Movido por la luz
Guillermo Ariza es algo más que un aventurero. Es una persona que, al margen de que ha hecho muchas cosas en esta vida, sabe aprovechar cada momento para que sus sueños se conviertan en realidad. Entusiasta de la escritura, a través de la cual va moldeando los capítulos que él mismo protagoniza, plasma sus vivencias en varios libros y reportajes en prensa especializada en viajes, y asevera que aunque le apasionan muchas cosas, hay tres que están por encima de las demás: la música, la fotografía y los viajes.
Subido a una moto, ha cerrado el círculo vital por el que llevaba años esperando y que lo lleva a lo más parecido de lo que es su idea de la libertad, pues su último proyecto, en pleno proceso de elaboración, le aporta la dosis necesaria de independencia y le favorece el acceso a fuentes de conocimientos que siempre ha ido buscando.
Ariza lleva ya a sus espaldas miles de kilómetros a lomos de su moto, que le han ido acercando a un litoral español que, señaló, “prefiero conocer antes que ir a descubrir otros mundos y en otros países”, pues afirma que “donde vivo merece la pena”, pues lamenta que España sea, en el fondo, “un país muy desconocido por parte de todos nosotros”.
Este viajero incansable, apasionado por la historia de los faros, afirma que “España ofrece un recorrido de asfalto y salitre que me ha empujado a desvelar y desarrollar una de mis grandes pasiones: los faros y todo lo que los rodea”.
Ya ha cumplido el primer episodio de “esta especie de obsesión”, que le llevó por la cornisa cantábrica, Galicia y el inquieto litoral atlántico portugués, en un periplo que se encuentra a buen recaudo en las páginas de su creación literaria que lleva por título Las fronteras imperfectas. En esta publicación ofrece con todo detalle las características y la historia de cada uno de los faros que visitó, y las impresiones de un recorrido del que no se cansa de remarcar los valores paisajísticos y sociales.
A principios de abril de 2015, Guillermo Ariza inició la segunda etapa de esta aventura vital, que partió desde el Cabo de Creus, en el norte catalán y que, sin apenas darse cuenta, arribó a su destino final, el Cabo de Trafalgar, en el sur peninsular, tras un intenso recorrido que lo acercó a unas 80 etapas, como a él le gusta llamar a cada una de sus paradas, en las que ha podido fotografiar, documentar y dialogar sobre la historia de cada faro y el espacio donde se localizan.
Ambicioso y vital en su existencia, Ariza se preguntaba, hace unos días, desde Cádiz, con la mirada clavada en la silueta de África, y con la distancia que pone el Estrecho, cómo sería el nuevo horizonte de su próxima aventura, fijando ya el rumbo de su moto en los parámetros que apuntan a las siete islas Canarias.
Explica que le hace especial ilusión recorrer las islas y descubrir las historias que están detrás de sus faros, la última luz que acompaña a los navegantes que se adentran en el denso Atlántico y “el primer destello que da la bienvenida a quienes regresan a tierra conocida”.
Ariza reconoce que “soy un afortunado, porque hago todo aquello que me apasiona y, encima, me da para pagar las facturas”. Señaló que, aunque no es capaz de pedir más en esta vida, puesto que en todo lo que hace hay un alto componente de vocación, también hay un elevado compromiso a nivel de profesionalidad, acorde a los contenidos que requieren las publicaciones que se dedican a los viajes, pues “hago las fotos y escribo sobre mis vivencias” siempre desde el máximo rigor y sinceridad.
Además, apunta que debe responder ante los patrocinadores y personas que hacen que su experiencia, en el fondo, no sea el resultado del “capricho de un viajero empedernido que se pierde en las carreteras, sino que todo responde a un proyecto debidamente trazado y con el propósito final de dejar algo que luego sea útil para los demás y para el principal argumento de la experiencia, que son los faros y su existencia”.
Sin embargo, al protagonista y responsable de una vida polifacética e intensa, le llegó el contrapunto de lo que venía realizando hasta determinado momento, con un cambio de rumbo existencial que nada tenía que ver con esta vocación de ahora y que el destino quiso que lo encontrara en Zahara de los Atunes.
