Los republicanos intentan vengarse en el Congreso de Obama
NUEVA YORK, 28 (EUROPA PRESS)
El éxito de la reforma sanitaria de Barack Obama puede haberse cobrado un alto precio legislativo. Una semana después de la “victoria histórica” del nuevo modelo de Sanidad pública, el Congreso estadounidense ya está experimentando las primeras secuelas de una de las reformas más impactantes de los últimos 50 años.
Ninguneado en el proceso de votación, el Partido Republicano rechazará por sistema cualquier nueva propuesta de reforma, mientras aguarda a que la composición del Congreso gire a su favor en las próximas elecciones legislativas en las que un buen número de legisladores demócratas, debilitados por el número de compromisos que se vieron obligados a aceptar para lograr el triunfo del plan sanitario, podrían perder su escaño.
El gasto empleado en la negociación de la reforma sanitaria ha dejado en un segundo plano promesas electorales de Obama como la negociación de una estrategia contra el cambio climático, una serie de enmiendas a la actual normativa de inmigración, la modificación de las tasas de estudio universitario --dentro de un ambicioso plan de educación-- y, sobre todo, la apuesta definitiva: el plan de reforma financiera. Quizás es demasiado. Expertos consultados por 'Newsweek' temen que el presidente haya agotado todas sus energías en lo que podía ser a largo plazo una victoria pírrica.
AL ENEMIGO, NI AGUA
“Se acabó la cooperación con los demócratas en lo que queda de año”, declaró el pasado lunes el senador John McCain en Radio Arizona. “Han contaminado el pozo con lo que han hecho, y con cómo lo han hecho”, lamentó. Ni siquiera el presidente Obama puede ocultar que el desencuentro con los republicanos ha sido total.
En su discurso semanal de la semana pasada, afirmaba que las negociaciones entre ambos partidos sobre la reforma financiera está paralizada. “Los republicanos han abandonado las propuestas después de meses de trabajo con los demócratas. Lo lamento, y les pido que lo reconsideren”, señalo Obama.
El precio de la reforma sanitaria ha sido el fin de la promesa de bipartidismo. Quizás no se perciba especialmente en la Cámara de Representantes, pero en el escalón superior del Senado, con la muerte el pasado febrero de Robert Kennedy, los demócratas ya no gozan de la “supermayoría” (mayoría cualificada) de 60 escaños necesaria para aprobar cualquier medida sin el consentimiento de sus rivales. Ahora, los republicanos pueden bloquear absolutamente cualquier iniciativa, y lo van a hacer.
COSTE DEMÓCRATA
Los demócratas tampoco están exentos de tensiones en sus propias filas. Los republicanos están convencidos de que al menos 40 legisladores rivales tienen todas las papeletas para perder su escaño por el mero hecho de respaldar la reforma sanitaria en contra de la opinión de los votantes del estado al que representan.
Esta tensión se acentúa cuando se trata de cuestiones en las que los demócratas se muestran especialmente divididos como son el cambio climático y el modelo de inmigración. Así, es muy posible que representantes como Blanche Lincoln (Arkansas, donde se están registrando cifras récord de inmigrantes), cada vez más retrasados en las encuestas sobre los comicios legislativos, no se expongan a otra votación arriesgada.
“El hecho es que muchos demócratas se arriesgaron mucho la noche del domingo, y se lo vamos a recordar durante los próximos siete u ocho meses”, declaró el portavoz del Comité Republicano del Congreso, Paul Lindsay, a la cadena estatal de radio estadounidense (NPR).
Los demócratas conocían los riesgos. “Mucha gente me ha dicho que esta decisión me va a costar el empleo”, aseguró el representante por Ohio, John Boccieri, quien sin embargo reconoció que varios de sus compañeros “ya están en problemas” para mantener su escaño, independientemente de su respaldo a la reforma sanitaria.
POLÍTICAS EN PELIGRO
Tras la muerte del senador Kennedy, la aprobación de la reforma financiera de Obama está en manos de un sólo hombre, el líder republicano del Comité Bancario del Senado, Robert Corker, quien se expone a un dilema: o aprueba la reforma en el Senado --tras introducir un buen número de enmiendas favorables a su partido-- para conceder una nueva victoria a Obama, o se cierra en banda y mantiene la parálisis en el proceso de negociación, impidiendo que se lleve a buen término una reforma que incluso muchos miembros de su partido consideran “necesaria”.
La nueva ley sobre cambio climático se basa en la cooperación entre los legisladores demócratas John Kerry y Joe Lieberman y la republicana Lindsay Graham. La idea que se le ha ocurrido a esta última es un sutil cambio de nombre, “ley climática” por “medida energética”. La idea pasa por convencer al sector republicano de que la ley medioambiental responde a una cuestión de seguridad nacional, en lugar de para proteger el planeta. El trío tiene previsto presentar su plan el mes que viene.
Sí que va a verse afectada especialmente la reforma sobre inmigración, que sigue todavía enterrada en la agenda demócrata. Según el analista de 'Newsweek', Arián Campo-Flores, no se esperan avances hasta pasadas las elecciones legislativas. “Queda la esperanza de que se publique una enmienda detallada en las próximas seis semanas”, aseguró no obstante el director ejecutivo de la ONG pro inmigración Voz de América, Frank Sharry.
REFORMA EDUCATIVA, CASI HECHA
En el caso de la iniciativa de ayuda al estudiante --por la que el Gobierno se redestinará 61.000 millones de dólares en becas a lo largo de la próxima década--, la situación es mucho más favorable, dado el acuerdo previo alcanzado entre demócratas y republicanos, y que permitirá que la nueva legislación sea aprobada con 51 votos demócratas, en lugar de los 60 necesarios.
Es posible, no obstante, que los prestamistas privados hagan causa común con los republicanos que mantienen su rechazo a esta medida, lo que podría retrasar la votación final. A pesar de que los demócratas reconocen la existencia de dificultades, prácticamente dan por aprobada la nueva legislación.