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César Manrique y el champán maldito: la intrahistoria de la génesis del activismo canario

El artista César Manrique en su casa de Lanzarote.

Carla Domínguez López / EFE

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Ante la expectación de quien lo observaba, derramó su champán sobre el suelo del plató de La Tarde, el programa de TVE que se emitió entre 1983 y 1989. Era un César Manrique vestido en inusual esmoquin y, su acción, una protesta ante lo que pasaba en la isla de Lanzarote en la década de los años 70.

“Lo quiero derramar como una maldición a los especuladores que están enriqueciéndose a corto plazo de esta isla, que puede llegar a ser Patrimonio de la Humanidad y una joya para España y Canarias”, espetó.

El fragmento está recogido en Utopía Manrique (2022), una pieza audiovisual dirigida por Miguel G. Morales y coproducido por la Fundación César Manrique y RTVE.

El documental retrata, entre otros aspectos destacados del artista, su legado en el activismo ecologista.

La Fundación César Manrique detalla en su página web la ruta del artista antes y durante ese periodo de interés por la protección del medioambiente, que se desarrolló entre los 70 y 80 del pasado siglo.

En 1968 regresó a Lanzarote tras los éxitos cosechados en Nueva York, donde expuso en tres ocasiones en la galería Catherine Viviano y adquirió una cultura visual de expresionismo abstracto, arte pop y cinético.

Allí, Manrique fue consciente del poder de los medios de comunicación y, con el tiempo, se convirtió también en un comunicador que mostró habilidad para acercar un mensaje ecologista , “incluso a los medios que se acercaban a él por el hombre, el artista excéntrico”, comenta Miguel G. Morales en una conversación con EFE.

Una vez llegó a Lanzarote, cuenta el cineasta, su pulsión era sacar a la isla adelante, pero pronto vio un turismo que nada tenía que ver con la relación amable, sensible y proteccionista que él quería para su tierra.

Lo importante, destaca, está en que hablaba de ecologismo y medioambiente cuando nadie lo hacía en Canarias, y proponía un estilo más ético con la infraestructura isleña, como su apuesta por las ciudades peatonales y la eliminación de vallas publicitarias.

“Utilizó su poder mediático para conseguir luchar contra la especulación y el turismo de masas”, añade el investigador y cineasta cuando señala que fueron sus relaciones y éxitos la materia prima con la que quería salvar a la isla.

Una de sus amistades era José Ramírez Cerdá, quien fuera el presidente del Cabildo de Lanzarote de la época.

“Una vez llegó de Nueva York, le dijo a Cerdá que había encontrado su verdad: revisitar su isla y volver a verla con otros ojos. Y así lo hizo con la huella que dejó en espacios como los Jameos del Agua o el Mirador del Río”, añade.

El artista se opuso a proyectos turísticos como la construcción de un centro comercial sobre las coladas del volcán de La Corona, cerca de la playa de Caletón Blanco, así como la del hotel en la playa de Los Pocillos, también en Lanzarote.

“Es lamentable que las autoridades no paren esta especie de especulación caótica que se avecina de la forma más catastrófica. Y cuando llegue el momento de la destrucción absoluta, será irreversible”, dijo en alguna ocasión el artista.

Para Cristina Mahelo, activista y periodista especializada en comunicación y género, su discurso sigue siendo actual en las islas. Siente tristeza de pensar en que no se ha avanzado, pero tiene la esperanza de que les corresponde retomarlo para alcanzar algo mejor.

Miguel Morales manifiesta la vigencia de una proclama que conecta con la generación actual porque exhibe “una verdad muy potente que fue transmitida con mentalidad moderna”.

El trasfondo de la queja actual sigue situándose en las consecuencias del turismo de masas que observan: la destrucción del paisaje y las dificultades de acceso a una vivienda.

Morales explica que este activismo posmoderno ha avanzado, sobre todo, en formación.

Él ha puesto su trabajo al servicio de proyectos como Salvar La Tejita, en Tenerife, y añade que el activismo ecologista de ahora cuenta con un equipo más especializado y mayores capacidades comunicativas.

El cineasta cita algunos de ellos: la arquitecta urbanista María Tomé, que ha participado en la oposición a la construcción de la urbanización Cuna del Alma, en Adeje (Tenerife); el documentalista y graduado en Ciencias del Mar Felipe Ravina, con proyectos documentales como “Salvar Tenerife”; la bióloga botánica Atteneri Rivero, el biólogo marino Pablo Martín, y el especialista en biodiversidad terrestre Adrián Flores.

Fuera del ámbito científico, el archipiélago canario también cuenta con referentes posmodernos en el arte, como es el caso del artista local Cruz Cafuné y Cristina Mahelo, que en sus redes sociales comparte sus producciones musicales.

Cruz Cafuné, Cruzzi o Carlos Bruñas Zamorín (Tenerife, 29 años) ha expresado a través de sus canciones su canariedad, bien con el léxico isleño o con su propio sentimiento.

Con sus versos ha gritado aquello que defienden los activistas canarios más activos. “Luego entendí que Canarias solo es paraíso pa' guiris y gángsters”, canta en Lila & Snitch (2021).

Cuando se retrata esta oleada actual de activismo artístico y canario, Mahelo resalta sus actualizaciones con el sello de la digitalización y una mayor capacidad para acercar el discurso político al ciudadano despolitizado.

A pesar de las características de este activismo, sin tapujos, más explícito y con perspectiva 'decolonial', Cristina Mahelo asume que los avances territoriales han sido escasos porque, hoy, “ser activista es un privilegio”.

“Una vez más, vuelve a ganar un sistema que nos tiene ahogadas, en jornadas abusivas, para poder sobrevivir”, cuenta Cristina cuando piensa en el sentimiento de culpa que resurge cuando no se tiene ni tiempo ni espacio para ejercer el movimiento social.

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