La estrella de David

Ha dicho Paula Pimentel, una dominicana que lleva diecinueve años residiendo y trabajando en Tenerife, que el PP ha conseguido que ahora le insulten en la guagua, en el ambulatorio o en la calle. Se lo echó en cara este domingo a Ángel Llanos: “Dígale a Rajoy que no nos ponga la estrella de David”. El jefe de Llanos, candidato a presidir España, avaló en el último cara a cara de esta campaña electoral las palabras de Paula: los inmigrantes perjudican a los españoles. Ha sido lo peor del debate.

Mariano Rajoy puede haber ganado este último cara a cara electoral. No ya por el dos a cero que ha dicho Acebes con cara de satisfacción, sino por veinte a cero. O por miles de millones a cero. Pero ha destrozado a Paula Pimentel dándole la razón.

Al grito de “orden y control”, Rajoy volvió a sintonizar con los más bajos instintos de los que creen que los inmigrantes vienen a cargarse nuestras costumbres, violar a nuestras hijas, quitarnos nuestros trabajos e incrementar las listas de espera de pruebas diagnósticas y operaciones quirúrgicas.

Nuevamente Rajoy ha perdido el debate más por errores propios que por aciertos ajenos. Porque a Zapatero le ha bastado con ceñirse a un guión sencillo: hacer propuestas en positivo y, de vez en cuando, revelar contradicciones y animaladas del adversario y ponerlo contra las cuerdas. Para esto último le bastó la guerra de Irak, donde el líder del PP se enredó de un modo absurdo para permitir al presidente zanjar la cuestión dando por hecho ante la audiencia que Rajoy, aún después de todo lo ocurrido, mandaría de nuevo bombardear Bagdad.

Éso y los atentados de Atocha, de modo que al candidato conservador se le llegó a escapar un muy preocupante “ustedes ganaron las elecciones por Irak y el 11-M”, lo que coloca el listón demasiado alto para explicar una previsible victoria electoral socialista este domingo con una participación todavía mayor que la de 2004.

La ausencia de propuestas, el pesimismo, el catastrofismo, el gesto crispado, los papeles al suelo, la xenofobia... colocaron muy pronto a Rajoy en inferioridad de condiciones ante un candidato socialista que logró hacia la mitad del debate llevar la iniciativa. El líder del PP, perseverando en el error de consolidar los votos que ya tenía antes de las nueve de la noche (hora peninsular) insistió en los mismos mensajes. Y hasta en la misma niña majadera.

Zapatero acabó con un discurso mucho más ilusionante, sereno, de futuro. Sin niña, pero con una sonrisa para Paula Pimentel y con otro gesto para los ideólogos de campaña, los mismos de la Z y la ceja: “Buenas noches y buena suerte”. Sin estrella de David.

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