Radiografía de los pacientes crónicos complejos de Canarias: casi la mitad sufre depresión y el 11% vive solo

Una mujer de avanzada edad recibe un medicamento en una farmacia. (EUROPA PRESS)

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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El ritmo de envejecimiento de la población se ha acelerado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que en 2050 el número de personas con más de 60 años se haya duplicado y que el de mayores de 80 se triplique. Este escenario supone un reto para los sistemas sanitarios. Las franjas de edad más avanzada concentran a la mayoría de pacientes crónicos de alta complejidad, los más vulnerables, los que requieren más cuidados. Un reciente estudio concluye que el 92% de las 13.262 personas identificadas en ese grupo de cronicidad en Canarias tiene más de 65 años y que una de cada tres es una mujer de más de 80. También revela que el 11% de los enfermos crónicos complejos de las Islas viven solos y que casi la mitad sufre depresión.

“Si no somos capaces de atender y cuidar a una persona frágil, dependiente, sola o con necesidades especiales, estamos ante un fracaso social. El sistema tradicional de cuidados ha cambiado y es necesario repensar el modelo de atención a personas vulnerables”, resume Martín Rodríguez Álvaro, profesor asociado de Enfermería en la Universidad de La Laguna (ULL) y primer autor de ese artículo que ha sido publicado recientemente en la revista Nursing Reports y que describe el perfil sociodemográfico de los pacientes crónicos de muy alta complejidad de las Islas, sus problemas de salud prevalentes y sus necesidades de cuidados.

Según la Estrategia de Abordaje a la Cronicidad en Canarias, se define como paciente complejo al pluripatológico (con dos o más enfermedades) que cumple otros dos de los criterios fijados. Esto es, que sufra un trastorno mental grave, que haya tenido que ser ingresado dos o más veces en el último año por la misma o diferente causa, que su capacidad funcional se sitúe por debajo del umbral definido, que padezca un deterioro cognitivo o que se encuentre en situación de riesgo sociofamiliar según la denominada Escala de Gijón, un baremo que analiza variables como la situación familiar, la económica, la vivienda, las relaciones y el apoyo social. Se estima que los pacientes crónicos de alta complejidad representan alrededor del 5% de la población. 

Los problemas de salud predominantes en este grupo son la insuficiencia cardiaca y la hipertensión arterial. Según los resultados del estudio, la práctica totalidad de los pacientes crónicos complejos de Canarias sufren estas enfermedades (un 99,9% la primera y un 96,4% la segunda). Además, tres de cada cuatro padecen hiperlipidemia (exceso de grasa en la sangre) y diabetes y más de la mitad, cardiopatía isquémica e insuficiencia renal crónica. Todas ellas son patologías de larga duración y lenta evolución que repercuten en la calidad de vida de los pacientes y en la de sus cuidadores. Por otra parte, la prevalencia de la obesidad en la población de estudio es del 47%; de la depresión, del 46,5%, y de la ansiedad, del 25%. 

La investigación revela que uno de cada diez pacientes crónicos complejos de Canarias tiene una dependencia “severa o total” de otras personas para realizar actividades básicas de la vida diaria y que el porcentaje es significativamente mayor entre las mujeres. También hay una prevalencia superior entre la población femenina del denominado “síndrome del anciano frágil”, en el que se encuadran las personas mayores que tienen deteriorados “uno o más dominios de la salud” (físico, funcional, psicológico o social) y que, por tanto, son más susceptibles a padecer efectos adversos para la salud y discapacidades. Aunque este síndrome solo está presente “directamente” en el 9% de la población de estudio, los autores sostienen que el 23% de ellos cumplen los criterios diagnósticos que encajan en esa definición.

“En España, la prevalencia del aislamiento social y la soledad en la persona mayor se sitúa entre el 20 y el 40%. Esta cifra es considerablemente más elevada que lo encontrado en nuestro estudio en Canarias, donde el 11% de los pacientes (crónicos de alta complejidad) viven solos y tan solo el 2% de ellos presenta aislamiento social o riesgo de soledad”, precisa Martín Rodríguez. Las consecuencias de la soledad para la salud y la calidad de vida de las personas mayores son “bien conocidas” y se asocian a “una morbilidad considerable”, añade. Los resultados del estudio son congruentes con investigaciones anteriores. El riesgo de caídas, la baja autoestima, el deterioro del mantenimiento del hogar, el aislamiento social, la ansiedad, el manejo ineficaz de la salud, el deterioro de la memoria, el insomnio o los déficits de autocuidados (bañarse, vestirse y alimentarse) son más frecuentes entre los que viven solos.

