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En una finca, un cubículo o un ático con dos niñas: tres formas de vivir el confinamiento

Iris juega con sus niñas para sobrellevar el confinamiento.

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

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Mileiby se siente afortunada. El estado de alarma y el confinamiento decretado por el Gobierno nacional le pilló de vacaciones. Se había ido a pasar unos días a casa de sus suegros, en Gran Canaria, cuando se enteró de que no debía volver a su Tenerife natal hasta nuevo aviso. La situación que está viviendo en estos momentos -en una casa terrera con una gran finca- hubiera sido muy diferente si se encontrara en su piso de algo más de 60 metros cuadrados en un barrio de San Cristóbal de La Laguna. Así se encuentran María y su pareja, en una vivienda de unos 35 metros, aproximadamente, en un edificio de una zona céntrica de Las Palmas de Gran Canaria. Viendo pasar los días a través de un patio de vecinos por el que se cuelan unos rayos de luz.

En otra situación está Iris. Vive en un ático, en el municipio grancanario de Telde, con su pareja y sus dos niñas de cinco y diez años. Ella sigue trabajando desde casa, él acaba de entrar en un ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo). Juntos buscan la forma de conciliar el teletrabajo, las tareas del colegio, de casa y las alternativas para sobrellevar mejor esta cuarentena. Sus hijas lo llevan “muy bien” y están encantadas de estar en casa con papá y mamá. Diferentes realidades para hacer frente -desde casa- a una crisis sanitaria sin precedentes en nuestro país.

La joven tinerfeña, natural de Santa Úrsula, pero afincada en La Laguna, quiere pensar que sigue de vacaciones. Está pasando la cuarentena en La Aldea de San Nicolás, municipio del que es natural su pareja, que se encuentra en la misma situación. “Dentro de lo malo, me siento privilegiada”, reconoce. Está en una casa terrera, con una finca donde puede sentirse en libertad y hacer algo de deporte, tiene barbacoa, piscina y el buen tiempo que casi siempre acompaña a este pueblo del oeste de Gran Canaria.

Es consciente de que en su piso de La Laguna no podría hacer todo lo que está haciendo estos días: deporte, nadar, tomar el sol e incluso ayudar a su suegro a recoger cebollas en la finca. Los 60 metros cuadrados en los que vive de alquiler le hubieran limitado mucho la vida. “En mi casa estaría muy mal”, lamenta, “es en estos momentos cuando somos conscientes de la falta de oportunidades que tenemos los jóvenes para independizarnos”. Puede volver a Tenerife, ya que es su lugar de residencia, pero prefiere quedarse en La Aldea, allí se encuentra mejor y no quiere arriesgarse a hacer un trayecto que en estos momentos le parece “innecesario”. “Mi única preocupación era la tortuga que teníamos en casa, pero mi familia se ha hecho cargo de ella”, afirma.

Los días se le hacen más amenos acompañada de su pareja y su familia política, especialmente por su cuñada, con quien está compartiendo muchos momentos de esta cuarentena. “Nos está sirviendo a todos para conocernos más y ayudarnos, nunca habíamos pasado tanto tiempo juntos”. Reconoce que aunque se lo toma como “unas vacaciones”, echa de menos a su familia, su rutina y su casa. Su deseo es que la situación se normalice lo antes posible.

Para María los días son más difíciles. Vive en un pequeño piso de la capital grancanaria junto a su chico. Ha contado los pasos que separan el sofá y el lado derecho de su cama, el recorrido más largo que puede hacer dentro de su “cubículo”, como ella misma llama a su casa. Diecisiete. Ni más ni menos. No tiene vistas ni a la playa, ni a la montaña, ni siquiera a la calle. Las series, los libros y las recetas culinarias se han convertido en su mejor refugio frente a este confinamiento que ha hecho que valore cada minuto de su ahora preciada rutina, esa que tanto echa de menos.

Su pareja pasa la mayoría del tiempo estudiando, así que es ella quien tiene más tiempo libre. “Dentro de lo malo lo llevamos bien, por suerte mi piso es bastante luminoso y veo un trozo de cielo”. Gracias a ese pequeño respiro -desde las 11.28 y hasta las 15.13 horas- sus días son más llevaderos, e incluso es capaz de ponerle humor a la situación.

María representa a muchos jóvenes, para quienes esta cuarentena no es nada fácil. Esos que un día decidieron independizarse y para ello franquearon la realidad de un país con unos alquileres desorbitados, unos sueldos precarios, sin oportunidades, sumidos en un día a día que avanza a pasos agigantados mientras oculta una realidad que se aviva en tiempos de cuarentena.

Iris no se aburre. Su día a día sigue siendo muy ajetreado, pero con la diferencia de que está sumergida en algo más de cuatro paredes. Sus niñas le aportan mucha vida a esta cuarentena. Son conscientes de la situación y saben que la solución para no contagiarse del virus es quedarse en casa. Desde que están confinados han descubierto facetas que no conocían de sus pequeñas, a la mayor se le da muy bien dibujar y la pequeña ya ha aprendido a hacer volteretas, cuenta una mamá orgullosa.

Reconoce que la semana pasada fue “dura”. Ella y su marido trabajaban desde casa y tenían que combinarlo con las tareas de las niñas. Ahora él tiene más tiempo libre para ayudarlas. Se lo toman con calma. No obstante, cree que existe una presión desde el colegio para que los pequeños hagan sus deberes. “Al principio intenté cuadrar todo, pero para mi es imposible llevar el mismo ritmo que el cole. Vamos con un poco de retraso en comparación con los padres que no trabajan”, asegura. Unas circunstancias que se complican cuando hay varios niños en la vivienda, como es su caso, “tienes que atender a unos y a otros y a veces no puede ser a la vez”.

Aunque admite que de vez en cuando echa de menos eso de pasarse las horas viendo series, Iris se siente feliz de vivir esta cuarentena en familia. “Vivir con niños tiene su ventaja, dan muchas alegrías”, asegura. Si bien es cierto, echa en falta el salir a la calle y el desgaste de energía, “parece son el doble de revoltosas que en circunstancias normales”. Ella, que trabaja en una ONG de apoyo emocional sabe la importancia de su labor en estos momentos. Por ello, intenta aprovechar al máximo su tiempo libre para hacer actividades en familia, jugar y conocerse un poco más.

Mileiby, María e Iris representan tres realidades. Tres formas de llevar el confinamiento. Las tres coinciden en que hay que “pensar en positivo” y aprender a valorar el día a día que tanto se echa de menos en estos momentos.

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