Mermelada con sabor canario para superar el estigma laboral de un cáncer

De izquiera a derecha: Erasma Negrín, Emilia Rodríguez y Lidia Esther Perera. (Canarias Ahora).

Macame Mesa

Las Palmas de Gran Canaria —

Lidia Esther Perera, Emilia Rodríguez y Erasma Negrín descubrieron que padecían una situación semejante cuando, movidas por su firme intención de aprender una nueva profesión para salir del bache por el que pasaban sus vidas, coincidieron en un curso de mermeladas impartido por la cooperativa Cosecha Directa en Gran Canaria.

Las tres habían trabajado como limpiadoras o camareras de piso en diversos hoteles, sin embargo, se vieron obligadas a dejar su empleo al sufrir un cáncer de mama. En ese momento, Emelia recuerda que la vida le dio “un giro de 80 grados, te das cuenta de que has vivido una vida de mucho estrés, de que te creías que te ibas a comer el mundo y el mundo te comió”.

Emilia, más conocida como Mili, llegó a la convicción de que no quería ser engullida por las circunstancias y junto a sus compañeras y la ayuda de la cooperativa decidieron emprender y lanzar, como ella misma la denomina, su pequeña empresita de mermeladas. “Te das cuenta de que nadie te quiere por la edad o por estar enferma y todo el mundo te da un 'no' por respuesta, así que nos ilusionó el que nos sintiéramos útiles y apoyadas”, puntualiza Emilia.

Durante un momento de actividad en la finca Las Niñas, propiedad de un miembro de la cooperativa, Mili, Emilia y Erasma – dos de ellas abuelas - relatan a Canarias Ahora que el cáncer les hizo darse cuenta de la importancia de la alimentación. Motivo por el que apuestan por mentalizar a la sociedad para que coma alimentos más sanos y de más calidad.

Además de una extensa variedad que mezcla, dependiendo de la temporada, zanahoria con vainilla, tunos con manzana, berenjena con vainilla o naranja con ron añejo, entre otros sabores; elaboran yogur, mantequilla y helados de leche de cabra. “Pero todo 100% natural, no le ponemos ningún tipo de aditivo, tampoco le ponemos a la mermelada nada que no sea natural, cuando los pruebas te das cuenta de que realmente estás comiendo algo muy sano”, indica Erasma.

La comercialización de las mermeladas no es fácil, según reconoce Emilia, y afirma que todavía queda un largo recorrido para “sembrar conciencia” y que los canarios compren productos de su tierra. De momento no cuentan con grandes ingresos, y tienen puntos de venta en los mercados agrícolas de Vecindario, Arucas y en el de La Pasadilla. Su próximo paso es conseguir que diversos establecimientos los comercialicen.

Aseguran que les mueve la ilusión y reconocen que sus productos son más caros que otros que se pueden encontrar en los grandes comercios. Sin embargo, señalan un equilibrio entre la calidad el precio, que mantienen en unos tres euros por bote, porque “usamos un 65% de fruta y el resto de azucar y limón, mientras que en las del supermercado hay solo un 15% de fruta y todo lo demás es conservante y otras cosas”. “Sí, te vale un euro y pico, pero ¿qué estás comiendo?”, puntualiza Lidia, quien añade que “es cuando la pruebas, cuando te das cuenta que la mermelada del supermercado deja mucho que desear”.

A esto Mili añade que comprar productos de la tierra a los consumidores, “al final les va a ahorrar más, porque no todo lo que tiene la enfermedad tiene que ver con la alimentación, pero parte sí y la salud de uno sí compensa”.

Emilia Rodríguez (Mili):

“Era camarera de piso y me tuve que retirar debido a mi enfermedad. Yo ya conocía a Erasma, ambas nos propusimos enterarnos de los cursos que había y éste nos gustó. Fue entonces cuando nos conocimos las tres y nos compenetramos bien, así que decidimos intentarlo, empezamos como quien no quiere la cosa y empezamos a tener resultados. A la gente le gustaban nuestras mermeladas, así que decidimos meternos en la cooperativa y hacer más mezclas.

Lidia Esther Perera:

Estaba buscando dónde poder hacer algo y realizarme. Llevaba mucho tiempo quieta después de mi enfermedad y no encontraba trabajo. Me dieron por inútil, tengo una paguita de 300 euros y me considero muy joven como para estar de pensionista. Cuando me detectaron el cáncer tenía 42 años, ahora tengo 47. Tuve que dejar mi trabajo y empecé a asistir a cursos y me apunté a un centro de mayores. Yo no quería estar todo el día sentada en mi casa dándole vueltas a la cabeza. Como me gusta mucho la cocina, empecé aquí. La suerte no fue solo hacer el curso, sino contar con el apoyo de Cosecho Directa.

Erasma Negrín:

Emilia y yo llegamos juntas. Yo también era camarera de piso y la enfermedad me llegó cuando tenía 48 años. Ahora voy a cumplir 53 y recuerdo que en su momento pensé: “¿Bueno y por qué no hacemos nosotras algo bonito?”. Fue entonces cuando comenzamos con el curso y fue todo bien. Es más estar ocupada, no estar pensando en temas que pasaron y, bueno, la satisfacción personal.

“La unión hace la fuerza”

Las emprendedoras trabajan en el proyecto de Cosecha Directa, consistente en que todos los miembros de la cooperativa se nutran entre sí para obtener más beneficios y hacer frente a un mercado de importación que abastece los supermercados durante todo el año y a la falta de ayudas y subvenciones que no reciben de las administraciones públicas.

El colectivo ha impartido diversos cursos, como el de setas, mermeladas y cervezas, para promover que las personas que asisten puedan montar su “micro-empresa familiar” y pueda nutriste de la cooperativa para impulsar sus productos. El secretario de Cosecha Directa y la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) de Canarias, Genaro Santana, señala que “la unión hace la fuerza” para hacer frente a la importación.

“El canario tiene una riqueza incalculable, como la del sol y del agua, que hacen que la fruta y las papas salgan buenísimas”, sostiene.

Diversos comercios de pequeña envergadura reciben los productos de la cooperativa y una guardería ha solicitado unos yogures naturales enmarcados en el proyecto Residuo Cero, por el que hasta 30 agricultores canarios ofrecen cultivos libres de productos fitosanitarios o plaguicidas, con el objetivo de que unos productos que “respetan al consumidor y al medio ambiente” alcancen un mercado competitivo.

Santana echa en falta el impulso que le podrían dar diversas cadenas de supermercados canarios a los productos de la coopertiva, porque “así la industria de aquí se pone a caminar”. Aunque es consciente de que “todo el año no hay peras, va por temporadas”.

El colectivo ha impartido diversos cursos, como el de setas, mermeladas y cervezas, para promover que las personas que asisten puedan montar su “micro-empresa familiar” y pueda nutriste de la cooperativa para impulsar sus productos. Al respecto, Santana explica que “por ejemplo, yo soy agricultor, pero tengo cabras, por lo que traigo mi leche aquí, para que ellas hagan los yogures y los comercialicen”.

Entre los futuros proyectos de la cooperativa se encuentra el de impulsar una “micro-empresa” que se dedique a hacer cerveza casera. El Cabildo de Gran Canaria es el encargado de certificar que los productos del colectivo son de residuo cero, proceso “un poco lento” que se mantiene vigente en la actualidad.

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