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Bajada 2015: crónica de una muerte anunciada

Carmen Martell

Desde tiempo inmemorial y durante cinco años, Santa Cruz de La Palma espera y sueña con la llegada de sus Fiestas Lustrales. Y con ellas palmeros que viven en cualquier lugar del mundo. La Virgen de Las Nieves espera impaciente a que el pueblo suba a buscarla a su Santuario del Monte para pasar un tiempo en el corazón de la ciudad que la venera.

Quizá el haber estado sola la mayor parte de mi vida, me ha hecho muy observadora. Y he observado y analizado gran parte de los comportamientos de las personas que viven a mí alrededor en los diferentes lugares en los que he vivido.

Tengo suficientes años, kilómetros y vivencias para afirmar que el silencio, los miedos y los complejos llevan con frecuencia al suicidio.

Y me he cansado de asistir impasiblemente al suicidio de un pueblo. El mío.

Mi pueblo es una magnífica y elegante ciudad llena de historia que arrastra tras de sí un pasado de esplendor. Pero a veces pienso que se olvida de usarlo como basa y sustento de su futuro y carga con él convirtiéndolo en lastre con cuyo peso no puede avanzar.

No deja de sorprenderme la enorme capacidad de nuestros gobernantes para alejarnos cada vez más de ese esplendor pasado y hundirnos irremisiblemente en el más absoluto ostracismo.

Pero que eso lo refuercen destruyendo la ilusión con la que esta ciudad, esta isla, espera cinco años para celebrar unas fiestas únicas por su originalidad, eso, no tiene disculpa alguna.

Que nadie se lleve a engaño. Es cierto que me presenté a gerente de eventos de la Bajada, es cierto que algunas personas, incluidos varios amigos, me avisaron de que era una pérdida de tiempo hacerlo ya que según decían, el cargo ya estaba designado (casualmente, se le asignó a quien decían); cuando pedí en el Ayuntamiento las bases, me dijeron que ya había terminado el plazo. Finalmente, y después de insistir en ello, coincidí con el alcalde y me dijo que aún tenía dos días (alguien no quería competencia).

Me presenté a sabiendas de que no tendría posibilidades pero no me importaba, pues lo hice creyendo en mi deber de ofrecer lo que sé hacer y a lo que me he dedicado durante muchos años en muchos lugares: organizar eventos. Por esa razón, una vez elegido el gerente, me ofrecí a poner mi experiencia al servicio de La Bajada. Aún espero respuesta.

Y La Bajada comenzó. Y por primera vez, al menos en mi vida, la gente no está feliz, el ambiente no es alegre y los actos transcurren pero la alegría no inunda nuestras calles. Algunos piensan que no debería hacer comentarios al respecto de la gestión que se está (o no se está) llevando a efecto; piensan que eso se puede volver en mi contra. Pero no es cierto; lo que se vuelve en mi contra, y en contra de todos, es la gran capacidad demostrada por los ¿organizadores? para destruir la ilusión con la que el pueblo palmero siempre esperó la llegada del Año Lustral. Esa gestión la han desarrollado con un éxito arrollador.

Aplausos para ellos.

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