“El gran problema de legalizar la marihuana es el impacto que tendría su consumo en adolescentes”

Félix González es médico especialista en psiquiatría y miembro de la Sociedad Española de Patología Dual.

La Palma Ahora

Santa Cruz de La Palma —

El Congreso de Patología Dual organizado por la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD) y la World Association on Dual Disorders (WADD) se ha celebrado recientemente en Madrid con la asistencia de más de 2.000 expertos de unos 70 países. A este evento ha asistido el palmero Félix González Lorenzo, médico especialista en psiquiatría y miembro de la Sociedad Española de Patología Dual. En una entrevista con La Palma Ahora expone las conclusiones sobre los asuntos de interés que allí se trataron, como la relación de los problemas de salud con las adicciones, los últimos estudios en cuanto avances en los tratamientos de estas enfermedades y las esperanzadoras líneas de investigación en las que se está trabajando sobre este campo en la actualidad.  

-Por la elevada participación en el congreso, las adiciones parecen tener un gran interés para la psiquiatría. 

-Ante todo destacar que el consumo de una sustancia no supone una adicción. Todo el mundo tiene acceso a las drogas, pero únicamente una parte de la población (aproximadamente el 10%) cae en la dependencia y con consecuencias altamente perjudiciales para su salud. 

-¿De qué depende que unas personas se vuelvan adictas a las drogas y otras no?

-La adicción a las drogas es como el sufrir cualquier otra enfermedad. Hay personas que son más vulnerables a ser adictas que otras, pero no existe un solo factor que determine si una persona va a padecer este problema. Todos tenemos al alcance las drogas o también llamadas sustancias psicoactivas, aunque solo una parte de quienes las prueban se encadenan a ellas.   Nos encontramos con facilidad la llamada musical en los bares de las máquinas tragaperras, pero no todas las personas se arruinan jugando en ellas. El tabaco, el alcohol, los casinos…  son de acceso libre. Que una persona desarrolle un patrón de consumo o un comportamiento nocivo para sí mismo y para su entono, depende del equilibrio entre los factores de riesgo y de protección que estén en juego.

-¿Cuáles serían estos factores?

-La familia, por ejemplo, es un factor esencial que puede actuar como protector o facilitador frente a las adicciones. Los niños que tienen sólidos y estables vínculos afectivos con sus padres o cuidadores, que estos se dediquen a ellos, que les marquen los límites necesarios y razonados, que sean coherentes con lo que transmiten en cuanto a valores como son el sentido de la responsabilidad, la justicia, el diálogo, la solidaridad, la compasión, incorporarán en su vida modelos de funcionamiento que les permitan tolerar mejor las frustraciones inherentes a la vida. Si sus modelos paternos son de actitudes poco reflexivas, agresivas, no participativas en la vida de sus hijos o si son los propios cuidadores los que consumen, se aumenta el riesgo del niño para el abuso de drogas en el futuro.  Otro aspecto son los problemas de salud no abordados ni tratados durante la infancia. En el caso, por ejemplo, del déficit de atención (TDAH), más conocido por hiperactividad, los chicos pueden darse cuenta de que tomar drogas o alcohol mejora su concentración y les ayuda a hacer las cosas mejor. Si se funciona mejor mientras se abuse de una sustancia, es probable que se termine en una dependencia. Estos chicos se calman, aunque parezca un contrasentido, con la sobreestimulación. Por tanto, también son propensos a caer en conductas adictivas con el juego por Internet o de las redes sociales.     

-¿Se heredan las adicciones? 

-Acerca de los factores genéticos, está admitido que entre el 40 y el 60 % de la vulnerabilidad a la adicción es hereditaria. Cuando una persona es portadora de una alta carga genética que la predispone a las adicciones, la acción de los factores de riesgo que mencionamos antes actúan como facilitadores para contraer una adicción. Por otra parte, también se copian los modelos de conducta de las figuras de referencia de la infancia y adolescencia.  Influyen, además, las etapas de desarrollo y otros problemas de salud. Por ejemplo, hay evidencias de que los adolescentes y las personas con trastornos mentales tienen un mayor riesgo de abuso y adicción a las drogas que la población general. Es aquí entonces donde hay que acentuar el apoyo y la prevención.

