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Escuelas deportivas: fábricas de valores

Foto: Jorge Chincoya.

Lourdes Benítez

Las Palmas de Gran Canaria —

Finaliza la jornada escolar, cientos de niños cogen sus mochilas y se dirigen prestos a campos de entrenamiento donde practican su deporte favorito: el fútbol. Son niños privilegiados que desde muy pequeños aprenden todos los secretos de un deporte que genera pasiones y odios; pero sobre todo, a nivel profesional, es una máquina de generar dinero. Para llegar tan alto, es necesario un trabajo de base del que ilustres amarillos como Tonono y Guedes no pudieron disfrutar; ni siquiera ídolos locales como el 'flaco' Valerón, todos ellos jugadores que aprendieron en la calle, al más puro estilo de los mejores futbolistas brasileños salidos de las 'favelas'.

Las escuelas infantiles cada vez proliferan más. Son centros de formación en los que niños desde los tres y cuatro años se calzan las botas y saltan al césped artificial para correr detrás del balón, con mucho desparpajo, pero con otro tanto de descontrol. En las gradas, los orgullosos padres sacan pecho convertidos en Vicente del Bosque, dando indicaciones más o menos certeras a sus hijos; o como Mourinho, sin dejar de hacer aspavientos, tratando de entender por qué el equipo de su hijo pierde por 15 goles de diferencia.

El trabajo de estas escuelas va más allá de lo deportivo. El objetivo de todas ellas es hacer de los pequeños futbolistas grandes personas. Lo consiguen mediante el ejercicio, haciendo que los niños se diviertan y al mismo tiempo alcanzando metas a nivel deportivo. Fernando Moral, miembro de la junta directiva del Club de Fútbol Los Labrantes, en declaraciones a Canarias Ahora, explica que su club “es como una familia y tratamos de transmitir una educación a los niños, unos valores que son importantes en la vida”.

Valores, que según José Manuel Pumeda, psicólogo deportivo en el Instituto de Psicología Emocional, “se van inculcando en el día a día, englobando a padres, educadores y jugadores, valorando el esfuerzo de los que trabajan a diario; es lo que los expertos llamamos 'triángulo deportivo'”. Con este método de trabajo, argumenta en su conversación con Canarias Ahora, “no se evita la violencia, pero hay menos probabilidad de que se desencadene una batalla campal como ha sucedido en algunos campos”.

Pumeda reconoce que el trabajo que hace el Club de Fútbol Los Labrantes en este aspecto es impecable. Admiten niños desde los tres hasta los 15 años. Una trayectoria de 12 años en el mismo ambiente, que les permite vivir juntos infinidad de experiencias. “Son muchos años oyendo sus problemas, sus dificultades; para nosotros la mayor satisfacción como club es que estos niños crezcan con unos valores, y que nos tengan el mismo aprecio que a cualquier miembro de su familia”, reconoce Moral.

La victoria como meta errónea

El trabajo psicológico con los niños en las escuelas deportivas es muy importante. Pumeda explica que los niños se ven sometidos a presiones desde muy temprana edad; el colegio y las actividades deportivas son sus principales preocupaciones entre los seis y los 14 años, obligaciones que “en ciertos casos el menor tiene que saber autogestionar para que en el futuro no se convierta en un niño miedoso, con pánico o con pocas habilidades a la hora de relacionarse con los demás”.

Para este psicólogo deportivo, “el deporte es una maqueta de lo que es la vida. A nivel social hay cierta irritabilidad que se traslada a los campos de fútbol base”. Esto se traduce en ambientes de tensión; en terrenos de juego con padres que quieren asumir el rol del entrenador y dan indicaciones aparte de las que da el monitor. “Como consecuencia de estas situaciones, tenemos niños completamente descolocados en el campo que no saben a quién hacer caso, porque saben que les espera la riña del entrenador o de su padre en casa, si no le ha hecho caso”, continúa Pumeda. Todos estos comportamientos de los adultos pueden desencadenar en problemas futuros para el menor.

