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Espacio de opinión de La Palma Ahora

Impresiones

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LIBERTADES VS LIBERTADES

En realidad qué es la realidad de esta realidad política sino un sopapo continuo que nos dan de un lado y de otro lado y ahora algo más deprisa, deprisa, porque internet lo ha hecho posible, sopapos que devolvemos como podemos para que nos sopapeen de vuelta una y otra vez, con lo mismo o con lo siguiente, mientras alguien se lo está llevando crudo.

El mismo que le obliga a usted ?con la ley? a tener un niño, no hace mucho se lo robaba porque usted no debía tenerlo. Debía parirlo, pero no criarlo, aunque fuera su hijo y lo hubiese parido usted. El mismo que le impide ?mediante la ley? que pueda interrumpir su embarazo, promulga la libertad total del movimiento de los dineros que a usted le harían falta para tener todos los hijos que quisiera, si quisiera, así que usted no puede menos que observar, irremisiblemente embarazado, cómo esos dineros fluyen y se acumulan, precisamente, cada vez más lejos de usted. Que nos aspen si no es que, si la Santa Madre Iglesia quiere alumbramientos, más le valdría proscribir la economía de casino en la que también participa su banco.

Verbos y sustantivos y adjetivos incendiados claman que su útero, el suyo mismo sin ir más lejos, es cámara de gas; pero pobres judíos ?su holocausto reducido a sopapo, a insulto político, a tweet chusco?, condenados a morir ahora verbalmente dentro de usted (¡Por Dios!).

Leo en estos días, entre otras, una hermosa novela de Blanca Riestra, 'Pregúntale al bosque,' sobre las mujeres jóvenes que en los años 80 “fuimos”, y en un momento dado dice:

“Teníamos quince años. Sólo éramos capaces de escribir sobre chicos y soñar. Supongo que estábamos en el momento adecuado para la reproducción. Fue entonces cuando debimos follar y tener muchos niños. Y luego dárselos al Estado para que los educase. La naturaleza es sabia, ¿no?”

Sin embargo, lo que tocaba en aquel momento era otra cosa: abortar como fuera y seguir estudiando y conquistar, si era posible, por fin, una igualdad que nuestros padres no habían disfrutado. Cierto que difícilmente podrán llevar a nuestras hijas de vuelta hasta allí. Hoy es otra cosa, partimos de un lugar bien distinto; al menos esa esperanza debemos tener. Nada va a ser como antes. Pero sí es la economía la que nos esterilizó entonces y nos esteriliza ahora. Entonces, por ejemplo, la incorporación de la mujer al mundo laboral; y hoy, la imposibilidad de trabajo siquiera para uno de los dos miembros de la pareja. El Estado, lejos de educar a nuestros hijos cuando nosotros no podemos, está permitiendo que los echen a la calle con nosotros y, luego, solo luego, nos los quita, culpabilizándonos, castigándonos con su pérdida, y solo faltaría que nos diera una colleja por ?endeudarnos? tontos. Y eso que el Estado paga más por la educación y el sustento de un hijo que nos quita que lo que tendría que pagar si, simplemente, antes de la hecatombe del desahucio, se ocupara de nosotros. Pero será que “la economía” necesita de esa espada de Damocles esterilizadora (y, por qué no, abortista) sobre nosotros. Quien no se asusta no llora y quien no llora no mama. O quien no se asusta no transige y quien no transige no mama; aunque menos, siempre menos. Nótese que quienes viven “fuera de la economía”, en los supuestos arrabales de la historia, sea en chabolas aquí o en países empobrecidos allá, liberados curiosamente de la presión de esa espada de Damocles, tienen 3 y 4 y 5 y hasta 8 o 12 hijos si es lo que quieren. Aquí 1, gracias.

Leo a raíz de la gala de los Goya que al Psoe le viene bien que el PP esté tan mal con el mundo de la cultura, porque eso fija sus votos ante el enemigo malo, fija los de ambos y marca entre los dos partidos unas diferencias que pueden resultarles rentables. ¿Le vendrá bien al Psoe que el PP arremeta contra las libertades con una ley contra la interrupción libre del embarazo?

Cuando la policía y los jueces y la prensa están mostrando a los votantes del PP el obsceno estado de corrupción de su partido, ¿qué efecto tendrá la aprobación de esta ley en las intenciones de voto? Ahora sabemos que, mientras disfrutábamos de las mieles del “éxito” de España, la Gürtel, Bárcenas, Urdagarín y los dadores y beneficiarios de los ERE fraudulentos (además de un notable etcétera) pegaban mordidas descomunales a lo de todos. ¿Y, descubiertos, mientras se les juzga pública y judicialmente y pierden votos y simpatías, sacan esto, una ley para que nos sopapeemos bien? ¿No es que los dos principales partidos siempre han compartido algunos intereses, aunque estos pasen por enfrentarse?

Libertades vs libertades?, un ardid, en este caso insano, una treta de Gallardón para vestir de liberal lo que no lo es, sino todo lo contrario. Supresión de libertades, además, por las malas; por las malas de la mayoría absoluta de un partido político que mejor haría si dejara de ofrecer ese lamentable espectáculo de indignidad al no afrontar su depuración, cuando ?en vez de colaborar con la justicia? se defiende de los jueces como gato panza arriba, oculta y destruye pruebas, impide que los medios de comunicación hagan su trabajo, o, volviendo al asunto de este artículo, se oculta durante unos días tras la polvareda levantada por la aprobación de una ley, medida que parece elaborada ad hoc para que boxeemos en un rin alejado de donde más les duele, lejos de su corrupción, porque el poderes para ellos lo primero.

