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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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El IV Reich no funciona

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La imagen que ha tenido siempre la integración europea ha sido fantástica. Pero la imagen poco tiene que ver con la realidad. Desde sus orígenes la Unión Europea se creó desde el punto de vista de los mercados y con una visión puramente economicista. No en balde, su primer nombre, más exacto, era Mercado Común. En cuanto a política social y política de cohesión no hemos adelantado nada. Que nadie se extrañe, los padres fundadores del Mercado Común solo querían reducir costes y facilitar la expansión de sus empresas nacionales.

El proyecto europeo ha avanzado sobre factores financieros (movilidad de capitales, política monetaria común, moneda única) y económicos (libre circulación de bienes y servicios). El resto de objetivos, especialmente los de contenido progresista y social no han avanzado nada. Es lo que Anguita llamó hace ya 18 años, la “Europa de los mercaderes”. A pesar de que criticar a Europa estaba mal visto en los ámbitos de la izquierda ¡cuánta razón tenía! Europa no se ha construido sobre unas bases neutras ideológicamente; Europa se ha construido sobre la ideología neoliberal, la ideología responsable de traernos esta crisis. Esto no es desde luego democrático, como mínimo Europa debería ser neutra ideológicamente, o permitirse la opción de implantar unas bases equitativas de libertad y de solidaridad.

Sin embargo, si la Alemania de Hitler fue el Tercer Reich, ahora estamos en el Cuarto Reich. Pues la manera de controlar un país, aparte de invadirlo con un ejército, es encadenarlo con deudas. No critico a los alemanes, en Alemania también hay gente que lucha por liberarnos a todos de este sistema equivocado. Yo no quiero vivir en un Reich, no le he votado a Merkel ni a ningún Comisario Europeo, ni a Durão Barroso ni a Van Rompuy. ¿Por qué tienen que decidir estas personas sobre mi destino si yo no he tenido la oportunidad de votarles? ¿Con qué legitimidad gobiernan y mandan? Yo quiero vivir en una Unión Europea democrática y no en una confederación franco-alemana y sus satélites, que funciona al son del trágala. La Comisión Europea no se somete a votación, ni el Consejo de Europa, ni el BancoCentral Europeo. No gobierna Europa la idea de una unión real, gobiernan los intereses particulares de las grandes empresas y bancos, que este año de crisis, solo para algunos, han tenido beneficios record. En Estado

Unidos, mucho más cohesionado políticamente, California, su Estado Federal más rico, está en bancarrota, y no pasa nada. Aquí, en Europa, Grecia entra en crisis y tiembla el continente. Esto a pesar de que Estados Unidos tampoco es un ejemplo de democracia en muchos aspectos.

Pobres griegos, tenían un déficit del 7%, el BCE, escandalizado, intervino, ahora, 4 años después, tiene un 15% de déficit. Ese será nuestro futuro pues los recortes son para pagar la deuda privada de los bancos y grandes empresas españolas, no para reducir el déficit o la deuda pública, que por ello, no para de aumentar, para socializar las pérdidas y que nosotros paguemos los platos rotos de la fiesta.

Los grandes capitales financieros y los grandes capitales empresariales son los que se benefician de esta Unión y no quieren ni oír hablar de cohesión social, libertad, igualdad o solidaridad. Como todo buen socialista sabe, esa es la receta para el desastre, producto de los desequilibrios internos que conlleva esta cerrazón de talibán.

No hay una fiscalidad uniforme y coherente ni verdadera unidad política. Ello conllevaría avances sociales y como estos no se desean la Unión está estancada y al borde de la fractura. En Estados Unidos también hay regiones tan diferentes entre sí como Alemania y Grecia, pongamos por ejemplo a Nueva

York e Idaho. Pero en Estados Unidos hay una verdadera unidad política que en Europa no existe. El presupuesto común de la Unión Europea ronda el 2%, el del gobierno federal estadounidense es del 30%.

Una unión fiscal que logre que las rentas del capital paguen tanto como las rentas del trabajo, que el BCE preste a los Estados, en lugar de solamente a la banca privada. Hubiéramos evitado los intereses monstruosos de la deuda pública, equivalentes al presupuesto anual de sanidad, crear los eurobonos, un impuesto a las transacciones financieras, potenciar las energías renovables, rebajar los salarios a los cargos públicos europeos, prohibir las stock-options, obligar a que la banca de especulación e inversión y la de ahorro estén separadas. Esas, entre otras medidas, serían las necesarias para crear una verdadera Unión.

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