El objetivo de las escuelas es que los pequeños aprendan el valor de jugar en equipo, pese a que muchos de ellos se fijan en estrellas como Messi o Cristiano Ronaldo y tienden a imitarlos con una forma de jugar más individualista de lo deseable. Combatir este tipo de actitudes en los menores es muy complejo.

Cada país tiene sus ídolos y según Pumeda, lo que hace que un niño aprecie más a jugadores como Iniesta o Sergio Ramos depende de los valores de cada uno; “siempre tendemos a parecernos a la persona que más apreciamos; eso te da indicios de los valores del niño que no tienen por qué ser malos, si se fijan meramente en lo deportivo. Los modelos dentro de las distintas sociedades y dentro del mundo del deporte nunca se podrán erradicar, pero sí nos permitirán obtener información acerca de qué valores persigue el niño; si se fija en las actitudes positivas de un jugador o si por el contrario, valora más las actitudes negativas”.

Los monitores tratan de evitar el individualismo; buscan que los niños disfruten jugando, aprendan a ser humildes y a crecer cada día. “Intentamos que todos vayan a una; desde el primero hasta el último trabajan para ganar y cuando hay una derrota, es de todos”, explica Moral e insiste, “pretendemos que sea un grupo de amigos que juega al fútbol, que se apoyen unos en otros cuando hay un error, y que fuera del campo, sigan siendo amigos y compañeros”.

En general, la práctica deportiva a cualquier edad es muy beneficiosa para la salud del niño. En edades tempranas es aconsejable potenciar la socialización, porque los niños tienen poco sentido de pertenencia al grupo, se centran más en sí mismos. Elena Eisman, psicoterapeuta clínica y deportiva, acreditada por la División de Psicología de la Actividad Física y del Deporte del Consejo de Colegios Oficiales de Psicólogos (Pacfd), en declaraciones a Canarias Ahora, ha explicado que “la práctica de deporte en grupo beneficia a los niños a partir de 6 y 7 años, porque a esa edad empieza la socialización y el niño está capacitado para la aceptación de turnos, rutinas, modelado. Si los padres prefieren que el niño practique deporte de forma individual, es aconsejable que lo haga antes de esa edad porque aún no necesita socializarse”. A medida que los niños van creciendo y llegan hasta la adolescencia, su propia evolución como personas será la que marcará la decisión de practicar deporte de forma individual o colectiva.

El Club Deportivo Flor de Lis Norte es otro ejemplo de equipo que se preocupa por los valores que transmite a sus jugadores. Da prioridad a monitores que hayan estudiado en el Colegio Norte; y no sólo eso, piden que sean educadores, huyen de entrenadores que tengan como único objetivo lograr la victoria. Para conseguir que se cumpla su propósito hacen un seguimiento de los minutos que juegan los niños por partido, y cuántas veces son titulares. Jaime Madrid Rodríguez, entrenador de fútbol de nivel 2 y coordinador del Club Deportivo Flor de Lis Norte, reconoce que como club les duele que un niño abandone su disciplina, “pero si se van porque pierden, no nos importa; nos molesta mucho más que se vayan porque juegan poco o menos que otros niños”.

Con este método, los monitores no tienen licencia para el menor despiste. Las reuniones con los coordinadores son constantes; les recuerdan que no pueden perder la perspectiva y que lo realmente importante es que los niños aprendan y disfruten con el juego. Cada mes, trabajan un aspecto esencial de la práctica deportiva que debe prevalecer sobre el resto de ejercicios. El pase, la conducción, el remate de cabeza o la defensa son sólo algunos de los ejercicios que realizan los niños.

Los entrenamientos a estas edades tienen que estar adaptados a los jugadores, porque no todos los niños están preparados para asimilar las reglas del deporte con la misma facilidad. Además, los monitores deben trabajar de forma más específica la coordinación, por tratarse de uno de las capacidades que más cuesta adquirir a los pequeños.

“Lo lamentable es que algunos entrenadores trabajan con los niños a base de gritos y buscan soluciones desesperadas para ganar los partidos” cuenta Madrid Rodríguez de su amplia experiencia como entrenador, “tienes que entrar en el terreno de juego y colocar a los jugadores para que poco a poco vayan entendiendo cómo deben moverse en el campo; mi trabajo con ellos va más allá de las estrategias, me preocupo por los pases, el control y la posesión del balón; de esta manera los niños aprenden más”.