Va a ser que la respuesta política y ciudadana a esta ley que suprime libertades debiera darse, no solo con argumentos contra la ley en sí, sino en los juzgados, señalando su sede y su tesorería; en su corrupción, que es lo primero que hay que cambiar para que volvamos a confiar en las instituciones.

AQUÍ NO HA PASADO NADA

Los que intentaron empujar a Rajoy, ahora, van cayendo. Como Rajoy no cayó cuando debía, cuando fueron publicadas las razones más que elocuentes por las que debiera haber caído, ahora quienes caen son quienes ofrecieron a la opinión pública la información comprometida sobre él y su partido. Poco importa la verdad. Y quién creyó que la democracia y el capitalismo serían un antídoto contra los usos mafiosos del poder. Pedro J. Ramírez ha sido cesado de la dirección del periódico que él mismo había creado básicamente por meterse con demasiados poderosos (sucesor dixit), poderosos que bien merecían, en este contexto de crisis financiera ?quiebra del país, peticiones de rescate y corrupción política que alcanza hasta la cocina del partido que gobierna?, que un periódico les sacara los colores y empujara contundente para que se llevara a juicio a los responsables económicos y políticos que se lo han llevado crudo. Cierto, en otros países, en otros tiempos, en otros regímenes, esa obstinada “mala actitud” por parte del periodista bien hubiese sido acreedor de un sórdido disparo en la nuca. La democracia y el capitalismo, sin embargo, tienen mecanismos más sofisticados, mecanismos que no manchan, soluciones incoloras (y 'eso' que hemos ganado), aunque el resultado viene a ser parecido. Ganar impunidad.

Personalmente, me ha producido cierta vergüenza ajena escuchar las razones y los propósitos del nuevo director de El Mundo, así como sus críticas a la anterior etapa, en la que era subdirector. Si Pedro J. Ramírez hubiese sido quitado de en medio a “la antigua”, dichas razones, propósitos y críticas serían completamente inadmisibles. Hay en Casimiro García-Abadillo comprensión hacia quienes se han alegrado de la destitución de Pedro J.: éste se habría metido con demasiados poderosos, y, si uno hace eso (él no lo hará, parece decir, aunque entra en contradicción cuando se refiere a este asunto), tarde o temprano algún poderoso le “dispara”. Dispara en sentido metafórico, se entiende, pues el disparo, además, va con oferta millonaria de indemnización (no sé si finalmente aceptada). Ahora, no solo no es necesario asesinar para silenciar, las reglas del juego contemplan estupendas indemnizaciones para compensar a quienes han sido convenientemente silenciados; es el colmo de la civilización, ni siquiera puede quejarse el disparado, viva el buen hacer de la democracia y el capitalismo. Y lo digo en serio, aunque esté señalando las cosas negativas de cosas que son positivas.

Porque dicha destitución ?precedida de la retirada al periódico de una suculenta suma gubernamental vía publicidad institucional?, pudiera suponer la culminación de una actuación mafiosa; la de los poderosos que, sintiéndose amenazados, y temerosos de que la verdad de sus delitos les lleve al talego (o al ostracismo social, o a la pérdida de sus cargos y sus funciones, o al descalabro económico, o a todo ello al mismo tiempo), no encuentran mejor manera de defenderse que “disparando” al periodista. Al fin y al cabo, qué es la verdad, sino algo que se puede manipular, contrarrestar, silenciar, retorcer al antojo o financiar (comprar). ¿Acaso no fue el propio Pedro J. Ramírez quien vendió durante años, día tras día, en su periódico, una 'verdad falsa' sobre los atentados del 11M?

La verdad está convenientemente democratizada, hay para todos, los lectores de cada medio pueden estar tranquilos, sus filias y sus fobias políticas serán salvaguardadas, cultivadas, atendidas y ofrecidas puntualmente. Si usted quiere leer algo, lo leerá. El nuevo director de El Mundo lo ha dicho, que tratará de recuperar a ese lector que, desconcertado, había dejado de comprar el periódico. Aunque, pensándolo bien, si hacemos el ejercicio de acercar la voluntad de sus palabras a la realidad de lo sucedido, más que “desconcertado”, ese lector huyó soberanamente “irritado” porque el periódico le estaba 'tocando' a sus santos. La verdad ?para el cliente? es eso. Y los medios no pueden, no deben, dedicarse a “desconcertarlos” (irritarlos) con lo que sea verdad. Si el lector quiere comprar un periódico, el periódico debe saber mentirle una verdad a su medida.

