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EL CRONISTA ACCIDENTAL

Tres nombres para la nueva normalidad política

El expresidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, la alcaldesa de Santa Cruz de Tenerife, Patricia Hernández, y el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres.

Juan Manuel Bethencourt

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La nueva normalidad se abre camino en Canarias, y de su mano también una nueva normalidad política que en la identidad de sus protagonistas es exactamente como era. Que cambien las prioridades, los estilos y los personajes es algo que no está escrito ni en las estrellas, porque lo único cierto en estos tiempos es la absoluta incertidumbre. Sea como fuere, tres nombres propios han sido protagonistas de la actualidad en las últimas semanas, y, al menos para ellos, el final del estado de alarma viene cargado de expectativas.

El manual de resistencia de Fernando Clavijo. El ex presidente canario, ahora senador y líder no designado de Coalición Canaria, se presentó el pasado día 9 en la sede del Parlamento con un sorprendente atuendo casual, zapatillas deportivas retro incluidas. Departió con Ángel Víctor Torres y Casimiro Curbelo, con el semblante relajado de quien tuvo el poder y conoció sus dos caras, el oropel y el desgaste. Y no perdió detalle de todo lo que ocurría en los pasillos, condición esencial para quien, además de recordar sus buenos momentos, quiere revivirlos previa recuperación del poder y quizá la presidencia del Ejecutivo autonómico. Pocos minutos más tarde su buen estado de ánimo transmutó en júbilo tras ser informado por su abogado, el penalista y magistrado en excedencia José Antonio Choclán, del archivo del caso Grúas a cargo de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, presidida por el juez canario Manuel Marchena.

Clavijo, un hombre poco dado a celebraciones, compartió el momento con su entorno familiar, el que ha contemplado de puertas hacia dentro el sufrimiento derivado de la tormentosa tramitación de un procedimiento no solo larguísimo, sino al que todas las partes han contribuido a ensuciar, con referencias aquí y allá hacia la presunta parcialidad de juzgados de primera instancia, fiscales, audiencias provinciales, tribunales superiores, etcétera. Sea como fuere, con el archivo en el bolsillo Clavijo se considera rehabilitado políticamente, tanto como para oficializar su candidatura al liderazgo interno en Coalición Canaria, nunca cuestionado públicamente, pero sí sometido a la espada de Damocles que supone todo procedimiento judicial.

El escrito de la fiscal Anticorrupción, María Farnés, sobre los reparos levantados a la prórroga de servicios públicos municipales en La Laguna no hará cambiar el itinerario de Fernando Clavijo en 2020, el año en el que tratará de emular al líder con el que compartía confidencias por WhatsApp en 2015, y al que luego demonizó hasta ser derrocado por aquellos a los que llamó medianeros, en la declaración política más desafortunada de su carrera. Con Ángel Víctor Torres afrontando el oleaje de las dificultades sucesivas, pero sólidamente instalado en la Presidencia, Fernando Clavijo ha hecho suyo el libreto de Pedro Sánchez, manual de resistencia, y se prepara para una nueva batalla política. Quizá, porque como reza una canción de Fito Páez, se considera vivo y enterrado.

Patricia Hernández: el poder está para usarlo. Mientras todos nos preguntábamos por las misteriosas dificultades para instalar la wifi en el salón de plenos del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, condición previa para que los plenos semipresenciales pudieran tener lugar, la alcaldesa Patricia Hernández pergeñaba el mayor triunfo de su mandato -y seguramente, también de su carrera política- con el acuerdo que permitirá recuperar las cantidades adeudadas por los condenados en el juicio de las Teresitas. Desde el punto de vista del puro interés público, parece un epílogo inmejorable para un conflicto político y judicial que ha envenenado el debate en la capital chicharrera durante casi dos décadas, porque no solo recupera fondos públicos allí donde había serias dudas sobre su reintegro: establece una pedagogía cívica de gran interés, porque hasta uno de los condenados, el empresario Antonio Plasencia, ve restaurada parcialmente su reputación al avenirse al acuerdo y ser tratado con respeto, cuestión que la alcaldesa ha resaltado en una muestra de sagacidad política digna de mención. Hasta cierto punto es comprensible, además de irónico: el acuerdo con Plasencia, un empresario identificado con los largos años de mandato de CC en Tenerife, aparece ahora como un logro casi unilateral de una alcaldesa socialista.

Quizá este éxito no garantice la continuidad de Patricia Hernández en la alcaldía de Santa Cruz, aunque sin duda fortalece su posición. En todo caso, en su Plan A (seguir al frente del Ayuntamiento) y en su Plan B (sufrir una moción de censura exitosa), Hernández ha construido relato político en su primer año de mandato, y eso resulta siempre de gran utilidad. Tanto para seguir como si se ve obligada a dejar la alcaldía, pero quedándose en el Ayuntamiento para intentar el retorno. Ahora Patricia Hernández y José Manuel Bermúdez tienen en su mano las respuestas al futuro de una capital que lleva demasiados años ensimismada. La moraleja de todo esto ha quedado clarísima: el poder político está para usarlo.

Ángel Víctor Torres quiere rendimiento inmediato. Si fuera el entrenador de un equipo de fútbol, el presidente canario podría lamentar su mala fortuna, como si los árbitros (los acontecimientos) estuvieran en contra, una racha de lesiones hubiera diezmado su plantilla (ceses en el Gobierno en medio de tiempos difíciles) y algunos fichajes hubieran salido rana (una consejera independiente a la que atropelló la política pura). Para fortuna de Torres, la afición mantiene su fidelidad a los colores, porque ha sido la adversidad la que ha cohesionado al Ejecutivo y al propio PSOE, el anticuerpo resultante de un escenario que ninguno de los firmantes del Pacto de las Flores podía prever en aquella mañana soleada de hace justo un año.

Es cierto que la grada occidental se ha mosqueado seriamente con la política de refuezos emprendida por míster Torres para estrenar la nueva temporada política, la de la nueva normalidad. En su doble condición de entrenador (presidente) y director deportivo (secretario general del PSOE canario), Ángel Víctor Torres ha tirado de la cantera socialista y ha optado por dos fichajes de rendimiento inmediato, Blas Trujillo y Manuela Armas, que no son dos juveniles precisamente (61 y 67 años, en Canarias la cuota senior la cumplimos con holgura), pero que garantizan conocimiento del terreno y las dificultades que asoman en una temporada (legislatura) que igual se hace demasiado larga.

En el caso de los recién designados, la experiencia se da por descontada y el valor se les supone, pero los resultados son inciertos, porque Canarias ya es de por sí una tierra muy difícil de gobernar, Sanidad y Educación son dos áreas capaces de chamuscar al más ignífugo y el contexto ayuda más bien poco. Al menos Trujillo tiene el ejemplo de su hermano Alexis, que durante más de una década exhibió un magisterio sin estridencias por los campos de fútbol de toda España, sosteniendo al equipo, repartiendo juego y de vez en cuando marcando algún gol; también acudiendo como remedio de emergencia, ahora como entrenador del Real Betis Balompié. Si el mayor de los hermanos Trujillo Oramas lo consigue, y con él la profesora lanzaroteña Manuela Armas, ya seguramente el entrenador Torres dormirá un poco mejor.

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