Con todo, uno de los problemas más importante al que se enfrentan los monitores es la presión que ejercen sobre ellos los padres. “Muchos entrenadores prefieren ganar aunque los niños no aprendan porque saben que los padres no van a decir nada; pero si pierden, a los padres no les importa si sus hijos aprenden o no, así que el entrenador siempre se siente atado”, critica Madrid Rodríguez.

Pero no es la única dificultad; lograr la atención de un grupo de niños en un entrenamiento es una tarea complicada, y sobre todo lograr que entiendan los términos técnicos. “Muchas veces escucho hablar a algunos monitores con los niños y les hablan de permutas, jugar en amplitud o hacer coberturas, términos demasiado complejos para ellos y que habría que enseñarles de forma práctica para que lo asimilen”, explica Madrid Rodríguez, “los buenos entrenadores deben ser además buenos comunicadores, para alcanzar mejores objetivos. Además soy un firme creyente de que los mejores entrenadores y formadores deben estar en la base porque es donde los niños tienen que aprender”. Sin embargo, muchos entrenadores prefieren entrenar en categorías superiores porque es donde ganan más dinero.

En ocasiones algunos entrenadores detectan que hay niños que juegan al fútbol por imposición paterna y esto termina notándose en el campo, en la desgana que muestra el jugador cuando deambula por el césped, en lugar de prestar atención a todo lo que sucede en él. Sin embargo, para Eximan, esta situación no debería afectar ni positiva ni negativamente al menor. “El ejercicio físico es un hábito y al principio los niños necesitarán una ayuda para comprometerse, cumplir unos horarios; pero los menores necesitan distraerse y es más adelante cuando empiezan a manifestar sus propios gustos. En ese caso es preferible atender al llamado del niño porque puede crear resentimiento, pasividad, agresividad, y la labor se complica mucho, siendo necesario recurrir a estímulos externos para que el niño no deje de practicar deporte. Lo importante es que se divierta y crearle hábitos saludable para el resto de su vida”.

Los padres en pie de guerra

Acudir un día de partido a las gradas de uno de los múltiples campos de fútbol que hay por toda la geografía canaria es una aventura no apta para todos los públicos. Si en el césped por lo general domina el juego limpio, en la grada la tensión se da con más frecuencia de la que sería recomendable.

En la liga del norte de Gran Canaria, se está detectando un problema cada vez más habitual. Algunos equipos incumplen la normativa y acuden a los partidos con niños de edades superiores a los de su rival. Una diferencia, en ocasiones de sólo unos meses, que es muy perceptible a simple vista.

Simón Pais es padre de un niño de siete años que juega en el Club de Fútbol Los Labrantes desde hace cuatro. Durante todo este tiempo se ha percatado del problema que se da sobre todo en las categorías mini prebenjamín y prebenjamín. Los niños, entre los tres y siete años aún no están federados y el control de las fichas no es tan férreo. Pais denuncia que a algunos equipos les puede más el afán de ganar que de jugar limpio, y alinean niños mayores que son los que habitualmente decantan el partido hacia uno u otro equipo. “Recientemente descubrimos que uno de los conjuntos a los que nos habíamos enfrentado había jugado con un niño de nueve años, y eso no es proporcionado. En esas categorías esa diferencia es un abismo, no es sólo una cuestión física; esos niños están más avanzados en cuestiones de disciplina e instrucciones del entrenador sobre el campo”, cuenta molesto.

A pesar de estas situaciones, explica Juan Alberto Rivero, que su hijo “en realidad se divierte; no le da importancia a las derrotas, pero a los padres sí que nos molesta que traigan niños mayores para ganar partidos. A pesar de todo, seguiré trayendo a mi hijo a jugar porque considero que el deporte es importante para su crecimiento, y él disfruta porque lo hace con sus amigos del colegio.”

