La memoria de los niños vascos exiliados por la Guerra Civil pasa por Canarias
En 1937, tras casi un año desde el estallido de la Guerra Civil y cuando apenas se cumplía un mes del bombardeo de los fascistas sobre Gernika, unos 4.000 niños y niñas partieron con lo puesto hacia el Reino Unido desde el País Vasco a bordo del Habana, un barco con capacidad para apenas 400 personas. Un episodio de que, 86 años después, la Asociación Basque Children se niega a que caiga en el olvido.
Organizados en torno a un movimiento que surgió en 2002, y que se ha avivado desde que esta asociación ha tenido acceso al archivo de la Fundación Juan Negrín, con sede en Las Palmas de Gran Canaria y custodiado por la nieta del presidente republicano, Carmen Negrín, descendientes de esos niños vascos pretenden ahora reivindicar su memoria y fomentar la investigación sobre este tema a base de placas conmemorativas en Londres, lugar de acogida de muchos de ellos.
Así, en la diana para plantar los distintivos hay tres edificios que fueron de suma importancia para aquellos refugiados españoles que trataban de adaptarse a su nueva vida en un país extraño: el que albergó el Hogar Español, la sede del que fue Instituto Español (algo así como un precursor del Instituto Cervantes) y la Fundación Juan Luis Vives, todos ellos ubicados en la zona de Westminster.
Lo explica el secretario general de Basque Children, Simón Martínez, hijo de uno de esos niños vascos de la Guerra que llegó a Inglaterra a bordo del Habana. En una entrevista con EFE, detalla que tanto el Hogar Español como el Instituto Español, ambos fundados en el exilio por el presidente del Gobierno de la República Juan Negrín (Las Palmas de Gran Canaria, 1892), eran instituciones “muy importantes” para los desplazados.
Allí, tanto niños vascos como refugiados españoles se reunían en torno a la cultura, el teatro, la poesía o la literatura con el objetivo de mantener su lengua y su cultura vivas, a la par que servía también como fuente de oportunidades laborales, tal y como ha podido constatar Martínez gracias a los archivos de la Fundación.
Ecos del presente
Para Simón Martínez, que su padre surcara en barco el Golfo de Vizcaya y llegara a Southampton a bordo del Habana no está muy lejos de lo que sucede ahora con las rutas migratorias del Mediterráneo y Canarias. De hecho cree que su padre y esos migrantes tienen mucho en común y señala que la historia de los refugiados de la Guerra Civil demuestra que los conductos y rutas seguras son una oportunidad para los países de acogida.
De este modo, Martínez valora el esfuerzo que el Gobierno de Negrín hizo para garantizar que los refugiados españoles se mantuviesen organizados y que, especialmente los niños, gozasen de una educación y un futuro, con la vista puesta a que, en algún momento, las mejores cabezas pudiesen retornar a una España democrática, comenta.
De hecho, el Habana jugó un papel fundamental como salvavidas para enviar de manera segura a varias tandas de refugiados españoles que recalaron no solo en el Reino Unido sino también en Francia o la Unión Soviética, tal y como había pretendido Negrín. En esos viajes era frecuente que, además de niños, viajasen también algunos médicos, enfermeras y maestras que huían de la Guerra.
Niños exiliados
Sobre este asunto, los niños españoles que dejaron a sus familias y recalaron en países y familias extranjeras, ha investigado el periodista y experto en Historia Contemporánea Julen Berrueta, quien en declaraciones a EFE explica que las evacuaciones, “o como prefería llamarlas la República las 'expediciones'”, se concentraron principalmente en la cornisa cantábrica, debido a cómo se dividía en aquel momento el mapa de zonas controladas por uno y otro bando.
“La mayor parte de los niños vascos fueron evacuados tras el bombardeo de Gernika y poco antes de que Bilbao cayese del lado franquista. En el caso de Inglaterra es curioso el perfil de quienes acogieron a estos niños: familias católicas y de tendencias e ideas socialistas”, comenta el investigador.
Además, Berrueta apunta que, a diferencia del exilio en la URSS, en Inglaterra la estancia para algunos fue “efímera”, ya que los familiares pidieron que los niños regresaran, en algunos casos incluso antes de finalizar la Guerra.
Ley de Memoria Democrática y acceso a documentación
Mientras, Simón Martínez se muestra satisfecho con la Ley de Memoria Democrática aprobada en 2022, si bien piensa que se deben seguir dando pasos para que se reconozca el daño causado a las víctimas y a las personas que se vieron obligadas a marcharse.
Desde la Asociación, comenta, han ayudado a muchos hijos de exiliados a solicitar el pasaporte español, y considera “cultural y socialmente” relevante que por ejemplo sus hijos, nietos de exiliados y que se apellidan Martínez, tengan pasaporte español.
“Significa mucho para mí que mis nietos puedan ser ciudadanos españoles. Es algo bastante progresista”, dice, si bien cree que la ley debería haber previsto maneras de poder acceder libremente a archivos, tanto públicos como privados, y documentación oficial, para todo el mundo, y en especial los investigadores, puedan tener un mejor y mayor conocimiento sobre episodios como el del Habana y, en general, sobre lo sucedido en la Guerra Civil y en la dictadura.
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