La primera vida del Oasis
Ahora que se ha decidido proceder al derribo del Hotel Oasis Maspalomas tal vez sería necesario recordar que en su primera vida se convirtió en uno de los principales establecimientos hoteleros de todo el mundo. Fue la época en la que Alberto Isasi dirigía un próspero negocio propiedad de la familia condal de cuyos miembros se convirtió durante años en mano derecha y hombre de confianza. El hotel se fundó en 1968 cuando ni siquiera había una carretera en condiciones que uniera el primer núcleo turístico con Las Palmas de Gran Canaria. Isasi asumió las riendas del establecimiento desde el principio hasta 1980, período de mayor brillantez y en el que se convirtió en un referente del turismo de calidad que en su momento se quiso poner en marcha en Canarias. Durante ese tiempo se hace difícil creer la cantidad de personalidades, estrellas y acontecimientos políticos que tuvieron como escenario este hotel.
Isasi entró a dirigirlo cuando apenas contaba 30 años. Entonces estaba al frente del hoy desaparecido Hotel Gran Canaria y fue llamado por el conde de la Vega Grande, Alejandro del Castillo para ocuparse del segundo establecimiento de cinco estrellas que se ponía en marcha en el Archipiélago. El hotel fue construido con fondos propios de la familia condal y una subvención de apenas 9.000 euros que concedió el Ministerio de Turismo. Finalmente abrió sus puertas el 14 de diciembre de 1968. “La auténtica proeza es que conseguí rodearme del mejor equipo de profesionales que existía en aquel momento en Canarias. Fue algo excepcional”, recordardó Isasi unos años más tarde.
La cena de inauguración supuso todo un hito en la vida social del Archipiélago de aquellos años y se llegaron a reunir alrededor de 1.000 personas que disfrutaron de la actuación de la bailaora La Chunga y de la cantante inglesa Sandie Shaw que ese año había ganado el festival de Eurovisión con la canción Marionetas en la cuerda. Curiosamente aunque los estilos musicales de ambas eran radicalmente distintos coincidían dos cosas. Estaban de moda por aquellos días y las dos actuaban descalzas. Llegaron a barajar el nombre de otras estrellas como el cantante francés Charles Aznavour o incluso Frank Sinatra. Lo que deja claras las ambiciones con las que despegaba el nuevo hotel.
También acudió la plana mayor de las autoridades de Canarias y el entonces subsecretario de Estado, Pío Cabanillas, quien por la mañana había visitado el edificio mientras los obreros daban los últimos retoques. Para dar idea del respeto casi sacrosanto con el que se trataba entonces a los ministros, Isasi recuerda que en un momento dado vio una alpargata tirada en el suelo y para distraer la atención de Cabanillas le pidió que mirara al mural del techo, mientras le daba una patada al zapato que fue a parar debajo de un sillón.
A esta gala de inauguración siguieron muchas otras que contaron con las actuaciones de auténticas estrellas de la época como Raphael, Massiel, Salomé, María Dolores Pradera, The Platters, Julio Iglesias y todo tipo de espectáculos y orquestas. “Si a ello sumamos el servicio impresionante, las cenas que servíamos y el equipo humano con el que contábamos podemos decir que el resultado fue siempre excepcional”.
Tal es así que en el ranking que elaboró una publicación inglesa especializada en turismo el Oasis se situó en el puesto 80 de todos los hoteles del mundo. “Aquel lugar fue un auténtico centro de atracción internacional. Se corrió la voz por toda Europa y había auténticas bofetadas y colas tremendas para reservar una habitación. Visitar nuestro hotel era un signo de distinción”, indica Isasi.
Las labores de promoción las asumió directamente el propio director que se desplazaba a casi todas las ferias internacionales no sólo de Europa sino también de Estados Unidos y Sudamérica. “El hotel era una visita obligada para cualquier personalidad que llegara a Canarias. Tal vez se alojaban en Las Palmas pero cuando visitaban el sur tenían que venir a nuestro hotel y les ofrecíamos un banquete. Por el Oasis llegaron a pasar casi todos los ministros de la época de Franco. De hecho, el responsable de Industria, López Rodó permaneció alojado en sus habitaciones durante 30 días elaborando uno de aquellos pretenciosos planes de desarrollo de cuyo milagroso cumplimiento se daba luego cuenta en los No-dos. También visitaron el hotel en la década de los años setenta los entonces príncipes don Juan Carlos y doña Sofía acompañados de sus tres hijos.