En eso consisten, precisamente, estas destituciones: inmediatamente después de la jugada de El Mundo, El País, en manos de los jefes del país (Bancos), pondrá en la dirección a un periodista que es tan de centro que, más bien, es del centro mismo de la derecha; al fin y al cabo, quién quiere papeles de Bárcenas hoy en día. Nos recuperamos económicamente ?bueno, no, se recuperan económicamente los jefes del país; y los jefes del país, esos financieros y empresarios del IBEX que nos endeudaron de por vida, quieren calma?. ¿Justicia? Algo se ha hecho, las cosas como son, de Bárcenas a Urdangarín pasando por Díaz Ferrán y algunos muchos directivos de cajas de ahorros saqueadas, mal gestionadas y quebradas; lo de Blesa se andará, esperemos, aunque con Aznar no parece que la cosa vaya a pasar de un mero toque de atención; hay gürteleros imputados a cascoporro, Erereros de Andalucía en la picota (en fin, un buen sin fin); pero lo que ahora necesita la gente ?parece sugerir el nuevo tiempo mediático que los jefes quieren ofrecernos? es creer que hemos salido; y que dediquemos nuestros esfuerzos, en vez de a indignarnos, a nuestros propios asuntos. Al fin y al cabo, si hubiese sido necesario, los propios jefes habrían cortado la cabeza de Rajoy. Pero no fue necesario. El tipo aguantó el tipo, y la verdad es tan mentirosa que, sin necesidad de hacer el menor esfuerzo, el Partido Popular cree haber desmentido lo verdadero, lo falso y hasta lo indemostrable de la década que Rajoy lo ha dirigido: sobresueldos, millones en Suiza, en negro las obras en la sede del partido, etc., etc., etc. Hasta tal punto han debido de desmentirlo sin que nos diésemos cuenta que ya empezamos a dudar (¿a que sí?) de que todo eso sucediera realmente. ¿Gürtel?, eso qué es. ¿Bárcenas?, quién es Bárcenas, ¿sobres?, ¿dinero en suiza?, ¿mordidas al dinero público?, ¿comisiones?? Al no haber asumido nadie la menor responsabilidad política puede ser que nunca haya sucedido nada.

Como nos descuidemos, Rajoy va a salir de detrás del plasma. Y quién sabe, tal vez gane las próximas elecciones generales y nos gobierne hasta mucho más allá de 2020.

LAS MENTIRAS DE LA VERDAD

Vive usted (y yo) con cierta incertidumbre sobre la veracidad de casi todo lo que se menea, y aun así lanzamos nuestras certezas a diestro y siniestro. Por qué será. Si no estamos seguros de casi nada, a qué ese talante pontificio. Le dan a uno una red social y se cree poco menos que Mussolini en el estrado (por escrito), si no el Dr. King, el Santo Padre, Tom Cruise, Ghandi, Belén Esteban o todos ellos al mismo tiempo; y esto genera, también, todo lo contrario: hay en las redes quien no vende certeza alguna, sino a sí mismo, todo el tiempo ?muy propio de hoy?; hay quien se afana solo en el humor, como si chorrearse fuese la verdad suprema; y hay hasta quien se muestra “performance y surreal” ?mero Ramón Gómez de la Serna? con las cosas del comer.

Nos encontramos en medio de la rápida evolución de un gran proceso de disolución de la verdad. Pero, ¿acaso no fue siempre así? Piense en la Historia, ¿no acabó disolviéndose en algún momento todo lo que fue cierto? Todas esas ideas que dominaron férreamente a las gentes de cualquier época, ¿no acabaron atufadas por el sonoro chorrearse de quienes llegaron un poco después? ¿No será que cogerle la baja a todo es parte indispensable de nuestra naturaleza?

Cuán vanos y ridículos me resultan últimamente quienes se aferran a nuestras verdades de antes de ayer. Por poner un ejemplo menos “filosófico”: observa uno los esfuerzos del diario El País por resucitar a Mariano y a Alfredo en estos días de Debate del Estado de la Nación y, cómo no, chorrearse de ello resulta de lo más natural y consecuente. En ese punto nos encontramos, en el punto en el que toca ya chorrearse de la crisis, de estos partidos, de la Transición, de la monarquía, de todo lo que nos ha traído hasta aquí, de esas “ideas”. No hay otra vía para mirar hacia adelante, aunque algunos estén dispuestos a defender viejos logros y actuales privilegios mediante amenazas y las porras de la policía y las multas y los calabozos. Allá el que se quede rezagado tratando de salvar algún mueble.

Desde el poder, algunos se preguntan qué fue de la acampada de Sol y el 15M, abominan de eso tratando de disimular el miedo que se les metió en el cuerpo durante aquellos días, cuando se afanaron en enterrar todo eso bajo el tupido manto de sus insultos, sus parodias y profanaciones. Pero lo cierto es que el 15M desapareció para convertirse en un poderoso virus. Desapareció la acampada de Sol y allí que se presentó Vodafone, pero la brecha ideológica entre una enorme parte de la ciudadanía y los beneficiarios privilegiados de la Transición ?cada vez menos burbujeantes? que pensaron que haber hecho aquello les facultaba para saquear el país hasta quebrarlo, como si el país fuese suyo y solo suyo, es una brecha ideológica que difícilmente podrán reparar estos bueyes con los que aún aramos (o con estos bueyes que nos aran, no sé muy bien). Tanto es así, que el virus del 15M y la acampada de Sol opera ya sin que sea necesario que ningún representante de dicho “movimiento” tenga que oponer argumento alguno a lo que los políticos proponen. Cada vez que los representantes políticos abren la boca se evidencia la falla, el error, el desfalco de la verdad, la falta de puntería; en definitiva, su pretensión de conservar los principios que ya tantos de nosotros denostamos. Da igual que se trate del PP o del Psoe o de IU o de CC o de PNV o de CIU o de UPyN (etc.), el virus del 15M afecta incluso a los nuevos partidos políticos, incluso a aquellos que surgen tratando de contentar a quienes se identificaron con el 15M. En cuanto abren la boca quedan retratados. El virus subraya y evidencia todas sus imposturas, mina sus intentos, descalifica sus acciones.