En esta localidad, Ariza empezó “una etapa de transición vital” en la que, al frente de un restaurante, señaló que “durante dos años te da tiempo a pensar en que tu vida, tal vez, no iba a ser como habías pensado. Que sería de determinada manera y programada para que así fuera para siempre”.
Dijo que, desde entonces se volcó en desarrollar aún más “la faceta de escritor y la de fotógrafo, en la que con etapas mejores y peores, observas que tus apuestas van dando sus frutos”, hasta que se percata de que lo que quería era, en realidad, dejar atrás muchas cosas y hacer un trabajo sobre los faros, “porque me apasionaban”.
Primero fueron todas las señales lumínicas que se encontraban en la costa de la propia provincia de Cádiz, “aunque a los tres días de ir sacando fotos y recopilando toda la información, lo primero que pensé fue, que lo bonito sería hacer esa misma labor, pero con todos los faros que hay a lo largo de la Península”.
Sus pensamientos no encontraron oposición ni inconvenientes, y se transformaron en un reto, “en el reto de mi vida, por lo que me lancé a la aventura de hacer las fotos de todos los que me encontré desde el País Vasco, pasando por Portugal, Huelva y hasta regresar de nuevo a Cádiz”.
Ahora toca la otra parte. La que se desarrolla a través del Levante español, donde recorre unos 83 faros, “aunque no todos se han podido visitar, pues están en islas o ya han desaparecido, lamentablemente”, por lo que ha logrado en este recorrido por el Mediterráneo guardar testimonio y documentación de algo más de medio centenar de faros.
Sin embargo, considera que su trabajo es necesario, ya que estos instrumentos empiezan a ser auténticos desconocidos por una buena parte de la población, que ya vive de espaldas al mar. En este sentido, señala que documentar y convertir a los faros en protagonistas de textos literarios es vital, porque no solo son instrumentos de orientación para la navegación, “son también referencias geográficas”.
No obstante, remarca que “la luz que dan son una gran esperanza para los marineros”, algo que cree va perdiendo su sentido en un país en el que cada vez la tradición marinera y pesquera pierde interés, porque el turismo y el sector servicios suplen los salarios que en otros tiempos proporcionaba la mar.
Ariza asegura que en este periplo por la vertiente levantina ha comprobado cómo cada vez se “ignoran más los faros y ya, ni siquiera, se señalizan por parte de los ayuntamientos”, por lo que lamentó que inevitablemente se convierten “en verdaderos desconocidos en tierra y, sin embargo, son vitales en la mar”.
Otro aspecto que su viaje le ha permitido comprobar, es observar cómo ha ido cambiando incluso la filosofía y los procedimientos de trabajo en los faros, pues a medida que recorre la geografía nacional, ha constatado la implantación tecnológica.
El acceso a medios cada vez más modernos, ha provocado que “muy pocos de ellos estén habitados”, pudiendo citar escasos ejemplos, “como el de Mesa de Roldán, en Almería, una zona de difícil acceso, y que no se suma aún al 95% de los faros que ya están automatizados y que no albergan durante temporadas esa bucólica estampa del farero y su familia aislados del resto del mundo”.
No obstante, Guillermo Ariza señala que aunque ya todas las embarcaciones estén dotadas de los avances de localización y navegación, vía terrestre y por satélite; con automatismos que le dan referencias muy precisas sobre la ubicación y condiciones de navegación, “nada le ofrece más compañía y seguridad a un marinero que la luz del faro. Por ello, creo que son necesarios y así se demuestra cuando en su construcción se le aporta a cada uno su secuencia e intensidad, para que se pueda diferenciar su reflejo desde alta mar. Esa es su identidad y ese es el verdadero sentido de su existencia”.