-La psiquiatría es una especialidad médica que trata enfermedades y las adicciones están consideradas como tales. ¿Son enfermedades mentales? 

-Sí, así es. Además, la relación del abuso de drogas y de las de los demás problemas psiquiátricos es muy estrecha. Al respecto se sabe que el consumo de las llamadas sustancias ilegales multiplica por cinco el risego de tener una depresión y que ésta a su vez afecta más a las mujeres. Aunque parezca paradójico, este tipo de tóxicos, que se toman generalmente para tratar de experimentar placer y sentirse mejor, tienen también la propiedad de activar los mecanismos cerebrales que provocan la depresión. Y también ocurre este fenómeno en el sentido inverso. Es decir, primero se sufre la depresión y posteriormente, para tratar de aliviar el sufrimiento, se consume cannabis, por ejemplo. A corto plazo, se puede experimentar alivio. Después vienen los efectos perjudiciales del uso prolongado: embotamiento, pérdida de energía, problemas con la memoria, reducción del rendimiento intelectual… 

-¿Es decir, la persona que se siente deprimida se automedica para tratar de estar mejor y esta conducta puede empeorar su situación?

 -Sí. La depresión es como si tuvieras un dolor en el alma. Necesitas que algo te lo calme. Pero esta asociación, depresión-droga acarrea una grave complicación: el riesgo de suicidio en la patología dual se multiplica por catorce. Por tanto, las personas que tienen un padecimiento psiquiátrico y que además consumen droga, son un problema sanitario de primer orden. Se agrava la enfermedad y se puede perder la vida. Además de los costos económicos. Los pacientes con patología dual, es decir con una patología psiquiátrica asociada a una toxicomanía y que no están tratados convenientemente, usan más recursos sanitarios: urgencias, ingresos hospitalarios, incapacidades laborales...  

-¿Y por qué  se automedican con drogas en lugar de consultar con el especialista? 

-Es así. No solo ocurre en psiquiatría.   Muchas personas lo hacen de esta manera y lo que consiguen es amplificar de forma involuntaria el problema. Antes estaban deprimidos y ahora están expuestos a una sustancia que a su vez genera otros problemas de salud, económicos, sociales, familiares… Pero aquí tenemos que hacer autocrítica. Los psiquiatras tenemos al alcance mucha información sobre los medicamentos o psicofármacos, pero muy poco de los efectos terapéuticos de las drogas de abuso. Por algo la gente las busca. Nuestros tratamientos no son siempre tan eficaces como quisiéramos. El porcentaje de respuesta de los medicamentos que usamos en psiquiatría varía entre un 30 y un 70 %, según la patología que tratemos. Parte de quienes no se curan buscan mejorar con lo que pueden. Medicinas alternativas, curanderismo... Y algunos encuentran una sustancia que de forma inmediata mejora su estado de ánimo. Si encuentran este efecto de alivio entran en riesgo de hacerse dependientes.  A productos legales o ilegales. Cada quien puede encontrar el suyo.  

-¿Legales e ilegales?

-Sí. El tabaco, el alcohol, los psicofármacos, estupefacientes… son legales. El cannabis, la cocaína, la heroína, las drogas sintéticas, por ejemplo, son por ahora ilegales. Hay gente a la que el tabaco o el alcohol les produce placer. A otras no. El alcohol actúa como desinhibidor y este efecto para una persona introvertida y tímida puedes ser gratificante. Se usa tratando de experimentar placer y facilitar las relaciones sociales. Se convierte en un problema cuando interfieren la salud, en nuestra vida de relación, familiar o laboral.  Tanto las sustancias legales como las ilegales tienen un potente efecto sobre el cerebro y producen modificaciones que para algunas personas significa sufrir menos o disfrutar más. Pero el cerebro no es solamente un órgano altamente complejo sino diferente en cada individuo. Como las huellas dactilares. Resulta que, lo que a unos les pone eufórico a otros le produce terrores o alucinaciones, por ejemplo.  