La verdad, hoy, es una suposición ?se intuye, se representa, se inventa, se manipula?; pretendemos estar en lo cierto, tener la razón, decir la verdad, pero somos completamente conscientes de que todo ello no es más que una buena coartada para la mentira más o menos interesada, cuando no un hablar por hablar. Los políticos tienen un “relato”. Lo llaman así sin tapujos, y se supone que ese relato debe acertar a embarcar en el proyecto del partido a millones de personas que, más o menos, asumirán ese relato como propio (como real, como coherente, como verdad). La verdad, hoy más que nunca, es una construcción de la que somos conscientes. La actualidad es un “relato” y, ahora que podemos, vía Twitter o Facebook, tratamos de colocar en ese cuentito nuestras frases y consideraciones certeras, ingeniosas, originales, sesudas o estrafalarias. Pero las propias redes sociales (Twitter, Facebook) son “relatos”, ficciones en las que tratamos de intervenir para, a su vez, intervenir en el “relato” de la actualidad; tratamos de convertirnos en parte del cuento como si quien no estuviera en el cuento no existiera.

Somos “la verdad de las mentiras” (así tituló Vargas Llosa uno de sus libros); o, tal vez, somos “las mentiras de la verdad”. Ficción.

Es como si un buen día llega tu padre y te dice que aquello que padeciste de niño fue un tumor maligno, que no te lo dijo para no preocuparte y que ahora, 10 años después de la operación, cuando has salido de peligro y lo que te diga no puede asustarte, te cuenta lo ocurrido. Esa pérdida de la inocencia (¿has vivido todos esos años convencido de que eras una persona sana, sin tener la menor idea de que estuvieras tocado por la muerte, ¡y no era más que un “relato” oficial!?) resulta demasiado similar al efecto devastador que hubiese tenido sobre este país que el cuento que nos ha narrado Jordi Évole en 'Operación Palace' no hubiera sido desmentido. ¿Vivimos todos esos años una ficción de país, celebrando cada año la efeméride de algo que no había sido? Pero es que no debería de importar, porque esa es la verdadera naturaleza de nuestras vidas. No hay tales certezas. Qué inmortalidad asistiría al niño si jamás hubiese padecido ese cáncer. Qué pérdida de la inocencia es descubrir que has sido mortal. ¿Acaso si no hubiera padecido ese cáncer hubiese dejado de ser un mortal como todos nosotros?

El relato de Jordi Évole es ficticio, si fuese verdad lo que allí se cuenta hubiese sido un verdadero mazazo para nuestra inocencia, el suelo sólido en el que pisamos se nos hubiese movido peligrosamente, hubiésemos obtenido un plus de incertidumbre, pero es que nuestra inocencia sobre estos asuntos no debería existir. Ya deberíamos saber que las verdades se diluyen y pasan a la Historia. Ya deberíamos haber comprendido que vivimos en un mar de falacias interesadas. ¿Qué clase de certeza es vivir en una burbuja financiera e inmobiliaria, todos los medios de comunicación contando la mentira del éxito que luego será fracaso? En qué mundo, en qué país vivimos, ¿en el de antes de la crisis o en el de la crisis o en el que será después de la crisis? El mismo tipo de pérdida de la inocencia supuso para nosotros despertar un día, con la crisis financiera encima, para darnos cuenta de que nos habían estado contando una milonga de éxito durante décadas, mientras algunos se lo llevaban calentito y nos endeudaban para los restos. He ahí uno de los principales genes del ADN del virus que constituyen el 15M y la acampada de Sol, y que ya corroe nuestro sistema económico y político: lo de Évole, no, pero esa falacia, descubierta y puesta sobre el tapete ?dispositivo del nuevo “relato”, el de la cruda realidad y la indignación?, sigue con nosotros.

GURUGÚ QUE TE VI

Sé que posiblemente a alguien le costará creerlo, pero esas 15 personas que murieron hace unas semanas en la frontera entre Marruecos y Ceuta, tienen madre, y seres queridos que les lloran ?aunque nuestros medios de comunicación no vayan a ir hasta allí para contárnoslo?, y esas madres y familiares y amigos, además, ni siquiera esperan nada similar a un acto de justicia por nuestra parte, porque saben perfectamente quiénes somos, cómo somos. Esa es la impronta que estamos dejando como país.

Con un ardid propio de la mala política, bochornosamente hecha, a la que últimamente nos tienen acostumbrados nuestros dirigentes, y tantos medios de comunicación, unos y otros le han dado la vuelta al asunto y la atención viene centrándose en una suerte de victimización del cuerpo de la Guardia Civil; aunque víctimas mortales (y familiares de víctimas) aquí no hay más que las que hay, y son muchachos negros, y son africanos. Según esa mala política nefastamente hecha parece que debemos criminalizar a los inmigrantes. ¿A los ahogados? Se ahoga usted porque emigra, qué le vamos a hacer; si no fuese tan pobre, no le pasaría eso.