Explica que “el objetivo de mi proyecto persigue la parte más romántica o tradicional y me enfrento al propósito de algunos que abogan por su desaparición, para implantar la revolución tecnológica en la que estamos inmersos, pues creo ciegamente en que los faros aún son elementos necesarios, que a buen seguro, a la gente de la mar no se los puedes quitar, porque, por mucha tecnología con la que cuenten, la luz es la que les da la seguridad y la que les guía en los peores días. De hecho, esa luz es la que me ha llevado a mí por miles de kilómetros de recorrido”.
Ahora, para su nuevo trabajo literario, Guillermo Ariza busca un título que relacione su experiencia con esa luz de los faros que ha ido buscando a lo largo de toda la costa española, así como un argumento que los reivindique, ya que asegura que “para mucha gente que trabaja en el mar son su compañía, para los que exijo un respeto y un poco de agradecimiento por el papel que han jugado en la navegación a lo largo de los siglos”.
No obstante, su siguiente etapa arrancará en el punto de llegada de la última, en Cádiz, con destino a Canarias, “un lugar que me fascina”, aseguró. En principio, su trabajo consistirá en elaborar un estudio de cada uno de los faros que hay por isla y un rutómetro, “momento en el que empieza el viaje”, precisa Ariza, pues dice que la aventura no arranca “cuando te subes a la moto con las cámaras. En la organización se empieza a disfrutar, pero luego se continua disfrutando de todo lo que has vivido”.
Guillermo explica que este periplo serpenteante a lo largo de la costa también le ha abierto las puertas a conocer a la gente de este país, cuya grandeza “reside, precisamente en la diversidad que te encuentras. Quizá no sean iguales un vasco que un andaluz, o cualquier habitante de una punta de la otra del país, pero tengan en cuenta algo en común, que son las fronteras imperfectas, que no existen. Es algo que yo he sentido, porque a lo largo de los kilómetros recorridos se me ha tratado correctamente y nadie me ha preguntado de dónde vengo”.
Ahora, señaló, “estoy entusiasmado con el proyecto que me llevará a Canarias, y sí todo sale bien; los preparativos y el nuevo libro van a buen ritmo, saldría rumbo a las islas para finales de verano de este año, con la intención de plasmar las singularidades de esta tierra y la importancia vital que han tenido sus faros para los navegantes”.
Aquel batería zurdo de los 90
Aquel batería zurdo de los 90Hablar solo de esta faceta de la vida de Guillermo Ariza sería desaprovechar su relevancia en otros aspectos en los que ha tenido un papel protagonista, ya que su nombre figura en buena parte de los grupos musicales del país que tuvieron relevancia y marcaron tendencia en las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado.
Consecuente con la evolución de lo que llama el mercado de la música, prefirió pasar página en un sector para dedicarse a aquello que realmente le aportaba vitalidad, la misma que desprendió en los proyectos musicales en los que intervino durante décadas.
Reputado batería; reconocible por su estética tras los timbales y platos, ya que los zurdos son espectaculares en su ejecución, Ariza prestó sus baquetas y sentido del ritmo a lo mejorcito del panorama musical del país durante dos décadas. También tuvo que acarrear con proyectos menos lustrosos y sombríos.
Con el paso del tiempo, recuerda su etapa con el grupo La Unión, entre los años 91 y 95, en los que participó en tres giras cargadas de ritmo y vivencias de las que se grabó un disco en directo, Tren de largo recorrido, pero no reniega, ni se olvida de otras grandes estrellas nacionales a las que acompañó.
Así, Ariza tira de memoria y expone un universo artístico del que pocos pueden presumir, y del que brotan nombres como el de “Rocío Jurado, Isabel Pantoja, su hermano y dos mil más, pues incluso participé de lo que se conoció como la Movida Madrileña, acompañando a Los Coyotes; Flash Strato o un grupo de chicas, que se llamaban Las cinco en punto, a las que acompañé en alguna ocasión”.
También imprimió ritmo junto a “Alejandro Sanz, Duncan Dhu, Miguel Bosé o La dama se esconde”, entre muchos, una época de la que guarda buenos recuerdos y vídeos que atestiguan que la música era otra cosa en este país.
