura del autor de Fortunata y Jacinta.

En esa simbiosis que se establece entre la autora de una biografía y el sujeto omnipresente objeto de su investigación, Arencibia define a Galdós como una persona normal, de su entorno, destacando su curiosidad y su pasión. La diferencia con el resto de los mortales es que “estuvo dotado de un genio en el arte que le hacía interpretar para la literatura el mundo de una manera prodigiosa”, pero tenía sus “defectos y virtudes” como todas las personas. De ese genio destaca que cuando se lee una página suya “te hace sonreír o pensar” y, sobre todo “genera adicción”.

En su rutina diaria, Galdós salía cada día en Madrid después de levantarse muy temprano y escribir toda la mañana y le encantaba coger el tranvía, sentarse en la fila de atrás para escuchar las conversaciones de la gente que luego plasmaba en sus novelas. Como cronista de su sociedad, en un ejercicio de imaginación, si pudiera escribir un relato sobre la pandemia en España, Arencibia cree que sería muy similar al que redactó en 1865 sobre la epidemia del cólera en España, titulado Una industria que vive de la muerte, en la que tenía presenta el episodio vivido en la capital grancanaria en 1851, cuando toda su familia se recluyó en el Monte lentiscal. “Aquellos sentimientos eran parecidos a los de ahora, aunque con grandes distancias. Pero sí estaban asustados, viendo pasar entierros y entierros. Y era una manera de inspeccionar, de plantearse la vida de otra manera. Eso, sumado a las incertidumbres de no saber cómo y cuando acabaría”.

El Galdós político

El mismo día en el que se cumplían 100 años del fallecimiento de Galdós, el Congreso de los Diputados celebraba la primera sesión de investidura del entonces candidato Pedro Sanchez a la Presidencia del Gobierno tras pactar con Unidas Podemos. En su intervención, Pablo Casado, líder del Partido Popular, aprovechó la efeméride y citó una frase del libro Fortunata y Jacinta para dirigirse a Sánchez: “La moral política es como una capa con tantos remiendos que no se sabe ya cuál es el paño primitivo”. Posteriormente, Pablo Iglesias (Unidas Podemos) replicaba recomendándole “más Galdós” y recordando que fue “un republicano que acabó siendo socialista”.

Arencibia tiene claro que Galdós “debe ser un referente para unos y otros, para la derecha y la izquierda”, al tiempo que recuerda que “fue un patriota”, una palabra que en la actualidad se asocia “de una manera estúpida” a la derecha y debería “ser la primera palabra de todos los españoles”. Era, fundamentalmente, “un progresista”, con ideas liberales y republicanas que comenzó a mostrar sus pensamientos durante sus primeros años como periodista.

Como siempre le interesó la política porque pensaba que había que “arrimar el hombro” y criticaba al caciquismo o al político profesional, entró al Congreso de los Diputados con el Partido Liberal, aunque lo hizo como cunero por Puerto Rico en 1886. Ya en el siglo XX volvió como diputado por Madrid con el partido Unión Republicana en 1907 y 1910 “porque pensaba que era el más cercano hacia la España que quería, que no era la monárquica de Alfonso XIII”, relata Arencibia, quien considera que “se dejó engatusar y se prestó a arrimar el hombro”. Pero “era muy crítico con su partido”, de hecho, se atrevió a ensalzar en público la figura del socialista Pablo Iglesias, afirmando que era “lo único serio, disciplinado, admirable que hay en la España política”.

Pero a lo que Galdós dedicó gran parte de su vida fue al arte, haciendo sus primeras incursiones en el mundo del teatro en Las Palmas de Gran Canaria, donde se representó una obra suya en 1861. A Madrid, según su madre, fue a estudiar Derecho, carrera que abandonó pronto para dedicarse al periodismo, darse a conocer y escribir. Es en 1870 cuando se publica un artículo suyo que se llamaba La novela española contemporánea, en la que hacía un diagnostico de la obra literaria nacional y lo que se debía hacer para renovarla. Es ese momento el que Arencibia sitúa como el inicio de la hoja de ruta que se marcaría como escritor, ya que después empezó los Episodios Nacionales y cuando estaba a la mitad de la segunda serie se lanzó a escribir la novela social.

Su canariedad

Y respecto al manido tópico de que cuando Galdós llegó a Cádiz con destino a Madrid se sacudió la arena de Canarias, Arencibia explica que “tener éxito es una primera premisa para que vayan contra ti, porque la pequeña envidia es muy fuerte. Don Benito fue un hombre que nunca tuvo pelos en la lengua para decir lo que pensaba y siempre abogó por una España que no fuera monárquica y una iglesia que no fuera suntuosa, cosas muy difíciles de perdonar”. A esto, suma “un sentimiento popular que se generó entre la gente que decía que no era canario porque se fue”. Pero al respecto trae a colación que mantuvo su acento -una de las razones por las que hablaba poco en el Congreso, pues no estaba bien visto- o que en sus primeros años en la capital de España se reunía con otros isleños en el Café Universal, donde recibían periódicos de las Islas y los comentaban, e incluso llegaron a hacer La revista de Canarias.

“Él vivió toda su vida con su familia, recibía cartas casi todos los días. Se preocupaba por su gente de las Islas. Y lo último que hizo, que pudo haber sido diputado Republicano por Madrid, fue ser diputado republicano por Las Palmas en 1914 (fue elegido junto a Leopoldo Matos y Baldomero Argente del Castillo)”, añade Arencibia, que concluye rememorando que uno de los últimos trabajos de Galdós fue intentar que Gran Canaria contara con su propio instituto para poder cursar bachillerato y que los estudiantes no tuvieran que ir a Tenerife. Y en 1916, gracias también a la labor de otras personalidades, se crea el primer centro de estas características en la capital grancanaria, que posteriormente pasaría a denominarse IES Pérez Galdós.

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