¿Cuerpos exánimes en la costa? ¿Jóvenes cadáveres expulsados por el mar? No, nosotros (parecen decir nuestras autoridades), debemos respaldar a “los nuestros”, ponernos en su lugar, ellos sí que sufren (aunque no, claro, no hasta el punto de morirse). El propio Ministro, tan buena persona, sufridor él donde los haya, y dirigente responsable, acarrea tal sufrimiento que últimamente su rostro aparece contrito en todas sus declaraciones, y no debiera extrañarnos si este asunto le hubiera llevado a disponer en sus ingles 15 cilicios 15; para expiar su culpa.

Pensemos en él, por Dios. ¿Cadáveres en las costas? ¿Ahogados? No, acordémonos del Ministro.

Una decente persona, un muchacho de los mejores, recto como el que más, uno de los grandes, el éxito, el compañero que todos quisiéramos tener, la cabeza en su sitio, cuántos de nosotros habríamos sido peores de no ser por él?

Anda el Ministro pidiendo perdón a la Virgen a fuerza de condecorar sus méritos policiales (los de la Virgen, se entiende) y pidiendo responsabilidad y ayuda a Europa. Está bien. A los reproches de Europa se responde pidiendo dinero. Lo mismo hizo el Gobierno de Canarias con el Gobierno Central cuando la llegada de cayucos.

Mi anterior paráfrasis del bello poema de Philip Larkin concluye:

Celebro al hombre más angelical que conozco, aunque no sea el azul celeste (ni siquiera el blanco) mi color favorito.

El Ministro afirma “la inmoralidad” de quienes acusan a la Guardia Civil (quién acusa a la Guardia Civil, por cierto, y por qué hay que conferirle tanta importancia), pero inmoral es tratar de dar la vuelta a la tortilla para acabar despejando el balón de encima de sus subalternos y de sí mismo, ponerlo sobre el cuerpo de la Guardia Civil (ni siquiera de los Guardias Civiles que actuaron en Ceuta, sino de todo el cuerpo y de toda su historia, méritos y deméritos incluidos) para dejar en un clamoroso y sibilino olvido a los 15 seres humanos muertos. Es como cuando pillas a un ladrón con su mano en tu bolsillo pero este se pone a vociferar, a insultarte en medio de la calle, de tal modo que pareciera que el agraviado es él y tú el agresor. Por desgracia, últimamente los Gobiernos practican en España demasiadas artimañas como esa: pillas al ladrón, pero en cuanto lo haces te das cuenta de que con él hay cuatro o cinco más, porque te increpan, te insultan, te acusan con sus dedos y te zarandean y agreden mientras desaparecen. Se trata del mismo modus operandi con igual objetivo: que el enfrentamiento quede en tablas. Irse finalmente de rositas. Los pillas y no pasa nada.

Pero en algo tiene toda la razón el Ministro: este es un asunto moral. Porque 15,15. Personas. Muertas. Padres, madres, hermanos, hijos, otros familiares y amigos les lloran.

15. Sólo moralmente se puede concebir abordar este asunto y, sobre todo, la actuación de quienes se defienden políticamente para eludir su posible responsabilidad. ¿En qué cabeza cabe que mueran 15 personas en esas circunstancias y no pase nada?

Si los muertos no fueran inmigrantes negros? Si en vez de en la frontera, esas 15 personas murieran durante el transcurso de una manifestación, en una huelga; si fuesen de Greenpeace; si se tratase de militantes “provida” asaltando una clínica y la respuesta policial diese ese resultado, 15 muertos; si fueran españoles y la policía de otro país? ¿Se imaginan que los muertos fuesen familiares de víctimas del terrorismo y quienes les disparasen con pelotas de goma cuando se debaten en el agua pertenecieran al entorno de un grupo terrorista? Hay personas que son menos que otras. Hay personas que pueden morir por una acción policial sin que haya la menor consecuencia. Por cierto, ¿han dicho algo los Gobiernos de los países de procedencia de los ahogados? Y, si fuesen españoles en la frontera de otro país, ¿diría algo el Gobierno español?

Al Gobierno le sirve todo, cualquier cosa, para ocultar sus vergüenzas. Le valió Gibraltar en verano (por cierto, ¿alguien sabe qué pasó con aquello, en qué quedó?, ¿o se resolvió solo, sin más, y ni nos enteramos?); le vale siempre Cataluña ?lo mismo que a Cataluña le sirve el Gobierno de España para tapar las suyas?; le vale cualquier movimiento de ETA (hasta ETA haciendo la estatua le valdría); le vale una ley del aborto hecha para el escándalo; y le vale la inmigración, cómo no, como siempre.

