COVID-19: ¿qué ha cambiado para pasar de epidemia a pandemia?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha adoptado la decisión de declarar el COVID-19 como pandemia. Hasta ahora, la caracterización de esta enfermedad, causada por el nuevo coronavirus SARS-Cov2, era como epidemia. Pero, ¿en qué se diferencia una pandemia de una epidemia? ¿Supone un agravamiento de la enfermedad o es solo una cuestión semántica? ¿Llega tarde esta declaración?
La principal diferencia entre una pandemia y una epidemia es la escala geográfica. Los epidemiólogos (etimológicamente, los profesionales encargados de estudiar las epidemias; en la realidad, quienes estudian la incidencia, distribución y control de las enfermedades) usan el término epidemia para referirse a cualquier enfermedad que se propaga en la población de forma activa y, frecuentemente, escapando al control normal y deseable por las autoridades sanitarias.
Ajustándose a esta definición hemos tenido recientemente casos de epidemias de cólera en Yemen o hace unos años en Haití, que causaron más fallecimientos que la nueva pandemia de coronavirus. Sin embargo, esas epidemias afectaban a países o zonas muy concretas, sin que la situación se extendiera a otras regiones. Por eso las condiciones sanitarias permitían controlar las posibles infecciones con relativa facilidad.
La epidemia de COVID19 también empezó así: unos pocos casos en Wuhan, que en unas pocas semanas pasaron a decenas y centenares, y en menos de un mes llegó a miles de afectados, casi todos en la provincia de Hubei. A finales de enero, el resto del mundo empezó a oír noticias sobre esta nueva neumonía. Y, antes de que pudiésemos asimilarlo, nos encontramos con que las personas infectadas se encontraban por países diversos, cada semana en más lugares y en mayor número.
Sin embargo, la declaración de pandemia llega semanas después. El retraso en la declaración se explica por los niveles de circulación del virus en distintos países. En el momento de escribir este artículo, hay unos 128 000 casos confirmados en el mundo, de los que unos 81 000 corresponden a China, 12 500 a Italia, y 10 000 a Irán (España está en 2 300 casos). Aparte de Asia y Europa, sólo hay niveles importantes de casos en otro continente, América del Norte, con unos 1 300 casos en los EE.UU.
En estos y varios otros países se considera que el virus circula por la comunidad, sin que las medidas de contención hayan logrado evitarlo. Dado el retraso entre la infección y la aparición de síntomas (entre 7 y 14 días), y la posibilidad de transmisión por personas asintomáticas, cabe aceptar que hoy estamos viendo la situación de las transmisiones que se produjeron hace unos 10 días.
La declaración de pandemia viene a constatar que el SARS-Cov2 circula de forma amplia en varias zonas del mundo. En otras palabras, es una epidemia de dimensiones mundiales.
La declaración como pandemia no empeora, ni por supuesto mejora, las predicciones que se habían realizado las semanas anteriores sobre la dificultad creciente para controlar el virus. Ni acerca de la posibilidad de que los sistemas sanitarios se tambalearan, incluso sucumbieran, colapsados por un elevado número de pacientes con necesidad urgente de atención médica.
Lo preocupante del asunto es que no solo afecta a los pacientes de COVID-19, sino a todos los que necesitan atención hospitalaria, incluso en el propio domicilio. Las medidas de control que se establecieron en China hace mes y medio podían parecernos extralimitadas desde nuestra visión de democracia occidental, pero han surtido efecto al cabo de varias semanas.
Dos datos lo corroboran. El primero, que los casos de nuevas infecciones diagnosticadas en China han disminuido drásticamente en las dos últimas semanas. El segundo, que en Wuhan ya se han empezado a desmantelar los 13 hospitales construidos con inusitada velocidad porque ya no son necesarios para albergar a los pacientes con COVID-19. Un gran éxito.
La declaración de la OMS tiene efectos a nivel político y económico. Un motivo adicional, en palabras del director, es la constatación de una muy preocupante falta de actuaciones por parte de varios países que, aún con niveles bajos de infección, no adoptan medidas rigurosas a sabiendas de que con su inacción están siguiendo la estela de, por ejemplo, Italia, con lo que ello implica.
A fecha de hoy, España está a unos 9 días de distancia de Italia en la propagación de las infecciones confirmadas. Las acciones que promovamos hoy empezarán a hacerse notar a partir de unos 10-12 días. Y cabe esperar que, entretanto, las estadísticas aumenten al mismo ritmo que las italianas nueve días atrás.
Tras la declaración de la pandemia, algunos países como Italia y los EE.UU. han adoptado medidas más drásticas para controlar la movilidad de las personas.
Por otro lado, muchas pólizas de seguros de salud no cubren las prestaciones derivadas de situaciones de pandemia. En nuestro país, gracias a la extensión de la sanidad pública, esto no afectará a la población, pero en otros países es un factor añadido que dificultará el control de la pandemia de COVID-19.
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