Los padres han transmitido su preocupación por esta práctica a responsables del área en el Ayuntamiento de Arucas. El Consistorio ha intentado hacer ver a los clubes la necesidad de cumplir la normativa relativa a la obligación de alinear jugadores ajustándose a las edades de cada categoría; sin embargo, cada fin de semana se vuelve a repetir la misma situación. El Club de Fútbol Los Labrantes, a pesar de verse perjudicado por esta trampa poco ética de otros equipos, cumple con la reglamentación, según cuentan, “porque nuestra filosofía como club es que estos niños jueguen acorde a su edad; y aunque pierdan lograremos que jueguen más conjuntados y desarrollando habilidades que otros equipos no van a tener”.

Pumeda insiste en que todas estas situaciones deberían ser reguladas por la misma competición, porque a esas edades en deporte base deben jugar todos los niños, independientemente de que lo hagan mejor o peor. “Esas prácticas son criticables y se pueden gestionar pero dependen de la filosofía de cada club. Estos deben abogar por la deportividad y el juego limpio, y otros valores que puedan servir para el día de mañana: la competitividad, la igualdad, el esfuerzo y el sacrificio”, prosigue Pumeda, “a estas edades las cuestiones relativas a la victoria y la derrota se gestionan mal; el niño tiene un miedo excesivo a fracasar, esto hace que sólo se centre en el resultado sin pensar en el proceso. Lo fundamental es precisamente que el niño se enamore del proceso, es decir, si le gusta defender, que disfrute haciéndolo, de esta forma estará más concentrado en su trabajo en el campo, porque hacen lo que le gusta”.

El proyecto deportivo

Poner en marcha una de estas escuelas no es tarea fácil. La burocracia eterniza el proceso que deben seguir los nuevos clubes para ajustarse a la legislación vigente. Es el caso del Club Deportivo Flor de Lis Norte, llevan más de seis años en funcionamiento y tardaron dos en conseguir arrancar con la idea que surgió en el seno del Colegio Norte del barrio de Guanarteme, en Las Palmas de Gran Canaria.

Madrid Rodríguez ha explicado a Canarias Ahora que “hay que tener en cuenta muchas circunstancias; y lo primero es tener niños, por lo que hay que crear la escuela en un ambiente adecuado; los pequeños necesitan tener un campo en el que entrenar, así que hay que consultar en el Ayuntamiento la disponibilidad de terrenos de juego; adquirir equipajes suficientes para que los niños estén uniformados, haciendo cálculos muy precisos para evitar quedarnos cortos o vernos con equipajes de más; y lo más importante, hacer una inversión económica a fondo perdido, porque realmente no sabes si el proyecto saldrá adelante”.

Este entrenador y coordinador en la escuela recuerda que fue salvada la parte económica del proyecto, gracias a la colaboración del director del Colegio Norte y el secretario del centro; además de los consejos que recibían del presidente del Unión Viera, que les ayudó en todo momento, indicándoles los pasos a seguir para poner en marcha el proyecto.

La parte más engorrosa fue la elección del nombre. Dado que estaban asociados con el Colegio, querían que esa nominación fuera incluida pero inmediatamente se la rechazaron, “íbamos a ciegas porque nadie te da pistas de por dónde puedes ir con el nombre; algunas veces el problema era por incluir 'colegio' dentro del nombre; otras era por cuestiones de similitud con otros clubes”, sonríe con cierta resignación. Tuvieron que presentar la documentación hasta en tres ocasiones para poder llegar al nombre que finalmente adquirieron, esperando tres meses entre cada uno de esos intentos, porque es el tiempo que tardan en contestar a este tipo de instancias. Al final, la flor de lis que habían decidido incluir en el escudo fue la que consiguió un nombre para esta escuela.

Los trámites no acaban ahí: el siguiente paso es formar un club deportivo. Para eso es necesario que haya una junta directiva formada por cinco personas, presidente, vicepresidente, tesorero, secretario y vocal; y deben regirse por unos estatutos que marca, en este caso, el Cabildo de Gran Canaria. Una vez superados los escollos burocráticos, los clubes tienen acceso a participar en competiciones federadas y a recibir subvenciones por parte del Cabildo. “El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ya no ayuda con subvenciones, pero sí que nos concede campos de entrenamiento gratuitos y organiza la liga que se disputa en la ciudad; los clubes sólo tenemos que poner los balones y el agua”, cuenta Madrid Rodríguez.

