Todos somos estadounidenses
Al saber que había ganado las elecciones, Donald Trump agarró el micrófono y se deshizo en elogios para su rival, la misma a la que amenazó con meterla en la cárcel por corrupta. No le regateó lindezas de todos los colores de pronto olvidadas para resaltar cuanto le deben los USA a sus largos años de duro trabajo. Por su parte, Hillary Clinton, la dolorida, se ofreció a ayudar al nuevo presidente, cosa que también hizo Obama, en la tarea que le espera en un tono que iba más allá de la simple cortesía o de un fair play no observado durante la larga y dura campaña. Los tres se dijeron dispuestos a trabajar en beneficio del país, lo que, como digo, forma parte de la tradición aunque tenga la impresión de que esta vez hicieron especial hincapié en la necesidad de esforzarse en restablecer la unidad de los estadounidenses. Esa que Trump, reconvertido en antisistema feroz para mejor subrayar la pertenencia de Clinton al sistema, ha puesto en un brete con su agresividad; la que José Miguel Ruano, responsable de organización de CC, considera “expresión de populismos como el de Podemos, Le Pen y Syriza”. Con lo que se lució tanto como Australia Navarro, del PP, quien dijo valorar la moderación de Trump “al saberse ganador” y mucho menos que el socialista Iñaki Lavandera para quien el presidente electo suma todo lo malo: su política energética, asegura, “es la del PP y la comercial la de Podemos”. Y el pelo rubio teñido, puesto a decirlo todo.
Le diría a Ruano que me guarde un huevo de echadura de gallinas diferentes. Dado que no se tomó la molestia de aclarar qué cosa sea el populismo, me fui al diccionario de la RAE que lo define como “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”, lo que valgan verdades tratan de conseguir todos los partidos y ni les cuento precisamente del suyo: ha abaratado tanto la canariedad que no puede sorprender a nadie que el palabro se use despectivamente. En cuanto a Australia Navarro, mandamás del PP canario no sé qué decirles que ustedes no sepan. Porque, la verdad, eso de valorar positivamente la moderación sobrevenida al enterarse de su triunfo no se entiende sino como justificación de la terrible campaña en la que llegó a anunciar que sólo aceptaría los resultados si ganaba él y denunció, en la jornada de votación, que las máquinas utilizadas computaba sobre la marcha a Clinton votos emitidos a su favor; de él claro. Me gustaría saber cómo valora la mentada Navarro los ocho años del PP largando contra Zapatero acusaciones como la de haber pactado con ETA el atentado del tren de Atocha para satisfacer su ambición presidencial; o la campaña permanente de negar la autoría etarra para que no se le descuadrara el argumento y justificar las constantes injurias. No haré aquí relación de las barbaridades que largaron y las que siguieron largando, a diferencia de Trump, una vez que Rajoy alcanzó La Moncloa. Fueron años en que el PSOE hizo el canelo, subespecie simplona, no sé si porque es su natural o porque no era Zapatero santo de la devoción de los barones que, mutatis mutandis, vienen siendo los mismos que acaban de poner en la calle a Pedro Sánchez. Quiero decir que no viene muy a cuento lo de Lavandera para quien Trump suma todo lo malo, pues “su política energética es la del PP y la comercial la de Podemos”. Si él lo dice, así será; o no.
