La carestía de una vida sin gluten

María del Carmen Fuentes celebra la salida al mercado de unas galletas sin gluten de una conocida marca a un precio de 1,5 euros. El mismo producto con gluten cuesta tres veces menos. “Antes era carísimo, ahora es sólo caro”, se justifica.

A esta barcelonesa de 47 años, residente en Gran Canaria, le diagnosticaron hace algo más de tres lustros la celiaquía, una enfermedad crónica, de origen genético y que puede derivar en otras patologías, como la diabetes o la esclerosis, o complicarse con la aparición de linfomas o carcinomas.

Hasta que rebasó la treintena, los médicos no habían podido averiguar la causa de sus frecuentes dolores abdominales, fatigas, vómitos y diarreas. Fue un facultativo con el que coincidió en el Ayuntamiento de Telde cuando éste realizaba un estudio sobre la diabetes el que certificó que sus dolencias eran generadas por su intolerancia al gluten, una proteína que se encuentra en determinados cereales como el trigo, el centeno, la avena o la cebada.

“Antes, siempre achacaban los síntomas a mi nerviosismo, a que tenía el colon irritable, y me mandaban tranquilizantes, pero los dejé de tomar porque me dejaban tumbada”. María del Carmen había logrado desarrollar un sentido especial para detectar y desechar los productos que contenían gluten. “Como por inercia, iba quitándome los alimentos que sabía que me iban a sentar mal. Yo no recuerdo haberme comido un bocadillo en mi vida”.

Desde hace unos años, trabaja como secretaria en la Asociación de Celiacos de Las Palmas (ASOCEPA) para intentar mejorar la calidad de vida de las personas que padecen una enfermedad que, según el último estudio de la federación española, afecta al 1,3% de la población.

Pese a que el Parlamento de Canarias aprobó en 2004 la solicitud para crear un registro de celiacos, la Consejería de Sanidad aún no ha cursado esta petición, por lo que las únicas cifras que se manejan en las Islas corresponden a la de censados en las asociaciones, que ascienden a 1.500 personas.

El principal campo de batalla de estas asociaciones es el abaratamiento de productos básicos. Según el estudio mencionado con anterioridad, la cesta de la compra de un celiaco se encarece un 265,82%, lo que supone un mímimo de 1.516,97 euros más al año. Así, por ejemplo, una barra de pan sin gluten quintuplica el precio de una que sí lo contenga, unas magdalenas tienen un coste seis veces superior y un paquete de cereales, casi tres.

''Llevamos pidiendo desde hace años que la Seguridad Social se haga cargo de la diferencia, del porcentaje de más, no pedimos que nos regalen nada“, apunta María del Socorro, presidenta de ASOCEPA. La asociación sólo recibe fondos del Servicio Canario de Empleo y de la Unión Europea para sufragar los contratos de un trabajador social, un secretario y un dietista.

“En otros países, sí que existen ayudas. En Italia, productos básicos como galletas, harina o pan rallado, van bajo receta”, explica.

Una dieta “sagrada”

La hija de la presidenta de la asociación, de 7 años, también padece la enfermedad. “Entre los mismos niños se relacionan mejor que los adultos. Cuando hay un cumpleaños, le dan importancia porque tienen una bolsa diferente, se involucran más, se mentalizan y no cometen errores”, asegura María del Socorro.

El combate contra el gluten exige una dieta “sagrada, a rajatabla”, precisa María del Carmen Fuentes, quien plantea la necesidad de una mayor implicación en los comedores escolares. “Te cobran lo mismo y encima tienes que llevar la comida al niño. Hasta hace poco, sólo le ofrecían lo que nosotros llamamos marías -pescado y pollo a la plancha-, aunque poco a poco los catering se están involucrando”.

El estricto control que deben llevar en su alimentación les hace ser extremadamente cuidadosos en bares y restaurantes. “Si no conoces el establecimiento, te crea estrés. Yo, por ejemplo, siempre pregunto si el mojo lleva pan y pido que lo pongan aparte de las papas, porque en los bares suelen meterle para espesar”, cuenta María del Carmen.

La asociación dispone de un listado de los aún escasos restaurantes que ofrecen dietas especiales para celiacos, aunque reclama a la Consejería de Sanidad inspecciones periódicas a los establecimientos “para garantizar que no haya trazas de contaminación”.

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