Persisten los elevados niveles de gases nocivos en La Palma cuatro meses después del fin de la erupción
Cuatro meses después de darse oficialmente por apagado, el volcán de La Palma sigue emitiendo gran cantidad de gases que pueden ser tóxicos para la salud. Para detectarlos, la Unidad Técnica de NRBQ y la Unidad de Reconocimiento de Subsuelo de la Guardia Civil continúan desplazándose a la isla desde Madrid para medir sus niveles en las zonas de la Bombilla, población aún evacuada, y áreas próximas al cono del volcán en Cumbre Vieja.
Se trata de gases como el dióxido de azufre (SO2) y el dióxido de carbono (CO2).
Según ha informado la Guardia Civil, estas mediciones siguen arrojando valores elevados, por lo que permanecer en dichas zonas supone un “riesgo alto” para la salud de las personas.
Para evitar cualquier incidente, la Benemérita ha reiterado a todos los ciudadanos residentes en las áreas afectadas por la erupción volcánica seguir las recomendaciones que las autoridades competentes van estableciendo para proteger a la ciudadanía ante los graves peligros que conllevan esos niveles de gases nocivos. La mayoría de esas emanaciones son incoloras e inodoras, por lo que sin aparatos específicos es prácticamente imposibles detectarlos. De ahí su peligrosidad.
La Guardia Civil insiste en recomendar a la ciudadanía seguir siempre las indicaciones establecidas por las autoridades.
Zonas aún evacuadas
Por otro lado, el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane informó este viernes de que siguen realizando visitas de vigilancia en la zona costera del municipio donde muchos propietarios aún no han podido acceder sus viviendas debido a los gases en la zona, especialmente en Puerto Naos y La Bombilla.
La concejal de Seguridad, Lorena Hernández, explica que estas visitas se hacen de manera periódica “con el objetivo de garantizar seguridad a los propietarios de esta zona, que aún no han podido acceder a sus viviendas como consecuencia de los gases, y evitar posibles hurtos”.
Desde el Consistorio señalan que van a seguir trabajando en este sentido porque “es una prioridad el bienestar de las personas” y eso pasa también “por la seguridad de sus casas”.
Emanaciones que podrían durar años
Los gases que aún mantienen poblaciones evacuadas en La Palma están siendo liberados por el volcán y, según explicaron los científicos que integraban el Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (PEVOLCA), esta expulsión se produce normalmente antes, durante e incluso muchos años después de una erupción volcánica.
Los más abundantes son el vapor de agua y el anhídrido carbónico (CO2), que no son directamente venenosos. Sin embargo, la mayoría de los gases volcánicos menos abundantes no son respirables, como el dióxido de azufre (SO2) o el trióxido de azufre (SO3), que, combinados con el agua, forman ácido sulfúrico (H2SO4), ácido clorhídrico (HCl); monóxido de carbono (CO), ácido fluorhídrico (HF), hidrógeno (H), helio (He) y radón (Rn), entre otros, denominándose lluvia ácida.
Estos gases son liberados durante las erupciones, pero también pasan a través del subsuelo hacia la superficie, provenientes de las masas de lava que se hallan en el interior del volcán. La acumulación de gases asfixiantes (CO2) en concentraciones letales es más probable en las pendientes de un volcán, dentro de un cráter o cerca de una fisura; mientras que los gases irritantes (H2S) pueden ejercer sus efectos a menor concentración en muchos kilómetros a la redonda del volcán, detalla la página sobre el volcán de Cumbre Vieja creada por el Cabildo de La Palma para exponer toda la información relativa a la erupción.
En concentraciones elevadas, detalla, el ácido sulfhídrico no se puede detectar pues ocasiona la parálisis del nervio olfativo. “Sin embargo, esto no puede considerarse una preocupación de salud pública generalizada para la totalidad de la población en riesgo, pues la amenaza está relacionada directamente con la ubicación y condiciones geomorfológicas propias de la zona y la exposición de la persona a ella”, añade. La lluvia ácida de origen volcánico quema y mata la vegetación y, aunque no representa un riesgo directo para la salud de las personas, corroe tuberías y techos y contamina fuentes de agua en depósito al aire libre.
Si el agua de lluvia para el consumo de un familia es recogida de los techos metálicos, debe examinarse para comprobar o no la presencia de fluoruros o metales tóxicos en exceso. Aunque es poco frecuente, existe la posibilidad concreta de que los productos químicos o la lluvia ácida contaminen algunas fuentes de agua.
De ahí la importancia de continuar con la vigilancia de los niveles en las zonas en las que se han detectado emanaciones, una amenaza que, según expertos, podría continuar aún mucho tiempo después de dar por finalizada la erupción.
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