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Una activista, en huelga de hambre desde hace 19 días

Rosi Cubas es un icono de los movimientos sociales de Tenerife y la musa del contrapoder chicharrero. Es rara la manifestación o movilización en la que no participa y eso que desde hace algunos años sufre una enfermedad que le impide moverse con facilidad. Pero este martes se cumplirán veinte días desde que ha emprendido la causa más complicada de todas porque pone en riesgo su propia vida. Cubas se ha mantenido durante todo este tiempo en huelga de hambre para exigir una sanidad pública con todas las de la ley.

Desde hace tres semanas está ingresada en el Hospital de La Candelaria y se niega a ingerir ningún tipo de alimento. Al principio su protesta no llamó demasiado la atención de los medios de comunicación que algunos apenas consideraron poco menos que una excentricidad. Sin embargo, poco a poco parece que cada vez son más los que comienzan a tomarla en serio y a comprobar que piensa llegar hasta las últimas consecuencias. Ya este lunes hacía declaraciones para emisoras de radio nacionales a las que ha llamado la atención el empecinamiento de su protesta.

“Me siento como el niño de San Antonio. Esto ya no tiene marcha atrás, primero por una cuestión de integridad personal y segundo por que es una oportunidad de seguir en la lucha. Yo sé que esto es ahora o nunca”, dice con un desarmante buen humor y voz clara desde la cama del Hospital donde permanece ingresada. En todo este tiempo sólo ha ingerido una pastilla para controlar el potasio después de que le advirtieran de que éste había descendido hasta niveles peligrosos y le llegaran a dar dos horas de vida. Pero de resto se siente estupendamente.

“Algunos me dicen que no esté tan optimista porque parece que no estoy en huelga de hambre”, comenta. Desde que el pasado 28 de febrero tomó la decisión de emprender esta protesta ha permanecido bajo la supervisión de un siquiatra. Siete días antes había acudido para ser atendida por el servicio de urgencias del Hospital de La Candelaria tras sufrir una caída en su domicilio. Se sintió tan abandonada y maltratada y fue tal la saturación y el caos que vio en este recinto que consideró que era el momento de que se conociera la situación por la que atraviesa la sanidad canaria.

A su alrededor se ha formado ya una Plataforma que por un lado intentan disuadirla para que deponga su actitud y le piden que abandone la huelga de hambre que puede acarrearle nefastas consecuencias en una salud ya de por sí delicada como la suya, pero por otro comprenden y comparten su lucha. Este ejército de amigos ha llenado de folletos reivindicativos y carteles el Hospital de La Candelaria. “Y los médicos y enfermeros encantados porque todos saben que tengo la razón y me apoyan”, dice.

Después de haberse sentido desatendida por los servicios de urgencia del hospital, Cubas presentó una denuncia ante el juzgado y comunicó su malestar al presidente del Gobierno, Paulino Rivero, a los grupos del Parlamento de Canarias, al Diputado del Común, Defensor del Pueblo y a los responsables sanitarios de la Comunidad autónoma. Durante estos días ha recibido llamadas del alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez y de la consejera de Sanidad, Brígida Mendoza quien le confesó que compartía sus reivindicaciones pero le pidió que dejara la huelga. “Le dije que para eso bastaba con que firmaran el compromiso de mejorar el servicio de urgencias, que acabaran con las listas de espera y con esos horarios de doce horas que hacen que el personal acabe tratando mal a los pacientes. Ella me dijo que estaba de acuerdo”.

Cubas ha sido siempre la primera en encabezar las protestas en contra del Plan General de Santa Cruz armada con una ristra de chorizos atados al final de un palo con los que quería ejemplarizar la corrupción política y económica. Cuando a principios de 2011, el ex alcalde, Miguel Zerolo, emprendió la última intentona de aprobar el Plan General allí estuvo Cubas frente a la Delegación del Gobierno vestida de desconsolada viuda para entregar las miles de alegaciones de los ciudadanos en contra de la figura del fuera de ordenación. “¡Llévense eso de aquí y no lo devuelvan!”, gritaba como si de un personaje sacado del entierro de la sardina se tratara. Era raro el pleno al que no acudía, se sentaba en primera fila y por mucho que intentara contenerse siempre acababa increpando a los concejales y al alcalde. Este por supuesto la llamaba al orden y la amenazaba con desalojarla a la fuerza. Pero no hacía ninguna falta porque una vez que descargaba su rabia se levantaba solita y se iba sin que ningún policía tuviera que escoltarla.

Otra de las luchas que emprendió y de la que también salió ganadora, -porque aunque no lo parezca algunas batallas incluso se ganan-, fue la defensa de los laureles de india en la avenida de Anaga que iban a desaparecer por las obras de la vía litoral. Al final el Gobierno canario procedió a trasladar los enormes ejemplares unos metros en dirección al mar y todos tan contentos. Cubas ha sido una defensora a ultranza de los residentes del albergue municipal. En muchas ocasiones incluso los ha llevado a su propio domicilio para que se aseen o coman. Por eso nunca duda en cantarle las cuarenta a los concejales de Asuntos Sociales de turno y especialmente a Ignacio González con quien se mostraba especialmente exigente. Tal vez por ello el ex concejal ha sido uno de los que ha acudido al Hospital a visitarla. Cubas es consciente de que es temida y de que tiene una especial habilidad para sacarle los colores a los de arriba.

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