'El otro lado', una obra ''necesaria'' que sube al escenario del Teatro Cuyás
“No hay que dar la espalda a la risa y a otro tipo de teatro un poco más alegre, pero en momentos como el que vivimos, una obra como El otro lado es necesaria. Es necesario escribirla, representarla y verla”. Así se expresó este jueves Eusebio Lázaro, director y actor del montaje que estará en el cartel del Teatro Cuyás desde este viernes hasta el próximo domingo.
En total, tres funciones para disfrutar del saber del propio Lázaro, de Charo López y de José Luis Torrijo. Un trío de ases que pone en escena un texto del siempre genial Ariel Dorfman. “Es uno de los grandes de la dramaturgia argentina (aunque está nacionalizado en Chile) y hablar de teatro argentino es hablar de cosas mayores”, recordó Gonzalo Ubani en la presentación de esta sátira en clave tragicómica sobre la inutilidad de la guerra y lo absurdo de las fronteras.
Lo mejor de El otro lado, continuó Lázaro, es que “uno ve sobre el escenario cosas que pasan en la actualidad y que han pasado desde hace dos mil años”, una reflexión sobre “un buen puñado de imbéciles que han conducido al mundo al desastre una y otra vez”, una obra en la que “sobre el texto de horror y desesperanza subyace ese humor negro tan latino que tiende a reírse de lo que nos resulta insoportable y atroz”.
El sentido tragicómico es una de las señas de identidad de Ariel Dorfman, incidió por su parte Charo López, quien señaló que “hacer que el público pueda burlarse de un tema tan trágico como la guerra es uno de los grandes méritos del texto”. “Es una buena forma de enfrentarse a un mundo duro”. En esta obra, que produce la propia López y cuenta con la dirección de Eusebio Lázaro, la intérprete da vida a “una madre que espera a su hijo desaparecido desde hace 20 años”. Junto a Lázaro, forma un matrimonio de ancianos que vive en “la tierra de nadie que separa a dos países que están en guerra desde hace más de dos décadas”. El absurdo de la situación (ellos se dedican a identificar y enterrar a los muertos de ambos bandos del conflicto para facilitar su recuperación por parte de las familias) se complica, paradójicamente, con la llegada de la paz. La nueva frontera divide en dos su casa y un soldado (interpretado por José Luis Torrijo) es enviado al lugar para que se cumplan de manera escrupulosa las leyes. Visados para ir al baño y treguas para comer o dormir serán la nueva realidad del matrimonio.
“Este militar representa las reglas. Es inflexible y nunca ha conocido otra cosa que la disciplina del ejército. Pero el contacto con los dos ancianos hace que todo ese mundo de rigidez e intransigencia empiece a venirse abajo”, señaló Torrijo. La cosa se enreda cuando el personaje interpretado por Charo López se convence a sí misma de que ese militar enviado a su casa es su hijo desaparecido.
Las situaciones caóticas y absurdas “que hacen que el público se ría a gusto”, son el telón de fondo de una situación que, en realidad, es todo un drama humano que trasciende la casa. “Una de las cosas que más me impresionan de este texto es su enorme vigencia”, señaló Torrijo. “Salgo al escenario y digo cosas que acabo de oír en el Telediario, sólo unos minutos antes de salir a escena”, comentó. Pero también se trata de una trama compleja y, en este sentido, Charo López sostuvo que Dorfman ha sido capaz de “dar una visión cruda pero digerible de una situación espantosa. Es una obra que habla de cosas que hay que decir y denunciar y por eso creo que es uno de los retos más intensos de mi carrera como actriz y como productora”.
El espanto de las acciones que crean ciertos intereses. Torrijo habló de la perpetua “alusión al otro, al enemigo, al que está enfrente” para crear una trinchera que justifique casi cualquier cosa, mientras que Lázaro, tremendamente crítico, fue mucho más allá: “Uno mira imperios y gobiernos y llega a la conclusión de que los ciudadanos somos capaces de poner en una tribuna a auténticos imbéciles”. “El autor arremete contra la ridiculez de la frontera como ámbito de exclusión y enfrentamiento, porque no hay nada más ridículo que una frontera, algo a lo que el ser humano es demasiado proclive”, finalizó.