Palo y zanahoria para el control total de sus víctimas
El miedo como método para asegurar fidelidad. O como mínimo, silencio y olvido a la hora de abandonar el gimnasio. La instrucción del caso kárate no sólo investiga una trama continuada de abusos sexuales y corrupción de menores en el seno de la escuela del prestigioso karateca Torres Baena. Aborda una cuestión clave: la total impunidad con que presuntamente actuó durante dos décadas el principal imputado se debe al pavor que ejercía sobre sus alumnos.
Tanto, que varios testigos han declarado al juez el temor que aún tienen de encontrarse con Fernando Torres Baena. Varias de las presuntas víctimas han pedido en sus comparecencias en el Juzgado de Instrucción número 7 de Las Palmas de Gran Canaria no coincidir con el director de la escuela en el momento en que se produzca el juicio oral. De ahí que el magistrado, Miguel Ángel Parramón, haya instruído las declaraciones mediante la prueba predeterminada, que evita a los testigos y víctimas volver a relatar los hechos en el juicio oral. Todo ha quedado grabado en presencia de los abogados, a pesar de producirse bajo secreto de sumario.
Hay una constante en las víctimas y afectados. Relatan los presuntos abusos sexuales de todo tipo, sufridos durante años en el gimnasio de la calle Juan Carló de Las Palmas de Gran Canaria, o en la vivienda de Playa de Vargas donde se realizaban las concentraciones del grupo de elegidos -autodenominados Los Goofys-, y a preguntas de juez o fiscal de por qué nunca denunciaron los abusos, la respuesta siempre es la misma: el temor a la reacción de un líder al que admiraban y les podía cortar su proyección deportiva.
“Fernando nos echaba broncas de tres y cuatro horas”, ha declarado una presunta víctima. En Playa de Vargas lo hacía delante de todos los presentes, ya que sabían lo que allí sucedía. Por contra, en el gimnasio de Juan Carló, los llevaba a las plantas superiores del edificio, ya que allí había alumnos no seleccionados para las concentraciones de tipo sexual en la vivienda del profesor en el municipio de Agúimes.
El modelo sectario queda reflejado en los informes policiales. Torres Baena, a juicio de los investigadores, es una persona “con una gran capacidad de manipulación de menores”. Aprovechaba su situación de superioridad sobre los niños como maestro de kárate “internacionalmente reconocido y la admiración que le profesan, usando diversas técnicas para vencer la lógica resistencia de un niño a mantener relaciones sexuales de todo tipo”.
Un maestro del chantaje emocional
El sexo era bueno para la formación de los karatecas y la mejora de sus habilidades, de ahí que se pidiera a los niños acceder a las pretensiones de Torres Baena y sus monitores. Pero cuando la convicción no funcionaba, entraba en escena “otros tipos de presión, como el echarles broncas interminables o humillarlos delante de los demás alumnos, para después mostrarse muy cariñoso con el niño o muy abatido y dolido por la negativa a acceder a sus pretensiones sexuales, siendo un maestro del chantaje emocional”.
De Torres Baena concluye la investigación policial que también recurría a otros menores ya captados para sus actvidades sexuales para utilizarlos “como cebo” en el reclutamiento de otros niños. Promovía, por ejemplo, que fuesen novios, o les pedía que se ganasen su amistad para así atraerlos a las concentraciones sexuales de la vivienda de Vargas.
Y el captado, al llegar a Vargas, percibía que el sexo era algo normal. Aunque fuera “con niños muy menores, penetrados por todas las vías” que “perdían la virginidad” a manos de Torres Baena o sus monitores incluso en “tríos o uso de consoladores”. Tanto los alumnos como los profesores actuaban con total normalidad y el niño recién llegado imitaba a sus referentes -los monitores y el director- para poder llegar a a ser como ellos.
El control de Fernando Torres Baena sobre su grupo de elegidos -Los Goofy los llega a denominar una víctima- era total, hasta el punto de que el director de la escuela ahora en prisión preventiva “llegó a organizar los turnos de los menores y de los profesores para decidir quién se acostaba con quién”.