El estudio evaluó el estado funcional de los pacientes más vulnerables y detectó que el 23% presentaba problemas relacionados con la actividad física y el ejercicio; el 22% con la función urinaria; el 21% con el autocuidado, un 13% con el sueño y el descanso y un 5% con la autoestima. En cuanto al riesgo de caídas, para los investigadores se subestima el hecho de que solo uno de cada cuatro pacientes crónicos complejos sufran este problema potencial. Recuerdan que, según la literatura científica, tres de cada diez personas mayores de 65 años que viven en la comunidad sufren caídas cada año. El riesgo es mayor para los dependientes (46%).

Enfermería comunitaria

Los pacientes crónicos complejos de Canarias acuden, de media, doce veces al año a la consulta médica de atención primaria y trece veces a la de enfermería. Sin embargo, solo uno de cada cinco fue visto por la denominada “enfermera de enlace o gestora de casos”. Se trata, en palabras de Martín Rodríguez, de la figura “sobre la que debe pivotar la atención de este tipo de pacientes con grandes necesidades y atendidos en diferentes niveles de servicios”. Su principal objetivo es “gestionar los cuidados, garantizando su continuidad a través de la coordinación con los diferentes agentes implicados”. El profesor asociado de la ULL incide en el “impacto positivo” de este perfil de profesional para reducir las hospitalizaciones, las lesiones por presión, las caídas o las sobrecargas de las personas cuidadoras, así como para valorar el riesgo social del paciente y coordinar las visitas domiciliarias de los sanitarios de atención primaria.

Sin embargo, y “a pesar de que Canarias fue pionera en la creación de esta figura” (realizó el proyecto piloto en 1994), su distribución entre las diferentes áreas de salud del Archipiélago no es homogénea y no cubre todos los distritos básicos. Se reparten, por lo general, en zonas “donde la población está más diseminada y es de difícil acceso”, debido a la orografía del terreno. “Se necesitan más enfermeras de familia, en especial en aquellas zonas donde los pacientes presentan más necesidades”, asevera el primer autor de un artículo que define a estas profesionales como “una alternativa eficaz a grupos de población pluripatológicos, polimedicados (tratados con varios fármacos de manera simultánea) y dependientes”. 

Para Rodríguez, los resultados de esta investigación deberían contribuir a la elaboración de un plan de cuidados comunitario. “Sabemos, por ejemplo, en qué zona básica de salud de Canarias los pacientes tienen más déficit de autocuidados, dónde necesitan más ayuda para las actividades básicas de la vida diaria o en dónde se han identificado más riesgos de caídas o problemas en el mantenimiento del hogar. Esos datos deberían servir como base para la planificación y gestión de los recursos destinados a la atención del paciente crónico complejo”. 

La literatura científica ha definido con profusión las características del paciente crónico de alta complejidad: la presencia de comorbilidades (dos o más enfermedades), un mayor uso de los servicios de urgencias, varios ingresos hospitalarios al año, la pérdida de la autonomía personal, un considerable consumo de medicamentos y patologías como la insuficiencia cardiaca o la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). 

La Estrategia para el Abordaje de la Cronicidad en Canarias señala que el gasto en personas de más de 65 años con enfermedades crónicas y criterios de complejidad es entre 20 y 30 veces superior al de los mayores de 14 sanos. “Pasa de 25,7 euros por hombre y 30,4 euros por mujer anualmente a 786,5 y 649,5 euros, respectivamente”, recoge el documento.

Para los autores del artículo, es necesario que el plan de cuidados enfermero sea el elemento central en la atención de estos pacientes. “El peso de las necesidades asistenciales identificadas por las enfermeras comunitarias no ha sido suficientemente investigado ni valorado”, dicen. 

A juicio de Rodríguez, hasta ahora no se le está dando una respuesta adecuada al problema. “Sin embargo, no hablaría de fracaso institucional o de una administración en concreto. Es evidente que se necesitan más recursos sociosanitarios y fortalecer la atención primaria, que es quien asume los cuidados de la persona, familia y comunidad a lo largo de la vida”. No se trata solo de aumentar el número de plazas o de profesionales, sino de “construir un sistema de cuidados adecuado a las necesidades de la gente”, afirma. Un sistema que, “por definición”, debe ser “flexible, asimétrico y capaz de adaptarse a cada entorno”. “Las necesidades, apoyo y tipo de recurso que necesita un vecino de Garafía son diferentes a las de alguien de Arrecife, aunque ambos sean pacientes crónicos complejos”, concluye el profesor de la ULL, que considera esencial el papel de los servicios de ayuda a domicilio de ayuntamientos y cabildos.

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