Como prueba de la relevancia que tuvo este establecimiento hay que señalar que el ministro de Asuntos Exteriores Fernando María Castiella celebró aquí en el año 1970 las primeras reuniones con su homólogo de Mauritania para repartir el Sáhara español. “A mi me comunicó el gobernador civil que iba a recibir una llamada del Ministerio de Asuntos Exteriores y que tenía que ser muy discreto. Curiosamente quien me telefoneó fue Marcelino Oreja, que en aquel entonces era ayudante del ministro”, dijo.
Isasi se tomó tan en serio la orden de ser discreto que las reuniones jamás llegaron a ser conocidas por los medios de comunicación. Tal vez por ello ambas personalidades volvieron a reunirse aquí un año más tarde y en 1976, España acabaría abandonando el Sáhara. Por los servicios prestados Isasi recibió la orden de Mérito Civil.
En aquellos tiempo el hotel formaba parte de los escasos establecimientos que se habían instalado en el sur de la isla y que estaban dispersos en San Agustín y Playa del Inglés. Fue además el segundo que se levantó en el sur después del Folías y también el segundo de cinco estrellas de toda Canarias junto con el de Santa Catalina en la capital grancanaria. Entre sus atractivos destaca un mural de 10x4 metros obra de Manuel Millares que fue elaborado en la primera estación del Inta en Maspalomas y una escultura del premio Canarias, Martín Chirino llamada Mediterráneo, una poética inútil, que luego se trasladó a la estación depuradora de Elmasa.
El hotel en su primera fase contó con 150 habitaciones y luego se amplió en otras 120 más. Un hito histórico fue la visita de la primera tripulación que pisó la Luna formada por Aldrín, Armstrong y Collins, poco después de haberse producido la hazaña. Los astronautas llegaron a la isla rodeados de una enorme expectación y medidas de seguridad y reservaron 40 habitaciones, lo que puso a prueba la capacidad de organización de los responsables del establecimiento. Al año siguiente llegaría también la tripulación del Apolo XII, la segunda que puso el pié en la Luna, aunque en este caso la visita causó menores quebraderos de cabeza.
De toda aquella época el primer director recordaría que aunque suponía toda una aventura pasar las vacaciones en el sur de Gran Canaria, “a la gente le gustaba mucho este destino y así poco a poco Maspalomas se fue consolidando”. Califica Isasi de “excelente” el servicio que prestaban a unos precios que para los europeos de aquella época, “resultaba baratísimos”. Rememora con nostalgia que “podías sentarte a las seis de la tarde en el hall para disfrutar de un espectáculo increíble e impagable.
Las mujeres con traje de noche y los hombres con smoking bajaban a tomar el aperitivo en medio de una decoración de lujo“. En su época de mayor esplendor el hotel se llegó a convertir en una comunidad que reunía a 350 empleados y 700 clientes. Por ello no es raro que se produjeran los sucesos típicos de estos establecimientos tales como las clásicas ratas de hotel, una de las cuales llegó incluso a reventar una caja de seguridad. El ladrón resultó ser tan hábil que nunca fue identificado.
Para evitar los robos contaban con los servicios de un detective privado cuyo nombre era Tomás Aneyros. En cierta ocasión un cliente inglés denunció el robo de un diamante de cuatro quilates de su habitación y por ello exigía un certificado para pedir luego la indemnización. Ante la sospecha de que se trataba de una farsa, Isasi encargó al detective que investigara los hechos, descubriéndose al final que la piedra preciosa estaba guardada en el fondo de un abrigo del denunciante. Después de descubrirlo, Isasi guardó el diamante durante unos días “para hacerlo sufrir un poco” y finalmente se lo devolvió al cliente. También se produjeron algunos accidentes menores y dos o tres fallecimientos, pero curiosamente, nunca hubo un cliente que se marchara sin pagar religiosamente su factura.
En el éxito del hotel tuvo mucho que ver lo exótico que resultaba en aquellos años la existencia de un destino turístico como era Gran Canaria, situado a tan sólo cuatro horas de Europa, con un clima excelente y unos precios más que razonables. “Fueron tales los buenos resultados que la segunda fase del hotel la pagaron los turoperadores Tui y Kauffhof que aportaron 361.500 euros cada uno que fuimos devolviendo con la facturación”. Los beneficios comenzaron a aflorar desde el primer día de la inauguración en aquel ya lejano invierno de 1968. Ahora el hotel inicia una segunda vida a partir de su próximo y muy cuestionado derribo. Ya no será el mismo, sino otro distinto con el mismo nombre y una historia prestada.