Guillermo señala, sin embargo, que dejó de formar parte de esta etapa dorada “porque pierdes la ilusión”, pues explica que, aunque decide apartarse de los escenarios y ensayos, “y me siguen llamando, ya hay muchas cosas que me dejan de gustar, pues cuando te conviertes en un mercenario de la música, y tocas con cualquier grupo o artista, entras en esa órbita de las discográficas por la que te califican de músico profesional y ya te dejan de hacer caso con tu propia historia”.
Asegura que puso fin a otra de sus grandes pasiones, la música, porque “ni siquiera querían escuchar tus trabajos, puesto que solo te querían para que acompañaras, pero no para que llegaras a ser tú el artista”. Con este panorama, recordó que, incluso cuando presentó un trabajo a una discográfica, “uno de sus directivos tardó días en devolver la maqueta porque se la había llevado a su casa para grabarla”.
Esa actitud y que muchos de sus trabajos se quedaran por el camino le alejaron de ese mundo, aunque también ayudaron en esa decisión la irrupción de los músicos italianos en los discos de artistas españoles y ofertas que ya no le aportaban nada.
De Cabo Creus a Cabo de Trafalgar
La experiencia de Guillermo Ariza recorre los faros de Levante. En el plan de etapas y el rutómetro se refleja la radiografía de la distancia que hay entre un sueño y la realidad alcanzada, que aporta cifras como un total parcial de 2.188 kilómetros, pero que, a su vez, revela que en lo que denomina enlaces, con los que cubrió las distancias entre Zahara de los Atunes y Madrid, 704 kilómetros, y Madrid con Figueres, 736 km, ya contabilizaba 1.490 kilómetros, casi antes de empezar.
Ariza, en sus previsiones, estimó un recorrido medio al día de unos 100 kilómetros, lo que traducido a las 7 etapas de las que consta esta experiencia, hace que en número redondos sean 700, lo que supone que para alcanzar los 82 faros que conforman el proyecto, al final se estima que ha recorrido 4.378 kilómetros de asfalto. Sin embargo, de lo que plasma el papel, a lo que revela el cuadro de mandos de su moto va un trecho, ya que en su última comprobación, de camino a Madrid, ya rondaba los 8.000 kilómetros.
- 1ª Etapa
Gerona
Figueres, Cadaqués, Llanca, Cadaqués, Roses, Estartif, Marina de Palamós, Palamós, Tossa de Mar.
Barcelona
Calella, Barcelona.
Total Km: 334 ; total faros: 13
- 2ª Etapa
Barcelona
Barcelona, Vilanova i la Geltrú
Tarragona
Tarragona, Salou, Cambrils, La Atmella de Mar, Deltebre, Amposta
Total Km: 204 ; total faros: 7
- 3ª Etapa
Castellón
Vinaroz, Peñíscola, Las Fuentes, Oropesa del Mar, Castellón, Nules.
Valencia
Sagunto, Valencia, Cullera, Gandía.
Total Km: 304 ;
total faros: 16
- 4ª Etapa
Alicante
Denia, Benidorm, Villajoyosa, Alicante, Santa Pola, Guardamar de Segura, Torrevieja
Murcia
La Manga del Mar Menor, Mazarrón.
Total Km: 335 km ;
Total Faros: 21
- 5ª Etapa
Almería
Garrucha, La Mesa de Roldán, Rodalquilar, Almadraba de Monteleva, Almería, Matagorda, Adra.
Granada
Castell de Ferro, Torrenueva, Almuñecar.
Total Km: 363
Total faros: 12
- 6ª Etapa
Málaga
Torrox, Vélez Málaga, Málaga, Marbella, Estepona
Cádiz
San Roque, Algeciras.
Total Km: 235
Total Faros: 7
- 7ª Etapa
Cádiz
Gibraltar, Algeciras, Tarifa, Bolonia, Zahara de los Atunes, Los Caños de Meca, Zahara de los Atunes.
Total Km: 163
Total Faros: 6
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