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Había una esquela

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En un banco, de una marquesina, de una parada de guaguas de un desalojado Todoque había una esquela trabada con una piedra. La esquela cumplía con su función, comunicar a los residentes en este barrio de Los Llanos de Aridane el fallecimiento de un vecino, y además informarles acerca del día y la hora de su entierro, y recordar quiénes eran sus allegados y familiares más cercanos. Horas después, la marquesina, el banco, la piedra y la esquela, junto a buena parte del barrio de Todoque, serían sepultados por toneladas de lava, de esa lava que brota kilómetros más arriba, en Tacande, en las bocas abiertas en Cabeza de Vaca. 

Las esquelas, un folio impreso con marco negro en señal de luto, siguen siendo un elemento habitual en toda la isla de La Palma, para muchos pasan desapercibidas, otros paran y las leen detenidamente, no quieren faltar al entierro o a la misa que anuncian, no quieren dejar de dar sus condolencias a los familiares del fallecido. La esquela es una regla no escrita. La familia siente la necesidad de comunicar la noticia del fallecimiento. Los vecinos, cuando la ven tras la inicial curiosidad, sienten la responsabilidad de acompañar a los deudos. 

Estos días las esquelas siguen estando, cogidas con piedras, en esquinas, calles y plazas de San Borondón, La Laguna, San Nicolás, Tacande, Jedey o Tajuya. En la plaza de la iglesia de la Sagrada Familia de Tajuya, esa que el párroco Domingo Guerra ha dejado abierta día y noche para que vecinos, visitantes y periodistas pudieran guarecerse cuando arrecia la ceniza, e incluso cuando llueve o hace frío, también hemos podido ver esquelas. Para la pléyade de periodistas foráneos llegados a la isla con el objetivo de cubrir el devenir del volcán, ha sido una curiosidad, algo para muchos desconocidos y para otros ya casi olvidado. Similar fue la reacción de un artista, autor de una de las obras que ocupan paredes ciegas de edificios de Los Llanos de Aridane, que al encontrar estos folios impresos en las calles de la ciudad, decidió incorporar una esquela a su mural, rubricando su autoría en el interior. 

La esquela comunica el final de una vida, por eso la de Las Manchas no está impresa, la del Valle de Aridane no se ha redactado, la de La Palma no existe. Porque como dice el ya nombrado Domingo Guerra, uno de esos palmeros que ha vivido tres volcanes, la gente de esta tierra saldrá adelante, superará esta herida todavía abierta igual que ya hemos hecho en el pasado. Contamos con el carácter y la voluntad necesarias. Ese es el elemento principal. Las ayudas, tanto las procedentes de la solidaridad ciudadana como las de los organismos públicos, son precisas y serán muy bien recibidas, pero la iniciativa debe ser nuestra y esto nunca lo debemos olvidar.

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