Erdogan parte como máximo favorito con el debate ideológico todavía en liza
ANKARA, 11 (Reuters/EP)
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, se prepara para repetir mandato por tercera vez consecutiva una vez concluyan los comicios que tendrán lugar mañana domingo y que dan a su partido Justicia y Desarrollo (AKP) como máximo favorito, tras despejar --por el momento-- todos los miedos sobre cualquier tipo de intenciones totalitarias tras nueve años en el poder.
Consolidada como un ejemplo de comunión entre el Islam y el modelo de democracia occidental, Turquía ha sido también un oasis de estabilidad en una región alterada por las revueltas populares de la región. De igual modo, el país atraviesa ahora el período más estable y próspero de su historia reciente, inmerso en negociaciones para una posible incorporación a la Unión Europea sin abandonar sus miras en Asia, Oriente Próximo y África.
Los inversores también han depositado su confianza en las capacidades económicas del país, si bien todavía no han despejado sus recelos ante una posible vuelta a los ciclos golpistas que han dominado el país durante la segunda mitad del siglo XX, pero las posibilidades de un golpe de estado parecen remotas, toda vez que el AKP ha recortado las competencias del Ejército.
No obstante, algunos analistas consideran que la economía turca, movida por una explosiva demanda del consumidor, está peligrosamente expuesta a los desequilibrios.
A pesar de que las intenciones democráticas de Erdogan no están puestas en duda, desde la oposición se teme que el primer ministro haga válida su promesa de emprender una nueva redacción de la Constitución si, como apuntan las mejores perspectivas, consigue una victoria lo suficientemente amplia como para garantizarle una “supermayoría” parlamentaria, lo que podría polarizar la sociedad e impedir la consecución de reformas estructurales que llevan pidiendo desde hace bastante tiempo.
SIN “PROPÓSITO OCULTO”
“Cualquier intención oculta que pudiéramos tener, debería de ser a estas alturas el secreto mejor guardado de la Tierra, porque la gente nos ha visto en acción durante los últimos nueve años”, declaró el ministro para Asuntos Europeos del AKP, Egemen Bagis.
El ministro se refería así al cambio de rumbo que se aprecia entre las críticas a la oposición. En 2002, tras la primera victoria del AKP, el secularista Partido Popular Republicano (CHP) advertía de una invasión islamista. Ahora, su nuevo líder, Kemal Kilicdaroglu, se limita a acusar a Erdogan de espionaje político y de incrementar la diferencia de riqueza.
Sin embargo, otros críticos recuerdan que la libertad en expresión en el país todavía deja mucho que desear y advierten de que cada minuto que el AKP se mantiene en el poder, las posibilidades de que Turquía acabe degenerando en una autocracia son cada vez mayores.
“La sociedad turca ha experimentado una evolución desde 2007, cuando las elecciones eran vistas como un concurso ideológico”, indicó el integrante del Centro de Estudios de Política Económica y Exterior, Sinan Ulgen. “Por ello, se ha podido progresar en ciertos aspectos del debate, pero eso no significa que las tensiones ideológicas hayan terminado”, indicó.
En los nueve años que el AKP lleva en el poder, se ha registrado un aumento del poder social de los religiosos turcos, que han conseguido desplazar de los mandos a la élite occidentalizada y secular. Los militares, autoproclamados guardianes del secularismo, se encuentran recluidos en sus barracones; las esposas de Erdogan y del presidente, Abdulá Gul, llevan orgullosas un pañuelo en la cabeza. Ni siquiera se sirve alcohol en las recepciones oficiales.
El debate sobre si estos indicios tienen carácter puramente anecdótico no ha terminado. “Los pañuelos se pueden deber a la aparición de una nueva clase media conservadora, pero en términos generales creo que el AKP está impulsando una agenda social más restrictiva” según el miembro del grupo de estudios Chatham House, Fadi Hakura. Las sospechas de que la Policía está repleta de seguidores del predicador musulmán Fethulá Gulen, son particularmente graves.
Pero Erdogan, un devoto musulmán que ni bebe ni fuma, niega que su partido intente imponer cualquier tipo de cortapisas al estilo de vida de los turcos. “Puedo haberme posicionado yo, de motu proprio, contra el alcohol. Pero cualquier intento de imponer una aproximación personal a toda sociedad es un claro ejemplo de represión”, aseguró Erdogan.