Dejo a Navarro embelesada con la moderación de Trump pero le recuerdo a Ruano y a Lavandera, a riesgo de pecar de populismo, que no son los pobres ni los perdedores, los derrotados del sistema, quienes se han rebelado sino gente de la elite, beneficiarios del sistema con frecuencia fanatizados con medios y tan faltos de escrúpulos que se lanzan a por el Poder en nombre del pueblo. Quizá no tuvo Clinton muy en cuenta este hecho porque, al fin y al cabo, ella es de la elite favorecida por el sistema y pensó, quizá, que eso sería suficiente para convertirse en la primera mujer en la presidencia de los Estados Unidos. Hillary brilla demasiado en ese firmamento y no le fue difícil a Trump señalarla con el dedo y es ahí donde empleó a fondo su populismo que aprovecha, sin duda, las reales tribulaciones de la gente con un nivel educativo bajo, con ingresos a juego condicionados, además, por sexo, raza y el entorno casi siempre rural en que conviven con vecinos en parecidas condiciones. Ese es el mundo al que se dirigió Trump que asumió el papel del héroe americano capaz de salir bien parado de su enfrentamiento con el mundo de los poderosos. Ya vieron que gran parte de su campaña se basó en la idea de que iba en solitario, financiado con su dinero y sin el apoyo de su propio partido. Como algunos observadores ya han señalado, le votaron mayoritariamente en las áreas rurales, en condados donde bastante más del 70% de la población carece de título universitario. Se advierte asimismo que Trump no venció en ninguna localidad con más de un millón de habitantes. Por nivel de ingresos, todos los grupos de votantes se inclinaron por los republicanos, a excepción de los que ganan más de 100.000 dólares anuales, que prefirieron a los demócratas si bien no fueron los suficientes para beneficiar a Hillary Clinton. En realidad ya se ha señalado que uno de cada cinco votantes, con salarios inferiores a 30.000 dólares anuales, dejaron de votar demócrata, un hecho histórico que marcará estas elecciones 2016.
Ni qué decir tiene el entusiasmo ante el triunfo de Trump de los populistas y antisistema europeos que, alineados en formaciones ultras de las que algunas volverán a la carga el año que viene en sus elecciones nacionales, como es el caso de Marine Le Pen en Francia y de Frauke Petry en Alemania. Aunque también pesan las elecciones USA del martes pasado en la izquierda convencional. La oposición de Trump a los tratados de libre comercio o al recorte de las pensiones coincide con las posiciones de la izquierda; su negación del cambio climático, como el primo granadino de Rajoy, ha sembrado la incertidumbre en la cumbre de Marrakech que se celebra estos días con unos 20.000 asistentes: la actitud de Trump podría convertir en papel mojado los acuerdos alcanzados en París hace unos meses y que Obama trató de sacar adelante. Es necesario avanzar en el desarrollo de esos acuerdos, ya ratificados por cien países y hay riesgo serio de que la actitud de la nueva administración americana condene todo al fracaso, como ocurriera con los anteriores acuerdos de Tokio. Trump se inclina por continuar con los combustibles fósiles y entre los participantes de la cumbre se preguntan qué será mejor, si que Estados Unidos deje de participar en los proyectos o correr el riesgo de que desde dentro se dedique a bloquear iniciativas.
No menos incertidumbres rodea el futuro de las relaciones de Estado Unidos con sus aliados de siempre en las distintas organizaciones, como la OTAN, por ejemplo. La posibilidad de que Trump acabe con los compromisos adquiridos en materia política, económica y de seguridad es real. Las implicaciones son tan intensas y extensas que a fin de cuentas todos somos estadounidenses. Aunque entre las noticias de estos días figure el colapso de la web de migración de Canadá por el aluvión de los que están por cruzar la frontera y quedarse a residir allí. Cher, Samuel L. Jackson, Barbra Streisand, Whoopi Goldberg y algunos más figuran entre los que aseguraron que cogerían puerta de ganar Trump.
Por cierto, volviendo atrás: lo del populismo debe ser en Ruano una fijación porque en relación con el debate de la ley del Suelo volvió a mentar la bicha pues para él tomarle el pelo a la gente, “alarmar y deformar la realidad es populismo”. Se va, pues, acercando el hombre, si bien debería afinar más el debate pues hay artes y hasta partidos políticos que no la deforman menos. Si quiere, puedo darle algún nombre.