La inmigración, hay que recordarlo, entra mayoritariamente por los aeropuertos, vestida, con zapatos, con equipaje, con documentos, sin malnutrición, sin cortes de concertinas ni tibias rotas. Dice Juan López de Uralde (Equo) que “Causa dolor ver cómo sólo se habla de inmigración por la frontera sur en términos policiales, y no humanitarios”. Causa dolor, sí, si además, como tantas otras veces, sirve para desviar la atención a costa de infligir un daño a las personas que se encuentran en la situación de mayor desprotección. A veces el ejercicio de la política parece consistir en crear problemas donde no los hay, y luego resolverlos o no, según convenga, porque se diría que les sale a cuenta convertir en crónico, al menos en la prensa, un problema inexistente, un problema “inventado”, si de ese modo pueden evitar que se ponga esa porción del foco donde sí les duele: en Génova, por ejemplo; o en otras acciones del Gobierno que afectan directamente a nuestros bolsillos, nuestros derechos, nuestras libertades (al fin y al cabo, de qué nos quejamos, por mucha crisis y demasiados recortes que nos acosen, no estamos ni de lejos tan mal como esos pobres). Incluso sus torpezas, sus mentiras, sus desfachateces (también las de los periodistas que los defienden), cuando mienten o inventan o tratan de desinformar (¡hay 30.000 inmigrantes esperando a saltar la valla! ¿¡Qué digo 30.000!?, ¡no, 40.000 o 50.000, quizá 80.000!) parecen diseñadas conscientemente para que hagamos mucho ruido sobre ellas; en definitiva, para agotarnos discutiendo tonterías que no son esas 15 personas fallecidas con la inestimable colaboración de los nuestros.

La valla no es más que una vergüenza. Inservible, inútil y, más que probablemente, innecesaria.

Desde el punto de vista de una persona mínimamente liberal, más o menos defensora de las libertades, consciente de que conceder libertad a las personas no solo es de justicia sino que suele acabar siendo beneficioso para todos, esa valla es un desastre. Recuerda a aquellos tiempos en que los estadios de fútbol contaban con una valla que impedía al público saltar al terreno de juego. Algunos medios de comunicación parecieran pretender que los españoles somos esos 22 jugadores en medio del terreno de juego, y que en el monte Gurugú hay 80.000 negros (trasunto de los espectadores en el estadio) dispuestos a saltar e impedir que el “partido” de esta España nuestra siga su curso. ¿¡Cómo quitar las vallas de los estadios!?, ¡en la grada hay hooligans, fanáticos de los dos equipos!, ¡es muy peligroso, corre peligro la integridad del árbitro, de los técnicos, de los jugadores!, ¡quitar las vallas sería una locura, todos estamos de acuerdo con que eso no se puede hacer! Cuánta histeria.

Pues ya lo vemos, las vallas desaparecieron de los estadios y se diría que hay menos invasiones que antes, que las que hay son menos peligrosas y, desde luego, el peligro de que los aficionados se hagan daño y mueran, catastróficamente, es menor.

Pero las fronteras de los países no son los límites entre el graderío y el terreno de juego de un estadio. Cómo vamos a comparar? ¿De verdad no lo son? Recordemos que no hace mucho tiempo los países europeos acabaron con sus fronteras entre sí ?qué enorme gesto de libertad y confianza mutua?, y no ha habido que lamentar gran cosa. Algunos parecen suponer que si suprimiéramos la valla de Ceuta se produciría una gran invasión migratoria sobre España y el resto de Europa; que medio Marruecos y tres cuartas partes del África Subsahariana vendrían a vivir aquí. Pero también se hubiese dicho en su momento que los países más ricos de Europa recibirían una avalancha de ciudadanos de los países más pobres de Europa. Y no. Nada impide a los portugueses, mucho más pobres que nosotros, venir a trabajar a España. ¿Siente alguien que España se ha visto asaltada por una ingente cantidad de trabajadores portugueses? Nada. Como en los estadios de fútbol.

Más pronto que tarde suprimiremos infamias como la valla con concertinas de Ceuta. Pero ahora tiene, o le otorgan algunos, un estratégico valor instrumental. La valla forma parte de políticas que propician una conveniente instrumentalización. Hay políticos que se frotan las manos ante supuestos dilemas como ese. Escucha uno a Jean-Marie Le Pen y ofrece sobre el asunto similares soluciones que las implementadas por los dos principales partidos españoles, los más o menos liberales PP y Psoe (el Psoe montó un sistema de redadas sistemáticas de la policía, acompañadas de expulsiones masivas, todo ello ilegal, inconstitucional, contra la normativa europea, atentando contra los derechos de esos seres humanos; y el PP está ahora en estas). Le Pen, además, dice estar de acuerdo con los suizos, que han decidido cerrar las fronteras a los trabajadores europeos (ella, en Francia, se las cerraría a los españoles). Qué atraso su aplastante lógica de patas cortas. ¿Han votado los suizos a favor de cerrar las fronteras a los inmigrantes europeos, como ella afirma? Curiosamente, las ciudades de Suiza que han votado SÍ a cerrar las fronteras son aquellas que cuentan con una población inmigrante insignificante; y sin embargo, las ciudades con mayor cantidad de inmigrantes desde hace más tiempo son las que han votado NO a cerrar las fronteras. Sugerente detalle.