El Club Deportivo Flor de Lis Norte se creó como otros tantos clubes con el objetivo de que los niños hicieran deporte. Los coordinadores pensaban que el primer año tendrían unos 25 niños apuntados en la escuelita de fútbol, después de un sondeo que hicieron en el centro escolar; pero el primer día aparecieron en el entrenamiento 60, ya que admiten niños sea cual sea el colegio en el que estudien. Esa temporada, llegaron a tener en sus filas un total de 72 niños. Seis años después la crisis ha pasado factura y en la actualidad sólo hay 28 niños inscritos.

Se mantienen gracias a las subvenciones que reciben de los dos equipos federados que han creado en fútbol sala y voleibol femenino, dos modalidades deportivas que los propios niños del Colegio Norte solicitaron a los monitores. Subvenciones que son insuficientes para el Club de Fútbol Los Labrantes, que se ven obligados a hacer rifas y sorteos como otra forma de financiación, “intentamos salir adelante como podemos”, añade Moral.

En estos clubes la figura de los coordinadores es fundamental. Son las personas sobre las que recae toda la responsabilidad. Ellos vigilan el correcto funcionamiento de todo; acuden a los partidos de todos los equipos para ver la evolución de los mismos y comprobar que tanto padres como jugadores se comportan conforme a las normas del club. Todo ello, con el único objetivo de mantener intactos los valores y la filosofía con los que fueron creados.

El arbitraje, profesión de riesgo

Viven muy de cerca el mundo del fútbol; les apasiona como a cualquier aficionado; pero lo ven desde otra perspectiva. Son los encargados de impartir justicia en el terreno de juego; colegiados que durante años se forman para llegar a lo más alto.

Félix Lorenzo es árbitro en Primera Regional del Comité de Las Palmas en la Delegación de Las Palmas. Empezó practicando fútbol y cuando el equipo en el que jugaba desapareció, se decantó por el arbitraje. Desde entonces han pasado cinco años, y durante este tiempo asegura no haber sufrido agresiones; pero reconoce haber vivido situaciones complicadas. En esos casos, admite en declaraciones a Canarias Ahora, “es importante mantener la calma, los modales y la educación. Con eso es suficiente”.

Las palabras de Lorenzo reflejan el importante trabajo que realizan los psicólogos deportivos. Elena Eisman, psicoterapeuta clínica y deportiva, acreditada por la División de Psicología de la Actividad Física y del Deporte del Consejo de Colegios Oficiales de Psicólogos (Pacfd), trabaja frecuentemente con el colectivo arbitral. Con ellos entrena el comportamiento no verbal; porque “desde la grada se puede ver con hostilidad; intentamos que tengan mucha inteligencia emocional para que apliquen las faltas en función del tiempo del partido, y de la intencionalidad”.

“En situaciones de estrés, la tensión se estrecha y los psicólogos deportivos tenemos que entrenar a los árbitros para que sepan reaccionar, cuando esto está sucediendo”, añade Eisman.

La tensión no sólo la sufren en el terreno de juego. En su día a día son muchos los comentarios que les llegan. “Que tus propios familiares y amigos te digan que los árbitros están comprados te molesta”, cuenta indignado Lorenzo, “nosotros sabemos perfectamente que los árbitros no se compran; que si fallan es porque se equivocan y no lo hacen a propósito”.

La formación de los colegiados comienza en muchos casos desde que son niños. Los comités de árbitros cada vez rebajan la edad máxima de admisión, para conseguir profesionales más jóvenes y con una carrera más duradera. Lorenzo no es una excepción; trabaja duro cada día para lograr el sueño de ser internacional, pero sabe que es difícil porque “piden árbitros muy cualificados, con una forma física increíble”. Por eso, los comités territoriales hacen controles cada 15 días; dos pruebas físicas al año y visionan los partidos con el objetivo de establecer los colegiados que están más capacitados para ascender de categoría cada temporada. Un duro trabajo que en las gradas no se ve de la misma manera.

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