La partitocracia canaria
Adjetivo con lo de “canaria” la partitocracia en las islas no porque sea distinta a la del resto de España sino porque volví a acordarme de ella en el intento de averiguar por los periódicos de qué cosa sea la ley del Suelo. Lo único que sabía era que el proyecto fue un parto del Gobierno que tuvo la suerte (para nosotros la desgracia) de entusiasmar a los empresarios. Ahí es nada acabar con la COTMAC y descargar en los ayuntamientos la responsabilidad de decir la última palabra los proyectos. Están en su derecho los empresarios de la construcción a quejarse de su mala prensa pero, qué quieren, por más que muchos de los actuales, la mayoría si quieren, poco o nada tienen que ver con los destrozos de sus antecesores, lo cierto es que no puede decirse lo mismo de sus antecesores. Y no me pidan que señale con el dedo.
Como uno es profano en estos asuntos del urbanismo y de la ordenación del territorio, traté como dije de enterarme de por donde van los tiros. No opinaré sobre lo que dicen los profesionales no tanto por falta de criterio, que también, sino porque prefiero fijarme en cómo se ventilan estos asuntos los partidos políticos.
Diría que la cosa ha funcionado más o menos así. Llega un Gobierno nuevo que quiere hacer cosas que se vean y para eso nada mejor que la construcción. Crea empleo y poco importa que se impulse la construcción en términos de pan para hoy y hambre para mañana: son pocos los políticos que piensen en un mañana que habrán de gestionar otros. Me reservo para el ámbito de la literatura la de de presiones y campañas financiadas por los interesados, palabro que viene de intereses y de sus secuelas de dineros bajo cuerda. Ese 3% estándar que alcanza para demandar una legislación que agilice la tramitación (cosa necesaria y deseable), para aprovechar el embullito calzando por los controles que preservan los intereses públicos y reducir el número de disparates que son los que procuran negocios sabrosones.
A lo que iba: traté de informarme de cómo anda el asunto de la ley del Suelo y sólo he podido saber que CC y PSC vuelven a quererse lo que llevó al PP, desairado, a devolverle a los nacionaleros las cartas y no sé si el rosario y, por supuesto, a retirarle su apoyo al proyecto. Consumado el hecho, comienzan los revoloteos del palabro “consenso” para el que unos ofrecen la mano (cosa que debería evitarse no vaya a malinterpretarse), otros recomiendan generosidad (para llenar la mano) en lo que un tercero se dice dispuesto a consensuar y por último viene una señora que se dirige a los socialistas para advertirles que están manchados de cemento, como si no fuera honesta mácula de trabajador honrado.
Total, que sigo sin saber si la ley es buena, mala o medio pensionista. Lo único que he podido comprobar es que el caballo de batalla es si se mantiene o no la Comisión de Ordenación del Territorio de Canarias, vulgarmente llamada “COTMAC”. El PP había logrado que el órgano fuera a menos pero los socialistas se compincharon con Podemos y Nueva Canarias hasta empelecharla algo. Figura, además, en la ley un listado de usos complementarios del suelo rústico, del que no tengo el gusto de modo que lo dejo estar. La lista tiene el respaldo del PP y del diputado gomero Casimiro Curbelo, que es algo más que un partido. Hay más desacuerdos pero, qué quieren, se cansa uno. Sobre todo cuando el discurso sale por ahí cuando, en realidad quería escribir de otra cosa, concretamente de la partitocracia que padecemos que lleva al extremo de que se discuten los asuntos pero no mirando al interés de los ciudadanos sino al juego y la porfía de los partidos. Y conste que no me estoy refiriendo a la ley del Suelo sino a las broncas que se forman en el Parlamento en asuntos que no los veo yo muy presentes en las inquietudes del ciudadanaje sino más bien en el prurito de los partidos. Y la caja, lo importante. Y para precisar aún más, diréles que me refiero a la partitocracia de que habla Alejandro Nieto, formadas por auténticas oligarquías de partido y tiro porque me toca. Por cierto: se me olvidaba que para Román Rodríguez los problemas del Gobierno con la ley nacen de que el texto lo elaboró la vieja ATI que sigue en la sombra condicionando a CC, a la que por eso le va como le va.