NUESTRA IMPOTENCIA, 10 AÑOS

España como país ha estado jodido, pero no me refiero a la crisis, no; antes que económicamente, España se jodió moralmente; el país, su realidad política y mediática, se volvió mentira; el cinismo nos alcanzó a todos, a unos como activos practicantes y a otros como pasivos sufridores. Algunos le echarán la culpa a los terroristas islamistas que pusieron las bombas en Madrid el 11 de marzo de 2004, pero hay un daño que no nos han estado haciendo ellos ni sus bombas, sino la respuesta que las élites políticas y económicas españolas le dieron (empezando por Aznar y Acebes inmediatamente), y que tantos han continuado 'ad nauseam'. Fueron las bombas, sí, pero la gestión? Se cumplen 10 años de impotencia tras una masacre execrable que nos borró la sonrisa y nos sumió en el silencio durante días a nosotros y durante años a los familiares de las víctimas mortales, y se cumplen 10 años soportando día tras día una infamia que nos impedía pasar página, daño sobre daño, dolor sobre dolor, injusticia sobre injusticia: mentira sobre verdad. No hace mucho nos enseñaba Jordi Évole el sabor de la falsedad histórica, me preguntaba yo por aquí qué certeza nos asiste cuando hemos vivido en una burbuja económica, los medios de comunicación vendiéndonos día tras día el éxito que luego ha sido fracaso, pero el relato de España se torció (lo torcieron definitivamente) algo antes de que se produjera nuestra pérdida de la inocencia económica, justo tras aquel atentado, hasta el punto que no sabría decir qué es más significativo para la historia, si el día de autos o la falsedad retorcida a la que hemos tenido que enfrentarnos luego. De las bombas se supo sus autores. De las mentiras, también. Algunos, si pudieran, borrarían mucho de lo que han dicho en público, a viva voz y por escrito, durante estos 10 años. Sus mentiras deberían inhabilitarles parcialmente. Ellos lo saben. Intentando salvar su culo (en algunos casos, ganando dinero, ya que sus paranoias atraían clientes) han enlodado el país.

Algunos ya venían robando desde las instituciones y desde las cajas y desde el cohecho, pero si es posible mentir sobre algo tan grave como ese atentado, y no pasa nada, ancha es Castilla en el país cuyo modelo de crecimiento ha sido el del “palco del Bernabéu y el despacho de Bárcenas” (Luis Garicano dixit). Pienso en algunos principales beneficiados de la confusión generada por la teoría de la conspiración y no puedo evitar preguntarme si no sería tan importante mentir sobre los atentados, precisamente, porque estaban robando (cuando no lucrándose de un modo soez hasta la quiebra del país). Aún habrá que andar para purgar la ensuciada ética de muchos de nuestros “próceres”, pero estamos aprendiendo grandes lecciones para el futuro.

En cualquier caso, hoy ?escribo esto el 11M?, es un día de llanto, de emoción, como no lo habían sido los anteriores aniversarios de los atentados del 11M. Toca a su fin la impotencia que nos ha generado la teoría de la conspiración. La prensa se ha volcado en darle la vuelta y poner las cosas en su sitio. Algunos dirigentes del PP han dado el paso de desvincular lo sucedido realmente y lo contado con tan mala fe. El Mundo se ha desmarcado de su etapa anterior con unas líneas sucintas aunque imprecisas en el editorial (no en titulares, no), para que, si acaso sean otros los que le confieran la importancia que tiene y digan por ellos lo que ellos deberían decir. Con Pedro J. Ramírez fuera de la dirección les ha salido fácil el cambio de pie: minimizando el daño para la empresa, se desmarcan con la boca pequeña obviando que el actual director también estaba ahí.

Escuchas que alguien sugiere que algunos deberían pedir perdón y se te saltan las lágrimas. Deberían pedir perdón. Algunos ya lo han hecho. Tal vez los que lo tienen más sencillo, como el periodista Federico Quevedo, por no haber sido de los más beligerantes y porque dejó el asunto hace ya tiempo. A los que siguen con la matraca “conspiranoica” les va a costar un poco más arrepentirse y pedir perdón. Tal vez ya sea tarde para ellos. Con el paso del tiempo, la hemeroteca será cada vez más corrosiva. Las mentiras, en el fragor, confunden; pero en perspectiva adquieren un cariz grotesco, de sainete chusco, intolerable, que, con un poco de suerte, los va a dejar tan inhabilitados como a Urdaci; o Tejero.

