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Tres tristes tigres de la fragilidad

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Los tres principios básicos de la fragilidad vital o el pesimismo existencial son: la ley de Murphy que asegura que si algo puede salir mal acaba saliendo mal, es decir, la tostada siempre cae por el lado de la mantequilla, aunque peor sería que no hubiera mantequilla. Luego está el llamado principio de Peter, que viene a decir que todos aspiramos a nuestro lugar o puesto de incompetencia, por ejemplo, creo que el capitán del Titanic sería un buen primer oficial, pero como capitán está claro que infravaloró al iceberg. Sí, sé que están pensando que estos principios admiten muchas excepciones y tienen razón, pero también ustedes deberán admitir que también se cumplen con demasiada frecuencia. ¿Cuál es el tercer principio? Bueno, ese no lo he visto formulado en ningún sitio, pero yo lo llamo el principio de incoherencia, que señala grandes disfunciones o disonancias entre lo que se piensa y se dice y lo que se hace. Creo haber visto en la prensa de estos días que el mismo presidente iraní con capacidad para enviar trescientos drones y misiles sobre Israel se accidentó en un helicóptero americano de más de cuarenta años. Es un hecho incoherente o al menos contradictorio. Podría señalar grandes incoherencias políticas, pero están en la mente de todos, van por barrios y pretendo escribir con humor e imparcialidad. No hablaré por tanto de gente que combate la prostitución y frecuenta prostíbulos, o gente que en nombre de Dios fomenta la guerra santa, o gente que abomina del Estado y pide constantemente subvenciones o privilegios frente al resto, y lo peor, ese comandante nazi de Treblinka que se emocionaba oyendo cantar un pajarillo mientras gaseaba niños. Yo mismo, sin ir más lejos, presumo de ser el único vegetariano que come carne, eso es rizar el rizo de la coherencia y experimentar el principio de incoherencia en carne propia y nunca mejor dicho. Y no hablaré ya en un terreno más frívolo de esos sujetos que siempre están gastando bromas de mal gusto, pero se enfadan muchísimo si les gastas la menor bromita a ellos. En fin, abróchense los cinturones de seguridad y atrévanse a aterrizar en el aeropuerto de su incoherencia, pues como dijo aquel rebelde americano: Me interesa saber lo que haces, no lo que piensas, pues pensar pensamos todos.

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