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¿Para qué tanta mortificación?

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He regresado de mis vacaciones y apenas he notado cambios, salvo el mío, producido por el trasplante vital que me arrancó del medio natural de mi Isla a tierras andaluzas, con un conjunto de pautas sociales y mentales diferentes, pero con un entorno humano extraordinariamente afectivo. La coyuntura de la crisis, aquí y allá, tiene connotaciones parecidas y en ambos lugares se sigue esperando la respuesta política y sociológica a un paro con tintes dramáticos y por un turismo que muy despacio mejora la mentalidad colectiva y ensancha horizontes a los habitantes de pueblecitos aislados, en medio los desajustes propios de un mundo globalizado. Sabía que a La Palma no la alteraría nada en diez días, ni su modelo económico ni sus comportamientos políticos. Es más, en este último aspecto, no me han sorprendido la irritación y la rabia contenida de algunos dirigentes de Coalición Canaria al no conseguir, de momento, cerrar con el PSOE un acuerdo para que se cumpla, según el Secretario de Organización, Marcos Lorenzo, “el compromiso alcanzado al inicio del actual mandato para cogobernar en las instituciones donde son la lista más votada, es decir, además de en el Cabildo, en nueve de los catorce ayuntamientos de la Isla”.

No sabemos si a Coalición Canaria le causará tanto “placer” la consumación de ese acuerdo, como su anticipación. Son tantos los plazos dados para reconducir el asunto, que el ciudadano de a pie empieza a dudar de los argumentos que se esgrimen para razonar la exclusión de los socialistas del pacto en el Cabildo, salvo ?repetimos ? que anticiparlo, una y otra vez, suponga algún tipo de satisfacción para alguien. Así y todo, la energía que se ha dedicado y se dedica al asunto debiera aprovecharse en temas de mayor calado y trascendencia para la Isla, pero, insistimos, algún gozo ha de existir para tanta anticipación, debe ser algo parecido al placer de “poder y propiedad” que se siente con la naranja en la mano antes de comerla. Esa emoción que produce poner ingredientes al futuro es como un imán que, en la cabeza de algunos, mantiene unidas las piezas de un rompecabezas, al que la mayoría no ve salida. Hasta ahora hemos apreciado cierto grado de frustración y las consiguientes reacciones plasmadas en amenazas, o lo que es lo mismo, en emociones brutas, un empecinamiento de la cúpula de Coalición Canaria, que ha sido rechazado por el llamado sector crítico del partido, con los que se ha abierto una brecha mayor, ya que los que mandan en la organización no comulgan con “el libre albedrío” y consideran “traidoras” a las opiniones discordantes con las directrices marcadas en el último congreso del partido.

Reconozco que en estas vacaciones he estado leyendo algunos conceptos de filosofía política y he recordado como Hegel parodió la teoría de “lo absoluto” de Schelling, una identidad primigenia a todas las diferenciaciones, calificándola como “la noche en la que todas las vacas son negras”. Aplicándola, nosotros preguntaríamos: ¿querrán los nacionalistas que de noche y en su seno, “también todos los gatos sean pardos”?. No es del pensamiento único sino de las ideas dispares, de donde proviene el conocimiento con el que se crea un mundo más sólido, contrastado y objetivo. Sin embargo, en medio de la discrepancia, lo del ultimátum al PSOE no es un farol, aunque justo es reconocer que no hay, ni habido sentimiento en la negociación. Los sentimientos “encienden” en los hombres las conexiones emocionales y, por tanto, una mejor comunicación entre ellos, para alcanzar juntos la supervivencia a través del acuerdo. Al no existir ese sentimiento de “querencia mutua”, Coalición Canaria y PSOE están en un callejón sin salida. Y lo peor es que temen que les pase igual que aquel alfarero que preguntó a Sócrates sobre qué hacer, si casarse o permanecer soltero. Y el sabio le aconsejó: “Hagas lo que hagas, te arrepentirás”.

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