OTRA DE ZOMBIS

Que nuestros votos ya no son un poder suficiente. Que nuestro consumo ?nos dijeron que nos hacía soberanos, nos aseguraron que quien paga manda y quienes pagábamos éramos nosotros y ninguna empresa podía sobrevivir sin nuestro beneplácito consumidor? adolece de pegada. Si habíamos dicho que debíamos hacer todo lo posible para que los más rápidos de la sociedad avanzaran lo más rápido posible, pero sin dejar atrás (abandonados a su suerte) a quienes no pudieran, no quisieran o no debieran correr tanto, la crisis financiera nos ha mostrado hasta qué punto esto no era ni será así. Aquí el que no corre, vuela. Para eso es para lo que estamos, y no para cubrir a los que se paran; esto es a los parados, a los insumisos, a los orillados, a los enfermos, a los cansados, a los incapaces, a los impedidos, a los errados... La política, que se suponía nos proveía de unas reglas claras del juego para que ni los unos pocos se pasaran ni los otros muchos se quedaran atrás, nos ha demostrado día tras día que está ahí para gestionar sibilinamente el modo en que los unos pocos se puedan pasar con los otros muchos sin que estos muchos puedan hacer gran cosa. (El cinismo reinante reza que los unos pocos se pasan con los otros muchos por el bien de los otros muchos. Ya ven qué bien. Y los otros muchos han de creérselo). No somos, a pesar de todo, partidarios de resentimientos sociales; los resentimientos sociales van de abajo a arriba, pero también de arriba abajo, estropeándolo todo. Lo que pasa es que aquí el que no corre vuela y, por tanto, el que no llora, no mama. Todo en lo que la ciudadanía guarde silencio parece que podría quedar confiscado. Y hasta aquello por lo que no llore lo suficiente. Menos mal que la PAH, las mareas, los jueces y abogados? Menos mal la “sociedad civil”. Ni siquiera parece que vayamos a nuevas formas de antiguas luchas de clase. No es que nos encontremos en una de Dickens, o en 'Los miserables', de Hugo, o en 'Germinal,' de Zola; ni siquiera en uno de aquellos cuentos de Saroyan sobre emigrantes armenios en EE.UU. tras la Gran Depresión. Las responsabilidades, hoy, están tan convenientemente repartidas? democratizadas? En este bandazo de la Historia unos muchos por la cola no han podido sujetarse y se han descolgado de la “sociedad del bienestar”, mientras los de arriba, esos a los que ni vemos, han alcanzado velocidades estratosféricas. Por qué habrían de mirar para atrás. Ese 1% de la población mundial que atesora la mitad de todo (ahora en cifras digitales que viajan electrónicamente de unos paneles a otros, buscando multiplicarse), por qué no habría de ir a por todo, definitivamente. A veces creo que estamos cerca de acabar con la pobreza en el mundo, pero no por los repartos y redistribuciones que instituciones y magnates realizan todos los años (todos esos magníficos gestos de insuficiente socialdemocracia y caridad neoliberal), sino porque el nivel de acumulación de la riqueza en unos pocos es tal que cualquier día bastará con que un solo rico diga “voy a acabar con esa mierda; yo solo, hala”. ¿Culpables? Los culpables no existen donde las responsabilidades se encuentran repartidas entre tantos actores: ciudadanía, FMI, facciones políticas nacionales, Europa, bancos de aquí y bancos de allá, grandes empresas, EE.UU. y demás potencias, “los mercados”, Alemania? ¡Todos somos buenos! (o entre todos la matamos y ella sola se murió). Solo que tal vez no hay tal muerte: ¿Problema? ¿Qué problema? ¡No hay ningún problema! Suma y sigue: a por la siguiente burbuja. ¿Alguien duda que continuamos exactamente en la misma dinámica, de camino a similares “éxitos” y “fracasos”? Más arreones a mayor velocidad. Los arreones del capital y la política. Al final de la partida: reparto del botín, adjudicación de cargas y asunción de daños; los que hayan delinquido que se hagan el harakiri ante el juez o que cumplan sus condenas y callen para siempre. Leo: “La naturaleza de las burbujas financieras?” (“la naturaleza”, así de natural, como si se tratase de un anticiclón). Será mejor que nos vayamos acostumbrando. Acostumbrarse no es transigir con lo que no se debe, incluye espabilarse ante la previsible eventualidad de aquello que nos hará daño. Acostumbrarse es prepararse. Ahora todo es consumo, consumarse, consumirse? La tiranía del número ha resultado una democracia muy modesta, mediocrizante? Pero ah, no, no preferiremos aquellos viejos elitismos, ¿no? Lo que vende, vale (¿o era lo contrario?) Lo que vende-vale y lo que vale-vende: eso no se lo cree ya nadie. Y estemos ojo avizor porque, no sé si se han dado cuenta, lo que vale cada vez vende menos; pero no solo, ahora todo vende poco, además ahora todo vale cada vez un poco menos; de la burbuja a la inflación (y no es de precios contantes y sonantes de lo que hablo, no solo). O las cosas pierden valor o nosotros perdemos interés, lo mismo que nuestros votos parecen servir algo menos. Se nos ha esparramado la soberanía nacional; y la que dicen que residía en el pueblo, también. Si imaginas el mundo en adelante comprenderás que nos espera más, para allá vamos sea bueno o malo, sea bueno y malo. Y quien pretenda ubicarse por medio de maniqueísmos lo lleva claro. “Tenemos que refundar el capitalismo”, dijo Sarkozy al descubrir la quiebra generalizada. ¡Qué gran punto de inflexión en nuestra Historia! Sin inflexión alguna, lo mismo antes que después de la frase. “El espectáculo no conduce a ninguna parte salvo a sí mismo”, decía GuyDebord. El capitalismo no conduce a ninguna parte salvo a sí mismo, podríamos decir nosotros. No votamos, consumimos política. No compramos, votamos por productos (y a las empresas ya les molesta poco la abstención; ni la desafección por consumir les preocupa demasiado). Empezamos a temer que los partidos políticos más votados en España, el PP y el Psoe, sean a la política lo que Dan Brown y 'El código Da Vinci 'a la literatura (complicado dilema si es así). Pero aún quienes discrepan y se indignan y abominan de esta democracia, proscritos, marchan por las carreteras camino de la capital, como “walkingdeads”. Llegarán mañana sábado 22 de marzo de 2014. Los muertos andantes son nuestra única esperanza. Somos zombis, amigos.

Artículos publicados semanalmente en el diario digital El Cotidiano

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