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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Las acusaciones rebajan la petición de penas para el hombre que mató a su madre en Los Llanos

Audiencia provincial de Santa Cruz de Tenerife.

EFE

Santa Cruz de Tenerife —

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El fiscal y la acusación popular, que ejerce el Instituto Canario de Igualdad, han rebajado su petición de penas para el hombre acusado de torturar hasta la muerte a su madre en Los Llanos de Aridane, en un juicio visto para sentencia y pendiente del veredicto del jurado popular.

El representante del ministerio público ha pasado de pedir 27 años de cárcel a 22 por los delitos de maltrato continuado y asesinato, al apreciar la atenuante de drogadicción, pero no en el grado que pide la defensa del parricida, que ha solicitado que le impongan las penas mínimas previstas para los citados delitos.

Mientras, la representante del Instituto Canario de Igualdad, que ejerce la acusación popular, ha sustituido la pena de prisión permanente revisable por 28 años de cárcel, y ha mantenido en su informe definitivo el agravante de género, a diferencia del criterio del propio fiscal delegado de violencia de género.

La clave del juicio ha girado en torno a la drogadicción del procesado, quien reconoció los hechos por primera vez en el juicio y dijo estar arrepentido, lo que ha vuelto a reiterar este miércoles, cuando ha dicho que a causa de su dependencia “en ese tiempo -cuando mató a su madre- no era persona” y que “ni siquiera pensaba”.

Más que en la drogadicción, la discusión ha estado centrada en cómo le condicionó a sus capacidades intelectivas y volitivas, esto es, si era consciente de lo que hacía y era dueño de sus actos.

Y en este punto, la forense que entrevistó al acusado tras perpetrar el crimen ha sido tajante: no apreció de esta evaluación ni en su historia clínica ninguna afección psiquiátrica que pudiera eximirle de su responsabilidad penal.

Esta médico ha indicado que el consumo duradero de estupefacientes puede generar en algunas personas episodios psicóticos, no en el caso del procesado, del que tampoco consta que sufriera nunca una intoxicación o precisase asistencia médica por tener síndrome de abstinencia.

Tampoco sufrió lo que se conoce popularmente como “mono” los tres días que permaneció detenido ni cuando ingresó en prisión.

A preguntas de la abogada del acusado, ha matizado que por un consumo continuado, extremo que corroboró otra perito encargada de analizar una muestra de pelo en la que se detectaron trazas de cocaína durante al menos seis meses antes del crimen, acabó desarrollando una “tolerancia” a las drogas.

Esta forense ha indicado también que durante su entrevista con el acusado, éste se mostró en todo momento “tranquilo, colaborador”, y no tuvo ninguna alteración del ánimo.

La abogada de la defensa ha tratado de contraponer estas pruebas periciales con un nuevo interrogatorio a su cliente, quien ha relatado que desde los 15 años empezó a fumar porros y esnifar cocaína, y más adelante se inició en otras sustancias como crack o heroína.

El acusado ha dicho también que la relación con su madre era “buena” cuando consumía droga y “mala” cuando no tenía dinero para comprarla y se lo pedía a la víctima, y por eso discutían, y ha añadido que si la acompañaba al banco cuando iba a cobrar sus dos pensiones era porque ella se lo pedía porque tenía miedo de ir sola.

Luego, en el turno de conclusiones, la abogada de la defensa ha insistido en el argumento de que durante 33 años su cliente ha estado “metiéndose de todo en el cuerpo” y esa droga “creó un monstruo que acabó con la vida de su madre”.

También ha alegado que “nadie en su sano juicio golpea a una madre sin que se le mueva algo por dentro”, menos aún la mata si además era quien le podía costear “su vicio”.

El fiscal ha ilustrado al jurado recordando que episodios de abusos o violencia en los que la víctima no llega a denunciar o se retracta en el último instante, como sucedió con la víctima Eduvigis P.H., “pasan todos los días” y “por desgracia, cada vez más”.

Ha destacado que su muerte no se produjo por “una paliza casual” sino por una “sucesión de golpes” a lo largo del tiempo, en lo que ha denominado como “síndrome de la muñeca rota”, en el que un niño acaba con su juguete por mucho que le guste.

También lo ha descrito con la expresión de acabar con “la gallina de los huevos de oro”, pues el acusado “vivía de su madre, de sus dos pensiones”.

Sobre la incidencia que tuvo la drogadicción del acusado en el fatal desenlace, el fiscal ha señalado que no era de tal gravedad como para que le “impulsaran” a matar a su madre, pero sí de alterarla, de ahí su modificación de petición de penas.En cuanto al agravante de género aludido por la acusación popular, ha esgrimido que en los casos de violencia doméstica “se golpea a padres y madres por igual”, y si son más habituales los malos tratos a las madres es porque “son quienes acaban cargando con los hijos”.

La letrada del Instituto Canario de Igualdad ha argumentado por contra que el acusado siente un “desprecio total” hacia la figura de la mujer, y ha recalcado que en el juicio, cuando se han proyectado imágenes del cadáver de su madre, no se le vio “ni pizca de arrepentimiento”.

Ha abundado en que se cree que “las mujeres están a su disposición, entre ellas su madre”, quien cuando no le daba dinero “la machacaba” a base de golpes, cada uno de los cuales eran “un mensaje de dominación”.

Tal fue su “sentimiento de superioridad que ni siquiera le permitió -a la víctima- una muerte digna”, sino que fue “larga y agónica. La reventó por todos lados”, ha rematado.

Los autores de la autopsia han determinado que la causa de la muerte de Eduvigis P.H. no fue el estrangulamiento, sino un shock multiorgánico masivo por la cantidad de golpes que recibió, sobre todo en la cabeza y la zona torácica, con varias costillas fracturadas por varias partes.

También han indicado que los golpes no los recibió la víctima en un solo episodio violento, lo que les lleva a inferir un “maltrato repetido”; que las lesiones le provocaron sufrimiento y dolor, y que del análisis de las vísceras se deduce que llevaba sin ingerir ningún alimento “un par de días”.

Tenía el intestino delgado “completamente vacío”, han ilustrado los forenses.

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