-¿Y es posible aprovechar los efectos, por decirlo de alguna manera, positivos, de las drogas, sin que nos afecten negativamente? 

-Esto es todo un asunto de máximo interés, tanto para los investigadores como para quienes trabajamos por la salud. Pero tenemos un problema. En las últimas décadas, la investigación con las llamadas drogas ha estado prohibida por los organismos internacionales de salud. En todo ese tiempo no se han dejado de usar por la gente, aunque fuera de la ley, de los controles sanitarios y de calidad.  El narcotráfico se ha nutrido de esta pasividad de las autoridades sanitarias, sin importarles las secuelas sobre la salud, las muertes, la ruina moral y económica de individuos y familias enteras. Desde las administraciones públicas se ha catalogado este problema como un asunto de moralidad. De ahí quizás, aquellas conocidas series que abordaban el asunto desde un punto de vista eminentemente policiaco y delictivo. Vicio en Miami, por ejemplo. Gran parte de los recursos públicos económicos y humanos destinados a las drogas, se han dirigido a la represión, como si se tratara únicamente de un problema de delincuencia. Poco se ha solucionado con estas políticas miopes. Muchos adictos están en la cárcel, cuando deberían estar en centros de tratamiento. A día de hoy, millones de adictos permanecen atrapados en la dependencia y la estigmatización. 

-Dicho así, parece una complicada situación.  ¿Qué pueden hacer los profesionales, sabiendo todo esto, para cambiarla? ¿y para salir de una encrucijada de la que parece que solo se benefician los traficantes?  

-Bueno, ni siquiera se puede decir, objetivamente, que para los que trafican es beneficiosa esta situación.  Ya sabemos cómo terminan también algunos capos que parecen invencibles. Y los intermediarios, camellos, sicarios, etc., tienen una vida furtiva y de riesgos.  Pero mientras existan sustancias prohibidas y a su vez muy demandadas, el drama no parece que tenga final. Debemos afrontar el problema desde otros ángulos. Uno de ellos es fomentar la investigación sobre las probables aplicaciones beneficiosas de unas sustancias que por otra parte son tan nocivas. Otro es abordar el consumo de drogas como una enfermedad que tiene sus abordajes terapéuticos. Y como en todas las enfermedades, no todos los tratamientos son siempre lo eficaces que quisiéramos. Ocurre también con otros padecimientos.  Pero hay que subirse a la vía de considerar a los adictos como enfermos y abandonar los prejuicios morales de catalogarlos como viciosos, por no decir otros calificativos más denigrantes y que en nada ayudan a quienes sufren estos problemas.  

-Con el cannabis se ha planteado la contradicción entre que es perjudicial para la salud y que a su vez tiene aplicaciones beneficiosas. 

-Efectivamente. Con respecto al cannabis se está trabajado en investigar qué de bueno podría tener y si pudiese resultar un arma terapéutica más. La marihuana es una planta que tiene más de cien componentes llamados cannabinoides. Algunos de ellos son neurotóxicos. El desafío es separar los que son terapéuticos y de utilidad en medicina de los que nos hacen daño. 

-¿Por qué la marihuana es tan polémica? Unos la defienden y otros la acusan de ser la responsable de enfermedades. 

-La disponibilidad de marihuana ha cambiado en los últimos años. Y no precisamente para bien. Se suele decir que hay casos de personas que fumaron porros durante su juventud y no les pasó nada. Pasa como con el tabaco. ¿Cuántas veces escuchamos que fulano de tal fuma desde joven y tiene 90 años? Es cierto que no todas las personas que fuman desarrollarán cáncer. Pero lo que no se discute es que fumar multiplica de forma significativa la posibilidad de contraer un cáncer. De la misma manera, no todas las personas que fuman marihuana padecerán enfermedades mentales a causa de su consumo. Pero en personas vulnerables, es decir genéticamente predispuestas, la posibilidad de padecer trastornos como crisis de pánico, depresión o esquizofrenia se multiplican con el consumo de cannabis. Cuando las generaciones que preceden a los jóvenes de hoy en día fumaban, es decir hace 30-40 años, la marihuana no tenía las mismas características que la que circula actualmente. Por esa época su concentración en THC, que es el principio activo, era del 1 al 5%.  La que decomisa la policía actualmente está en torno al 50% en muchos casos. También hay sintética, transgénica y otros productos con altas concentraciones. En estos días hemos conocido  la  detección  en el mercado de  una nueva droga cannabinoide sintética, cuyos efectos en un gramo son 80 veces más potente que las de un gramo de cannabis tradicional. 

