Brechas sociales, falta de pensamiento crítico y manipulación: cómo afecta el mal uso de las tecnologías

Una mujer mira su móvil en un parque de Canarias

María Rodríguez Santana

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España es el país europeo donde la gente pasa más tiempo delante de las pantallas: una media de tres horas y 27 minutos al día. La mayoría de expertos apuntan a que hay una parte bastante positiva en el avance de la tecnología para el desarrollo de la sociedad, pero su mal uso es un arma de doble filo, sobre todo para los más jóvenes y las personas en estado de vulnerabilidad, que puede llevar a sufrir un enganche y síndromes parecidos a los de la depresión y la ansiedad. Este es el caso de Sandra, José e Irene (nombres ficticios), que han tratado sus adicciones en el Centro Aluesa de la Fundación Adsis Canarias, perteneciente a la Red de Adicciones de Salud Pública del Servicio Canario de Salud (SCS).

Perder el trabajo y estar en una situación económica inestable hizo que Sandra se metiese en el mundo del bingo online, tal y como cuenta en el nuevo episodio de Informe Trópico de este domingo, Enganchados, dirigido por Carlos Sosa, que explora las consecuencias del mal uso de la tecnología. Sandra nunca había jugado al bingo antes, hasta que se vio tentada por el “secretismo” que le aportaba el juego a través de una pantalla. José empezó a jugar al póker online hace 13 años, lo que le hizo descubrir y estar metido durante nueve años en el mundo de las apuestas deportivas y el dinero fácil y rápido. Irene, la más joven de los tres entrevistados, sentía agobio y ansiedad cuando no podía comprar más ropa para hacerse fotos para sus redes o no tenía localizado su móvil. Esta dependencia hizo que todos pusieran una barrera entre ellos y su realidad más cercana y tangible.

Óscar Lorenzo, psicólogo de la Fundación Adsis, explica que hay unos determinados factores para identificar un buen o mal uso de las tecnologías: el tiempo de uso, la repetición de las visualizaciones, la búsqueda de likes, la exposición en redes sociales o tu forma de interactuar con los videojuegos o las apuestas. Cuando se aumentan este tipo de conductas, esto interfiere casi de manera inevitable en la vida de la persona: “se aísla, cambia el estado de ánimo, altera su sueño y su alimentación, tiene más conductas irascibles y comportamientos casi obsesivos”, detalla Lorenzo.

Algunos jugadores de videojuegos, incluso, “se ponen pañales para no levantarse”, alerta preocupado el experto. De cara a su entorno más cercano, el psicólogo asegura que hay un patrón común en estas personas. En la mayoría de los casos, se sienten incomprendidos, víctimas y creen que nadie a su alrededor les puede entender.

Brechas sociales

Los enganches más habituales son los juegos de azar, pero en los últimos años, y también como consecuencia de la pandemia, ha aumentado el consumo de los videojuegos en hombres y en las redes sociales en mujeres. El director de la Fundación Canaria Yrichen, Juanjo Pérez, incide en que determinadas tecnologías, además, se alimentan de procesos de exclusión que ya existían. En cuanto a “la brecha de género, por ejemplo, los chicos tienen problemas en el uso del videojuego y las chicas en redes sociales y, casualmente, la red social reproduce estereotipos de género que llevan a la desigualdad entre hombres y mujeres”, explica.

“¿Quién tiene más posibilidades de tener un problema de abuso, de dependencia, de adicción o de mal uso de la tecnología? Probablemente un chico joven de un barrio desestructurado, cuyos padres no tienen conocimientos ni redes de apoyo que le expliquen, le alerten y le eduquen sobre esos riesgos”, reflexiona Pérez, y apunta al sector de la población a la que hace más daño esta problemática: los más desfavorecidos.

El director de este centro especializado en el tratamiento de las adicciones reconoce, además, que no solo hay una parte adictiva, sino también una “falta de conciencia social que se adhiere a otros problemas, como pueden ser la violencia, la desigualdad, la xenofobia o la homofobia”.

La era de la inmediatez y las fake news

Hay una infinidad de ventanas en las que un usuario puede encontrar la información que busca. Sin embargo, Juanjo Pérez alerta de que la costumbre que se está adquiriendo es la de “acceder a esa información de forma mucho más parcial, resumida, rápida y efímera”, por lo que la gente ya solo se queda en el titular y eso, al final, “es un caldo de cultivo para la manipulación o, en general, para la ignorancia y empobrecer el pensamiento crítico”

El odio y la manipulación de datos

Si el producto es gratuito es que el producto eres tú. La periodista de la revista Retina, una de las publicaciones de tecnología mas importantes de España, Marta del Amo, explica en Informe Trópico que aunque las empresas tecnológicas nos den productos aparentemente gratuitos, lo cierto es que hay que recordar que son empresas y que viven de los beneficios que generan. “Su negocio lo hacen a través de nuestros datos, quieren mirar cómo somos, qué es lo que hacemos y qué cosas nos gustan. Toda esta información se la pueden vender a anunciantes o a otras empresas o, incluso, pueden diseñar esquemas de publicidad que maximicen los beneficios para los anunciantes”, alerta Del Amo.

La periodista reconoce que gran parte del problema empezó cuando las compañías se dieron cuenta de que el tipo de contenido que “más engagement” tiene es el más extremo. La violencia y el odio hace que los usuarios se involucren mucho más y eso tiene como consecuencia “la enorme polarización social” actual. “Al algoritmo le da igual que la información que se nos está ofreciendo sea mentira o peligrosa para la salud, siempre y cuando nos mantenga ahí”, afirma Marta del Amo.

Para la periodista de Retina, el problema radica en que se han empezado a desarrollar las tecnologías, la sociedad las ha empezado a utilizar y ya cuando estaban integradas se han visto todos los problemas que generan. A la espera de la posible llegada del metaverso, un espacio virtual en el que, a través de dispositivos, los usuarios pueden interactuar y realizar distintas actividades, Marta del Amo cree que ahora es un buen momento para pensar “en qué no queremos que pase en ese entorno”.

Hasta entonces, ¿cómo podemos ser usuarios más responsables? La periodista experta en tecnología lo tiene claro: “No creerse nada que no tenga un enlace y que no esté verificado, buscar otras fuentes que complementen la información que buscamos y, sobre todo, ser más educados y no comportarnos en Internet como no lo haríamos en persona”.

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