Drama social desde Palestina y Japón
Del director palestino Rashid Masharawi, autor de Curfew'(1994) y Ticket To Jerusalem (2002), llega a San Sebastián para competir por la Concha de Oro Eid milad Laila (El cumpleaños de Laila) que cuenta la historia de Abu Laila, un ciudadano que ejercía de juez hasta que el gobierno no dispuso de medios para pagarle, por lo que está obligado a trabajar de taxista. El día en el que su hija Laila cumple siete años, su mujer le insiste para que vuelva a casa pronto con un regalo y un pastel. Abu Laila no piensa en otra cosa que en cumplir esta misión, pero el día a día en Palestina tiene otros planes para él. Una jornada tipo en la ciudad de Ramalla con atentado incluido. Una reflexión, en lenguaje cinematográfico, de la frustración que viven muchos en ese país con eterno conflicto. Abu Laila, no soporta ni está dispuesto a pasar por alto la falta de ley y el caos que lo rodea a él y a su familia. El tiempo dirá si su postura acabará por cambiar y adecuarse a la falta de orden y concierto de la situación palestina y terminará como el hombre en el que se inspira el personaje, alcohólico y al borde del suicidio.
Cine japonés sensible y humano
La única película con firma japonesa que opta a la Concha de Oro en esta 56ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, Aruitemo Aruitemo (Still Walking), narra 24 horas de la vida de la familia Yokohama, que como cada año se reúne en la en la residencia familiar en la que todavía viven los padres, para conmemorar la muerte del hijo mayor, que dio la vida por salvar a un niño que estaba ahogándose en el mar. El hijo y la hija vuelven, junto con sus respectivas familias, a la casa que los vio nacer, en la que, aunque sigue siendo la misma, con el paso de los años se aprecian ligeros cambios en cada uno de los miembros que habitaron en ella.
Al más puro estilo del Yasujiro Ozu en Cuentos de Tokio, la película de Hirokazu Kore-eda retrata la cotidianidad de una familia japonesa, mostrando las costumbres de la vida diaria, los diálogos típicos y las relaciones entre los padres y los hijos, buscando ante todo la belleza estética, con imágenes estáticas, sin prisas ni estridencias.
Para ello, el cineasta japonés comentó, en rueda de prensa, que ha utilizado “objetos cotidianos como una sandía, un pijama o una bañera, para expresar a través de ellos las relaciones familiares y los conflictos generacionales”.
Esta estrategia ha servido a Kore-eda para liberarse de todo sentimiento melodramático y áspero, ya que ha confesado que “ésta es una película muy personal”, inspirada en la muerte de su madre hace tres años y en la figura de su abuelo paterno, que fue médico, y que siempre le intentó convencer para que él también lo fuera.