-¿Cómo puede saber una persona qué concentración tiene un producto que compra en la calle? 

-Ese justamente es uno de los problemas de la ilegalidad. Las bebidas alcohólicas tienen que poner en la etiqueta el grado de alcohol que contienen, por ejemplo. ¿Pero, dónde pone la composición de algo que se compra en una esquina? ¿cuánto de adulteración hay en esa mercancía, cuánto de pureza?  Se sabe, por ejemplo, que, a baja dosis, el cannabis es vasodilatador por lo que reduce la presión arterial. Pero a altas es vasoconstrictor, es decir, favorece la hipertensión y por tanto el riego de ictus. A bajas dosis calma la ansiedad mientras que a altas producen inquietud. A baja dosis mejora las náuseas y a altas las ocasiona. Sobre los pulmones los dilata a concentraciones bajas, pero si son altas inducen al broncoespasmo, por lo que se pueden tener crisis respiratorias. A lo largo de las ultima décadas, la potencia de la marihuana disponible en el mercado y sus efectos han cambiado drásticamente, y para peor. 

-¿Se abordó en el congreso la legalización de las drogas? 

-Sí, claro. Es un asunto de alto interés. Controvertido. Las ciencias manejan datos, pero no tienen la función ni la capacidad de legislar. Sabemos que las drogas legales, el tabaco y el alcohol producen hasta 30 veces más muertes en el mundo que las ilegales. La legalización no resuelve todo el problema y por otra parte traería un aumento del consumo, lo que resulta preocupante. Pero también es cierto que la ilegalidad hace que estas sustancias no tengan ningún control sanitario. En el caso de que estuviese legalizado, por ejemplo, el consumo del cannabis, disminuiría el comercio y quien lo consuma podría evitar ciertos riesgos para su salud. Es decir, se hará menos daño.  Uno de los puntos de vista en pro de la legalización es el argumento que sigue aquel refrán de que, si no puedes con tu enemigo, únete a él. Un objetivo que se persigue sería que las concentraciones activas de la marihuana legal no superen el 5 %. Es decir, quien la consuma se hará menos daño que con la que está normalmente disponible en la actualidad.  El gran problema a considerar es el impacto que tendría la legalización sobre el consumo de adolescentes y cómo hacer para evitar que se incremente. 

-¿A qué conclusiones han llegado?

-Insistir que quienes son adictos a las drogas no deben de ser vistos como transgresores a voluntad, sino como personas que padecen una enfermedad.  Una enfermedad, como cualquier otra. Cuando alguien enferma, no le ayuda que le digan que ponga de su parte, de su voluntad. Con este tipo de consejos, que seguro se dan con buenas intenciones, lo único que se consigue a menudo es que se frustre quien lo dice y quien lo escuche no se sienta comprendido. Es justamente la voluntad lo que les falla a los adictos, para protegerse a sí mismos y a los suyos, a sus hijos, sus parejas, su familia, de este drama. El camino de la adicción es un tránsito hacia la autodestrucción y que supone muchísimo sufrimiento para quien lo padece y también para los seres queridos de quienes lo soportan. Debemos evitar hacer valoraciones morales inútiles sobre los consumidores y tratar de cambiar nuestra visión.  Tendríamos que considerar este drama como un problema de salud pública, que necesita mucha comprensión, medidas de prevención y tratamiento. Tenderles la mano a quienes han caído para ayudarles a salir de esa ciénaga en la que se consumen los años y la calidad de la vida.

Etiquetas
stats