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En el interior de un bingo: cómo desafiar al virus buscando la suerte

Bingo de Triana, en la Calle Malteses, Gran Canaria

María Rodríguez Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

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El bingo de la calle Malteses, en pleno corazón de la capital grancanaria, es un perfecto reflejo de la ya no tan nueva normalidad. Lo que antes era un festín de comida y mesas redondas llenas de gente en busca de suerte, ahora la imagen se antoja algo más cuadriculada: personas separadas y ordenadas, mesas rectangulares en las que el único líquido que reponen los trabajadores es el gel hidroalcohólico dispuesto en cada una de ellas. Lo que no ha cambiado esta pandemia, sino que por el contrario ha incrementado, es lo de la búsqueda de suerte. 

Gran Canaria está desde el pasado 18 de enero en el nivel 3 de alerta por el empeoramiento de su situación epidemiológica. Salvar la Navidad tuvo duras consecuencias, sobre todo, para algunos sectores como la hostelería, ya que en este nuevo escenario obligó a este tipo de locales a paralizar completamente su actividad en el interior. Los hosteleros han intentado subsanar la situación trasladando lo de dentro hacia fuera. Párquines, aceras y el propio asfalto han sido un alivio, ya que han permitido, en muchas ocasiones, una prolongación de sus terrazas y que ese 50% de aforo permitido al aire libre sea algo menos doloroso en sus bolsillos.

Bingos y establecimientos hosteleros viven en Gran Canaria una nueva normalidad completamente diferente. ¿Por qué el nivel de alerta 3 en Canarias permite que los primeros tengan actividad en el interior de sus locales y los bares y restaurantes no?

La Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias y varios expertos coinciden en la respuesta: en uno la mascarilla es obligatoria durante toda la estancia en el interior del establecimiento, mientras que en el otro pasas la mayor parte del tiempo sin ella al comer y beber, por lo que hay mayor riesgo de contagio.

El Boletín Oficial de Canarias (BOC) del pasado 29 de enero recoge que, en el nivel de alerta en el que se encuentra actualmente la isla redonda, el aforo máximo permitido en los locales de juego es del 33%, la prohibición de la venta y el consumo de comida y bebida y la obligación de mantener un límite de cuatro personas por mesa con una distancia interpersonal de al menos dos metros en cada silla.

Condiciones que, a primera vista, cumple el histórico bingo de Malteses que, además, tiene en cada mesa una máquina encargada de imprimir el cartón, que sirve también como papelera una vez terminada la partida. Es decir, el contacto se reduce notablemente con esta nueva herramienta con la que cuenta el local “desde hace aproximadamente dos meses”, como intenta recordar uno de sus trabajadores.

Sin embargo, la apertura de los locales de juego en el nivel 3 no siempre estuvo permitida. En una infografía de comienzos de enero, el Ejecutivo canario incluía entre las medidas de este nivel el cierre de “los locales de actividad recreativa y apuestas”. Sanidad explica que esto no responde a un cambio de decisiones, sino a la finalización de las fiestas navideñas, época en la que muchas medidas se endurecieron de manera extraordinaria. Una vez guardado el árbol de Navidad, las medidas volvieron a la normalidad pese a que los datos epidemiológicos de Gran Canaria mostraban un claro empeoramiento.

Con respecto al debate de por qué bingos sí y restauración no, Sanidad insiste en que las medidas no son propuestas por políticos, sino por epidemiólogos y técnicos. Lo cierto es que los expertos en la materia consultados por este periódico avalan esta distinción en la aplicación de las medidas. La microbióloga María del Mar Tomás reconoce que las restricciones establecidas para los locales de juego son parecidas a las que se aplican dentro de una clase: “mascarilla y distancia social”. No obstante, José Luis Arocha, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, duda que algunos de estos establecimientos tengan un sistema de ventilación correcta en el que “se renueve el aire continuamente, como en los aviones”, sostiene. Este último punto, quizás, es el talón de Aquiles del local de la calle Malteses. Sus puertas se mantienen cerradas lo que no permite una regeneración natural del aire.

Asimismo, Arocha explica que “riesgo de contagio hay en todos lados, como en el bingo”, pero, a su vez, comparte el criterio de Sanidad a la hora de intentar poner un límite en el que se conjugue riesgo, probabilidad y capacidad para seguir manteniendo la economía “lo mejor que podamos”, por lo que reconoce que quitarse la mascarilla es un riesgo añadido que ha valorado el departamento y es lo que diferencia a los locales de juego con los de restauración. Dada la situación, estos últimos, al igual que muchos otros sectores, tendrán que esperar un tiempo para volver a cantar bingo. Pero con mascarilla…

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