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Crítica Gastronómica: broncas en privado y halagos en público

Javier Suárez

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En estos días que nos acercan al final del año 2019, permítanme que les plantee algunas reflexiones, dudas e incluso alguna certeza que he ido construyendo en mi cabeza a lo largo de estos meses, llenos de experiencias y vivencias, que espero y deseo estén haciendo de mí un profesional un poquito mejor del que comenzó el año.

A día de hoy me sigue resultando difícil explicar por mí mismo quién soy profesionalmente. Por un lado, llevo ya más de cuatro años haciendo periodismo y crítica gastronómica, intentando, a base de carretera, estudios, libros y mesas, muchas mesas, conseguir tener cada día un poquito más de criterio a la hora de opinar sobre lo que encuentro. Pero sigo teniendo la sensación de que todo se hace poco a la hora de ser justos con las dos partes que conforman la crítica o la prensa gastronómica: por un lado, los protagonistas (léanse restaurantes en todo su conjunto y resto del sector) y por otro, el lector.

Tengo claro que hay personas que piensan que los críticos gastronómicos estamos comprados por nuestras opiniones, y nada más lejos de la realidad. Pero, ¿dónde está la línea a la hora de poder ayudar de puertas adentro y recomendar de puertas afuera? La verdad es que no lo sé, pero sí tengo claro algo que quien busque en mí una crítica feroz y destructiva hacia algún restaurante, ya puede dejar de leerme. Y lo digo desde el convencimiento y la experiencia que me ha dado haber cometido semejante error en el pasado, dejándome llevar únicamente por las sensaciones de los platos que había degustado sin ir más allá en el porqué de esas sensaciones, y creo que ahí está la clave.

Tras visitar más de 500 restaurantes en los últimos cuatro años, me siento con la confianza necesaria para comentar con un cocinero/a algún plato que no me ha convencido, o un camarero/a me pregunta sobre un servicio, ya no tengo ningún tipo de reparo en decirle abiertamente mis opiniones, a favor o en contra, porque sobre todo, si es en este último caso, mi intención es únicamente compartir mis sensaciones, que quizás les hagan pensar y si finalmente les sirven de ayuda, mejor que mejor.

En cuanto a usted, estimada lectora, estimado lector, permítame que invierta el tiempo en escribir de tanta cocina y propuesta interesante que hay a su alcance, en lugar de gritar a los cuatro vientos casas que no debería visitar. Tengo claro que a día de hoy tiene mucha más repercusión el escribir algo negativo acerca de lo que sea que alabar las virtudes de quienes lo estén haciendo bien. Pero ¿eso de qué sirve? Posiblemente solo para jugar con el trabajo de los demás, pero también para que otras personas alaben la valentía de contar cosas así y sin duda, para que ese artículo lo leyeran mil veces más que estas líneas que está usted leyendo ahora. Pero sinceramente y con todo el respeto, ese camino no me interesa. Prefiero dedicar mi tiempo a hacerle llegar una propuesta concreta en la que creo que usted va a disfrutar, ayudarle a conocer sitios, productos o eventos que a lo mejor se le ha pasado por alto, u otros que por el motivo que sea, no están a la luz pública con el brillo que se merecen.

Trabajar por construir en lugar de destruir en este sector es algo que tengo claro que debe ser mi función como periodista o crítico gastronómico, sin que ello menoscabe el momento en el que deba contar cosas que no me gusten, que no comparta o incluso algunas que me indignen. Pero esas serán siempre más generales que personales, más de entorno que de cocinas, porque en el fondo, he decidido aplicar algo que a todos nos gustaría que nos pasara en nuestra vida profesional: “Las broncas en privado, los halagos en público”. Y desde aquí, en estas páginas de Por Fogones en Canarias Ahora, o por mi pequeño blog A La Hora de Comer, estaré encantado de contar con su complicidad a la hora de seguir mostrándoles propuestas alrededor de la gastronomía que le lleven a tener un 2020 lleno de sabor en un año que se presenta apasionante y lleno de noticias, algunas dulces y otras amargas, como el día a día de cualquiera de todos nosotros.

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