La ‘pequeña Alemania’ asentada en La Palma hace décadas no quiere desarraigarse tras la erupción
“Si puedo, seguiré viviendo aquí”. Es la respuesta que suele dar la población alemana residente en La Palma cuando se le pregunta sobre cómo ha vivido durante estos tres meses el proceso eruptivo y si ha pensado en abandonar la isla. La germana es la población de La Palma de origen extranjero más numerosa de esta isla de 85.000 habitantes. Supone más de 3.000 personas y la mayoría se concentra precisamente en el Valle de Aridane, en los municipios ahora más afectados por el volcán. Los alemanes emigraron por diversos motivos desde hace décadas, por tantas razones que ya ni sienten el mismo apego por su Alemania natal. Poco a poco han hecho su vida y echado sus raíces en un valle por el que ahora sufren. Callejear por el municipio de Los Llanos de Aridane o El Paso estas semanas atrás era apreciar alemanes no de turismo sino integrados al completo en la vida cotidiana. Los que habitan la zona tienen fincas, comercios y otros negocios e incluso viven del turismo. También hay quien lo ha perdido todo, quien ha sido evacuado y siente incertidumbre o quien sufre por pagar facturas a final del mes cuando sus negocios se han visto resentidos. Primero por la COVID, luego por los incendios y ahora por un volcán.
¿Pero por qué se asentó una colonia alemana precisamente en La Palma? Claudia explica que fue el padre de su expareja el que había comprado unos terrenos en los años 60. Tenían casa asegurada así que dejaron muy jóvenes el sur de Alemania hace 28 años para trasladarse a La Palma. En esa isla ya lleva la mayor parte de su vida. Cuando se separó de esta pareja decidió seguir viviendo aquí. Desde hace casi 20 años lleva una tienda de productos ecológicos en El Paso y tiene una nueva pareja de origen venezolano, tierra que guarda fuertes lazos con esta isla. Desde su tienda ha tenido que convivir estos meses con la vista de un volcán que derramaba toda su furia. No podía dormir y las compras se resintieron mucho en esas semanas. Montar una tienda de productos ecológicos cuando no había costumbre de consumirlos en Canarias era una apuesta en principio arriesgada. Los alemanes que vienen a pasar largas temporadas han sido sus clientes fieles, también los residentes pero poco a poco son los propios palmeros los que se dirigen a esta tienda a menudo. Claudia explica que ya no le quedan familiares directos en su país de nacimiento y que no viaja hasta allí desde hace 12 años. Su hija vive en Mallorca y el dinero que ahorra y las pocas vacaciones que se coge cada año son fundamentalmente para acudir a verla. Alegría es el nombre de su tienda, y es la emoción que espera que impere en la zona a partir de ahora.
Concentradas en su taller de artesanía (dividido en Atelier el Tesoro y Naturseifen Maday, jabones artesanales de La Palma), Anna y Daniela rememoran que hace tantos años que emigraron a la isla y nunca más se fueron que ya ni se acuerdan. Anna lleva la parte de orfebrería. Confecciona desde pendientes, pulseras o collares, muchos de ellos inspirados en la isla. La silueta de La Palma hecha en plata es una de sus señas de identidad. Son días tristes para ella. Es una de las personas desalojadas de la zona de Las Manchas, uno de los barrios afectados por el volcán. Sabe que su casa está bien pero no cuándo podrá volver. La ceniza impregna estos barrios y se concentra en sus azoteas, pero también los gases se han convertido en un peligro por el que tardarán semanas en poder volver a las casas que se han mantenido erguidas ante la proximidad de las coladas. “Esta situación nos afecta a todos emocionalmente”, insiste.
Tanto ella como Daniela conocen alemanes que además de ser evacuados sí que han perdido su vivienda pero no van a regresar a Alemania, porque La Palma es el lugar que sienten como su hogar. En las calles se palpa esa tristeza por quien ha perdido mucho con esta erupción. Ambas recuerdan que la pandemia también ha supuesto un revés para ellas, pues gran parte de sus clientes son precisamente turistas, sobre todo en esta temporada de invierno, por lo que viven con mucha incertidumbre cómo se desarrollarán los próximos meses. Son los días previos a Navidad y a la tienda y al taller apenas entran personas. “Mientras podamos queremos seguir abriendo”, remarcan ambas.
Daniela lleva la parte de jabones artesanales y cuenta que empezó con un puesto muy pequeño vendiendo en los rastros o mercadillos. Después, tuvo otra tienda más pequeña hasta que el pasado año decidió unirse a Anna en un local bastante grande de la zona centro de Los Llanos de Aridane. A su alrededor hay otros negocios también de alemanes residentes, justo en frente una tienda de prendas y material de senderismo. Daniela recuerda que tanto los jabones como los accesorios que realiza su compañera son realizados con materiales de primera calidad de La Palma. Están encantadas de poder haber hecho su vida en la isla, por el clima, la gente, la naturaleza… “La Palma es mucho más que el volcán”, asegura.
En una calle muy próxima se encuentra Julia mandando un mensaje de voz en alemán que delata su procedencia. También la forma de su tienda, una juguetería educativa con artículos no tan convencionales y en perfecta armonía. Nació en Alemania pero ha pasado toda su vida en la isla. Pensar en cómo llegó le lleva a su abuela a la que le gustaba mucho viajar a Canarias. Su madre vino a pasar unas vacaciones, se enamoró de un palmero y también de la isla. Su familia tiene una empresa vinculada al turismo, en especial a los coches de alquiler, pero primero les afectó la crisis de Thomas Cook (principal turoperador que opera en la isla) después llegó la pandemia … hasta que decidió montar su propio negocio. A estas dos crisis se le suma ahora el volcán.
Julia explica que durante la erupción las primeras semanas cerró la tienda. En este tiempo se ha visto afectada por la mala calidad del aire, como otras empresas de la zona y por la ceniza. Poco a poco, con el volcán ya dormido en silencio espera ir recuperando la normalidad en la que es su casa. “Sé de un montón de alemanes que han perdido sus casas y son de aquí. Han roto los lazos con Alemania” sostiene.
Martina también dice que contar la historia de su vida y por qué llegó a La Palma daría para mucho. “Es una larga historia”, insiste. Niega que se trate solo del clima, ya que los alemanes han llegado a esta isla por distintas motivaciones. Lleva 17 años en Canarias, toda una vida. “Quiero quedarme aquí mientras pueda”, afirma. Tiene una pastelería alemana llamada La tarta, situada en El Paso, muy cerca del Ayuntamiento. Martina recuerda que muchos vecinos han quedado afectados y que muchos de sus clientes ahora no viven en la zona por esta razón. Por ello, y por la falta de turismo, insiste en que sus ventas se han resentido. “Son los mejores pasteles de la zona'', explica un cliente que entra en esta pastelería artesanal justo en ese momento. La mayoría de los negocios alemanes tienen sus letreros escritos en español, pero también los hay en alemán, como una inmobiliaria que se encuentra muy cerca de la pastelería. La diversidad de negocios y de formas de vida encajan con los comercios de palmeros y de venezolanos (segunda población extranjera más numerosa) en un valle que ahora solo quiere reconstruirse tras la erupción y volver a florecer.
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