Las editoriales canarias, en los tiempos del cólera
Canarias cuenta con cerca de 26 editoriales privadas. Una de cada tres nota un descenso en la compra de sus libros, si bien puntualizan que “el producto nunca ha sido un objeto de gran demanda” y que el best seller marca la pauta de los gustos generales de los canarios; justo los libros que facturan las grandes editoriales de ámbito nacional.
Las pequeñas empresas que no ven negocio en la edición de un libro y continúan la labor “por amor al arte”, según la opinión de María Jesús Alvarado, de la editorial Puentepalo, junto a las grandes editoriales que centran su actividad económica en el libro y mantienen centenares de volúmenes en el mercado, retienen la nota del poeta argentino, Oliverio Girondo, aquella que dice que “un libro debe construirse como un reloj y venderse como un salchichón”.
Las editoriales lo tienen claro, cada maestrillo tiene su librillo, y buscan fórmulas que les permita capear el temporal. Algunas probarán a eliminar intermediarios, “buscando un negocio más directo”, como apunta Domingo Hernández, de Página Ediciones. Opina que la publicación de obras es un negocio complementario que se ciñe al refrán de lo comido por lo servido.
Promoción y subvención
La táctica de la editorial Baile del Sol es la “promoción, proyección y difusión”. La encargada, Ángeles Alonso, razona que no se aventurarán con la publicación de una gran cantidad de libros, esperan “alargarles la vida en las estanterías de las librerías, mientras desahogan al crítico para que realice sus valoraciones con tiempo”. El editor Jorge Alberto Liria, de Anroart Ediciones, piensa igual: “muchos títulos agobian al mercado”.
Otras empresas del sector desean que el Gobierno de Canarias no enfade al Quijote, negándole el pan y la sal a los libros que otros devorarán sin volverse locos. Las ayudas se convierten para muchas editoriales en “la clave para continuar con la labor”. Empresas como El Vigía Editorial y el Centro de la Cultura Popular Canaria (CCPC) lo ven así.
Precisamente, esta última editorial denunció a principios de año la extinción de las subvenciones con las que mantenían la vida de una parte de los libros. La coordinadora de publicaciones, Remedios Sosa, indicó que “tanto los ciudadanos como las administraciones públicas donde primero recortan en época de crisis es en la cultura, cuando en realidad es un nicho excelente para encontrar la serenidad, receta que acerca las soluciones inteligentes para salir del paso”.
La Dirección General del Libro, asegura que en 2008 se ayudó con 1,3 millones de euros a los autores, a las editoriales y a la promoción y difusión del sector. Lo que supone una media aproximada de 52.000 euros por editorial, aunque no todas recibieron esa cantidad, porque la Dirección General también editó sus propios libros (304.192 euros) y la promoción en diferentes ferias nacionales e internacionales supero los 400.000 euros.
Nuevos escritores
La conclusión que se desprende del recorte de subvenciones y de la apuesta por un número más reducido de libros es que los nuevos escritores canarios “lo tendrán más difícil todavía”, como subraya Juana María Melián, de Ediciones Idea. Ella espera que la promoción ayude a los volúmenes con nombres canarios, porque se pregunta de forma retórica si los niños conocen a los escritores de las Islas.
Pese a las dificultades, la mayor parte de las editoriales siguen apostando por la publicación de obras de nuevos escritores. Dice Liria (Anroart) que “nunca se puede perder esa perspectiva, el negocio editorial también son ellos, aunque se conozca de antemano que el libro publicado no tendrá éxito”.
Las cifras se equilibran con la edición de otras obras que obtienen beneficios. De esta manera los resultados son curiosos: El CCPC reconoce que han podido publicar libros de narrativa de autores jóvenes y desconocidos gracias a las ganancias que obtienen de Lo mejor de la cocina canaria, que cuenta con cerca de 100.000 ejemplares en el mercado y mantiene un buen ritmo de venta.
Otros escritores no esperaron y se asociaron para poder publicar sus obras en su propia empresa, es el caso de El Vigía Editorial que abrió sus puertas en 2002.
Papel frente al libro digital
“El libro es algo que hay que coger, oler, manosear, para luego reencontrarte con él” dice Alonso (Baile del Sol). Ella opina que la crisis acelerará el proceso del área digital en el mundo del libro, pero respira tranquila al augurar lo mismo que Sosa (CCPC): “El libro digital se solapará con los editados en papel durante un periodo medio de entre diez y quince años. Aunque el papel como soporte, aguantará más, se seguirá utilizando”.
Todos los editores concluyen lo mismo, “el papel dejará paso al libro digital” y por el camino habrá que renovarse o morir. Liria (Anroart) reflexiona que “debe ser así, porque la tecnología tiene dos caras. Por un lado es accesible para todos, como Internet, pero si le das la vuelta a ese mundo se comprueba que está controlado por unos pocos y eso no es garantía de libertad”.
Sin embargo, el editor considera que no se puede temer a la era digital y revela que “hoy existen libros porque existe tecnología: el escritor desarrolla su obra en un ordenador, el texto llega a la editorial en formato pdf y se convierte en un libro a través de una imprenta que también utiliza avances tecnológicos y energía”. “El libro digital es una alternativa a la que tendremos que adaptarnos”, concluye.
Otra cosa son las enciclopedias en papel, “estas obras ya han desaparecido”, dice el editor. Han estado presente durante tres siglos de la historia y “murieron porque no se puede actualizar una edición a la misma velocidad que lo hace internet u otros formatos digitales; que encima son más baratos y ocupan menos espacio”.
Liria confía en que las editoriales canarias no corran la misma suerte y se acuerda del escritor Balzac cuando anotó que “la vida no elabora historias redondas; que sólo en los libros podemos encontrar finales fuertes y decisivos”.